El Campo del Príncipe, lugar de revueltas callejeras, favores y ‘perdices’

En un lugar privilegiado de la plaza está el Cristo de Los Favores, una estatua en jaspe y alabastro que pagaron a tocateja los residentes del Realejo Alto

El sitio está lleno de terrazas de verano en donde no te da apuro perder el tiempo

Los Torres Molina, 200.000 fotografías y un cine que está haciendo historia

Ilustración de Campo del Príncipe.
Ilustración de Campo del Príncipe. / María Pelluz

Granada/Mi buen amigo el historiador Paco Sánchez Montes me cuenta algo muy gracioso sobre el Campo del Príncipe, un lugar al que él ha dedicado muchas horas de investigación. Me dice que en la década de los setenta del pasado siglo XX existió un gorrilla que ayudaba a aparcar a quienes todavía se aventuraban a hacerlo en el citado sitio. Al individuo le confería autoridad su gorra –lo que era lógico– y una vistosa placa dorada que, a modo de condecoración, lucía en la camisa. Al acercarse el conductor para abonar el servicio podía descubrir que la mencionada placa era de plástico y que pertenecía a una conocida marca de embutidos, pues en ella se podía leer “Chorizos Revilla, un sabor que maravilla". Nadie podía así dudar ante tal grado de autoridad.

El Campo del Príncipe está en el ADN de Granada porque forma parte de los entresijos históricos y emocionales de la ciudad. Tiene historia como para parar un tren. Es un sitio y lugar de convivencia para los vecinos del Realejo, un escenario privilegiado del pasado que hunde su raíz desde el origen remoto de Granada. En época nazarí se le llamaba Campo de la Loma debido a una terrera que descendía desde la colina alhambreña. Como espacio abierto se convirtió en útil para el mercado de zocos, con el trato de la mercadería de seda o con la venta de la cacharrería cerámica trabajada en el colindante arrabal alfajarín. Además, fue lugar donde los caballeros nazaríes corrían en encuentros con toros montados al modo de jinete sobre su caballo, de alarde de tropa, de retos y justas. También fue un cementerio, tal y como se ha demostrado en unas excavaciones arqueológicas recientes. La plaza como tal se construyó en 1497 para celebrar la boda de Juan, el hijo de Isabel y Fernando. Después de casarse en Cantabria, Juan contrajo matrimonio con Margarita de Austria y murió a los seis meses del enlace, con tan solo 19 años de edad. Esta circunstancia confirió al lugar cierto halo de mal fario.

Tres deseos

En un lugar privilegiado de la plaza está el Cristo de Los Favores, una estatua en jaspe y alabastro que pagaron a tocateja los residentes –sobre todo los comerciantes de la seda– del Realejo Alto y que se instaló en 1640. Los vecinos no tardaron en adjudicarle milagros a Cristo, sobre todo tras declararse en Granada la peste y ser este barrio el menos afectado. La gente creía que era por rezar al Cristo de los Favores. Dicen las crónicas que era tal la devoción de la estatua que el Arzobispo Fray Bernardo de los Ríos Guzmán declaró que a cualquier persona rezando al Cristo de los Favores el Padrenuestro y un Ave María le cedería 40 días de perdón. Hoy en día, cada Viernes Santo se congrega una multitud de personas alrededor del Cristo a las tres de la tarde para pedir tres deseos. No es por nada, pero yo fui el año pasado y dos de los tres ya me los ha concedido.

Un lugar mágico que se precie de serlo conlleva siempre una buena leyenda. Según ha escrito Gabriel Díaz de Almodóvar, en el Campo del Príncipe existía una casa conocida por la de La Emparedada. Y es que allí estuvo encerrada a cal y canto una mujer de tan singular belleza que la habían apartado del mundo para no ser vista por nadie. Ella tan solo se podía asomar oculta por un balcón de flores para rezarle al Cristo de los Favores. No dice la leyenda quién la tenía encerrada y si el Cristo le hizo algún favor o le concedió algún deseo.

Como tiene escrito Paco Sánchez Montes, el Campo del Príncipe fue también el escenario de los mítines, revueltas populares y algaradas de la crisis alimentaria de 1648. “¡Viva el rey! ¡Muera el mal gobierno!”, gritaban allí las masas hambrientas. Protestaban por la carestía del grano, la subida de los impuestos y la corrupción instalada en un incompetente gobierno local. Ante las iras del pueblo, el corregidor, Francisco de Arévalo, tuvo que esconderse en el convento de San Jerónimo. De allí no salió hasta que se calmaron las cosas. Para templar los ánimos le sustituyó en el cargo Luis de la Paz. Nunca un apellido estuvo tan bien puesto.

¿Qué es lo interesante del Campo del Príncipe? Muchas cosas. Está la iglesia de San Cecilio, situada en un extremo. Fue construida en el siglo XVI sobre una antigua mezquita y alberga importantes obras de arte. Además, según Sánchez Montes, San Cecilio conserva la "memoria del barrio", siendo una de las parroquias de mayor interés documental, ya que sus anotaciones son los más tempranas de Granada. Existen en su archivo partidas de bautismo desde el año 1521, de desposados desde 1547, y de entierros desde 1550. Así, en sus papeles, se entremezclan los cristianos viejos con el morisco bautizado, los esclavos con señores, y quienes labraban la seda con los alfareros.

También está allí la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, por cuyo solar ha pasado de manera determinante la historia. Fue una casa propiedad desde 1540 de Juan Hurtado de Mendoza, quien hizo allí un palacio o casa señorial. En el siglo XVIII esta casa estuvo vinculada a Joaquín Palafox, almirante de Aragón. De ahí que fuera conocida durante un tiempo como la Casa del Almirante. Después la casa perteneció al Arzobispado y en 1866 se convirtió en el Hospital Militar que muchos granadinos recuerdan. Fue en 1994 cuando lo compró la Universidad para convertirla en la sede de la Escuela de Arquitectura.

El cine "Canuto"

Allí se abrió en la década de los sesenta el cine Príncipe, en donde los martes por una misma entrada podían pasar dos mujeres o un hombre que fuera acompañado por una mujer. Los "Martes Fémina del Príncipe", se llamó aquella promoción. Los hombres no hablaron de discriminación por tal medida. Este cine, al que la gente le decía "El Canuto" por la estrechez de su sala, fue pionero en las sesiones de media noche y en el cine de arte y ensayo. Está escrito que el empresario, Alfonso Aragón, fue excomulgado por el arzobispo por permitir la proyección de la película María Waleska, interpretada por Charles Boyer y Greta Garbo. La censura era implacable. Alfonso Aragón era piloto deportivo y al ganar una etapa de la Vuelta Aérea a España, en la foto del equipo que salió en la prensa lo borraron a él porque estaba excomulgado. Hoy esa película la verían hasta los niños de teta y no se escandalizarían. En 1988 el cine sería convertido en un tablao flamenco para solaz de los turistas.

Pero el Campo del Príncipe no sería tal sin sus terrazas propias del buen tiempo. En otros años allí se vendían perdices (papas asadas espolvoreadas con sal y pimiento) y las mejores salaíllas de Granada, a decir de muchos. No hay turista zurumbático que no tenga subrayado en la guía de mano alguno de los bares de la plaza en donde no te da apuro perder el tiempo. Bares tan veteranos y evocadores de nostalgia como Altramuces, Martinetes, Patio Rossini (quizás el primer en ofrecer tablas de quesos) o La Ninfa. En la memoria quedan La Esquinita, Faquilla, Bar Fernando… La memoria lo absorbe todo.

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