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José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
PARA beber y disfrutar del vino no es necesario el conocimiento; el conocimiento viene cuando el gusto por el vino se adueña del paladar. Habrá oído muchas veces decir "yo no entiendo de vinos, pero sé cual me gusta y cual no"; o "me da igual el vino que me pongan, total, yo no entiendo…". Pues hagan el experimento: pongan dos botellas abiertas en una mesa, una de un vino mediocre y otra de un gran vino, tapando las etiquetas. Les aseguro que la segunda se acabará antes que la primera. Nadie necesita tener un máster en jamones para preferir un pata negra de bellota a un recebo…. En vinos, tampoco.
Hoy les dejo varias claves para, sin ser un experto, saber si nos encontramos o no ante un vino de calidad. Y les adelanto: el precio de la botella no siempre es un buen indicador. Ciertamente, hay muchos vinos que valen lo que cuestan, pero también otros con precios que no son justificables salvo por una moda pasajera de la bodega o de la marca u otras razones más o menos peregrinas.
Siga estas pautas, que corresponden a las diferentes fases de la cata (visual, olfativa y gustativa) y tendrá menos posibilidades de equivocarse.
1º- EL COLOR: debe corresponderse con el tipo de vino; en caso contrario, puede ser indicativo de un problema. Hay variedades de uva que tienen pieles más gruesas o más finas, en función del clima, de la altitud, de la exposición a rayos ultravioletas… y de ello dependerá el color del vino. Así, un tempranillo, por ejemplo, tiene más tonos violáceos que un Cabernet y un Cabernet tiene más profundidad de color que un Pinot Noir.
Normalmente, un blanco joven debe ser de un amarillo pálido, pajizo. Como un tinto con muchos años en barrica obtendrá un color más apagado, con un rojo teja, tenderá a anaranjado. En general, los blancos se oscurecen con el paso del tiempo (se vuelven más dorados) y los tintos se vuelven más claros (van de un rojo-picota con bordes violetas a un color caoba o atejado). Un vino blanco joven muy subido de color es posible que esté oxidado, al igual que un tinto de relativa juventud con matices anaranjados.
2º- LOS POSOS: al contrario de lo que pueda parecer, los posos en un vino son más una virtud que un defecto, ya que son consecuencia de una sustancia que existe de forma natural en el vino, los bitratratos, una sal que, como tal, precipita en forma de cristales que se depositan en el fondo de la botella, siempre y cuando ésta haya sido tratada y almacenada de forma correcta. Por lo tanto, los posos son señal de buen envejecimiento y buena conservación. A pesar de ello, es desagradable que caigan en la copa y lleguen a nuestra boca al beber, por lo que en estos casos se recomienda una decantación previa del vino.
3º- AROMAS PRIMARIOS: la palabra "aroma" suele referirse a sensaciones placenteras derivadas de la elaboración, mientras que la palabra "olor" suele referirse a sensaciones desagradables procedentes de defectos del vino. Los vinos de buena calidad muestran sus aromas primarios de manera franca. Son los aromas que proceden de la variedad de uva y del suelo en el que ésta se cultiva, y se revelan como matices frutales, florales, minerales, terrosos, etc. nada más servir el vino en la copa.
4º- OLOR Y SABOR A MADERA: si un vino huele a moho o a madera vieja significa que la crianza se ha realizado en barricas viejas, que hubieran debido ser reemplazadas hace tiempo; o cuyos poros se obstruyeron por las lías, partículas sólidas que está en el mosto antes de los trasiegos o de la filtración. El olor y sabor intenso a madera, tanto si es vieja como si es nueva, son indicadores negativos: la madera debe aportar matices al vino, no maquillar su esencia. Por otra parte, la madera tiende a igualar el sabor de todos los vinos mediocres. En síntesis: aroma y sabor a madera (nueva o vieja) exagerados no indican buena, sino mala calidad.
5º- EQUILIBRIO: se dice que un vino es equilibrado cuando todos los elementos (alcohol, acidez, aromas y sabores se presentan en adecuadas proporciones, sin que ninguno de estos elementos destaque sobre los demás, creando una sensación armoniosa en la boca.
6º- ALCOHOL Y TANINOS: el alcohol, como los picantes, afecta a los nervios trigeminales. Los taninos inhiben la producción de saliva, de ahí que sequen la boca. Ambas son sensaciones táctiles y deben ser agradables y moderadas.
7º- PROFUNDIDAD Y COMPLEJIDAD: aunque siempre la subjetividad entra en juego, aún entre la subjetividad hay capas, como en el vino. Cuando un vino se percibe de una sola forma, o sabe a una sola cosa -sin evolución, sin esas "capas"- nos referimos a un vino plano. Por el contrario, cuando el vino va desplegando sabores, aromas y capas "subterráneas" hablamos de profundidad. La complejidad va muy de la mano de la profundidad, ya que son esas diferentes "capas" lo que hace más entretenido ir "descubriendo" el vino. Esta complejidad es lo que lo hace sorprendente en cada sorbo.
8º- PERSISTENCIA: es una virtud común a todos los buenos vinos. Un vino se define como "persistente" o "largo" cuando sus aromas y sabores perduran en el paladar largo tiempo después de haber tragado el líquido. A mayor persistencia, mayor calidad. Cuando ésta se prolonga más de diez segundos, estamos ya ante un muy buen vino. Si persiste más de veinte, estamos ante un vino excelente.
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