"Mis compañeros no quisieron que me muriera": la lucha contra el Covid en el interior de los hospitales de Granada

Cinco profesionales sanitarios cuentan los días iniciales de la pandemia

Neumólogos, internistas, enfermeras UCI y hasta lavandería y mantenimiento

Coronavirus, cinco años: miedo, dolor y aplausos en la Granada a la que le estalló la pandemia

La capilla del hospital Virgen de las Nieves, convertida en UCI durante la pandemia del coronavirus en Granada
La capilla del hospital Virgen de las Nieves, convertida en UCI durante la pandemia del coronavirus en Granada / G. H.

Granada/Ellos miraron de frente al Covid. Un Covid que eran Manuela, Juan, Andrés, Carmen... El nombre de centenares de pacientes que solo veían ojos a través de gafas y unos equipos de protección que parecían buzos de extraterrestre. Los hospitales fueron el frente de batalla, las trincheras donde el humano combatía cuerpo a cuerpo con ese ente con nombre horrible: SARS-CoV-2.

Cinco sanitarios de los hospitales de referencia de la provincia, el Universitario Virgen de las Nieves y el Universitario Clínico San Cecilio del PTS cuentan cómo vivieron los primeros días de la pandemia, sus miedos, la incertidumbre que a todos invadía, y el terror a enfermar y a no saber cómo trata aquella enfermedad que apenas dos días antes de la llegada del primer contagiado se había declarado como pandemia.

En los hospitales no solo trabajaban los médicos, las enfermeras. Allí vivían. Lo que primero a lo que tuvieron que enfrentarse fue a la falta de equipos de protección, a saber si eran suficientes, y sobre todo cómo tratar una neumonías que se extendían más rápido de lo normal, y cuyos tratamientos no eran efeectivos. Luego llegó la saturación, y la necesidad de habilitar salas destinadas a otros fines como UCIs. Todas las áreas de los hospitales se dedicaron a lo mismo, intentando en la medida de lo posible a separar circuitos. Y llegó lo inevitable, a reabrir el viejo Clínico de Doctor Olóriz, cerrado años trás, para acoger a la avalancha de enfermos graves.

Apenas oían los aplausos. El trabajo por salvar vidas era tan intenso que no llegaba al interior de los centros. Algunos sí podían hacerlo, como los sucesivos homenajes que se les hacían en los propios hospitales. Aquellas enfermeras llorando tras las cristaleras del hospital del PTS, los conductores de ambulancia forrados hasta el último pelo, las tiendas de campaña para la desinfección. Y cada día un goteo constante que ahora, tras cinco años, parece que se ha olvidado.

María José Navarro
María José Navarro

María José Navarro: "En la UCI todos los días eran lunes"

“Nos salvó que, cuando a finales de enero empezaron los primeros casos de Covid en el norte de Italia, nos comenzamos a preparar. Porque lo que todo el mundo decía que iban a ser uno o dos casos, que esto no iba a llegar aquí, que esto era como mucho un par de casos, ni el jefe de servicio ni yo nos lo creímos. E hice el pedido máximo que me permitían, de mascarillas, batas, patucos, gorros... La gente me decía “se te ha ido la cabeza”, y yo decía, no pasa nada, deja que se me haya ido la cabeza”, cuenta María José Navarro, supervisora de enfermería de la UCI del hospital Virgen de las Nieves en marzo de 2020. “Nos vimos desbordados. Ni en nuestros peores sueños nos podíamos imaginar que íbamos a vivir algo por el estilo. Fue una situación dolorosa, estresante, con miedo”, relata la sanitaria que todavía se “emociona”.

Afirma que lleva “una semana sin dormir, porque llega todos los marzos” y revive la “marca emocional” que les dejó la pandemia. “En este tiempo hemos tenido más de 900 pacientes Covid, con una supervivencia mayor al 80%. Aquí se ha hecho lo indecible. Desde el 16 de marzo hasta el 3 de mayo, yo no descansé ni un solo día. Me venía sola en el autobús, todo confinado. A las 7 de la mañana, y me iba en el último Metro a las 11 de la noche a mi casa, así de lunes a lunes. Aquí siempre era lunes, aquí siempre estábamos en lunes”, rememora y prosigue. “No se me olvida cuando empezamos a preparar la capilla. Cuando fuimos a hablar con el capellán, y me dice “¿pero tú crees que para Nochebuena podremos celebrar la misa?” Recuerdo la impresión de descolgar la cruz”.

“Ver en los ojos de ese primer paciente el terror, que no te lo puedes ni imaginar. Cuando entró a la UCI y nos vio a todos con los equipos de protección, solo, sin familia, y esos ojos, la mirada de soledad, de decir qué va a pasar. No fuimos enfermeros, ni médicos, ni TCAEs. aquí es que fuimos su familia”, recuerda Navarro, quien también se acuerda del primer joven al que atendió, al que dejaron un móvil “para que hablaran con su familia. Aquel chico decía, “mamá, que me van a intubar, porque dicen que necesitan intubarme, para que mis pulmones se pongan mejor, que no sé cuándo me voy a despertar, pero que os quiero mucho”. Aquí lloramos todos”. La enfermera pide que se haya aprendido la “lección de estar preparados” y le da rabia “que los políticos y la sociedad se hayan olvidado tan pronto” de los aplausos. Todo para que nu vuelvan a estar “meses” sin que el único abrazo que recibían fuera el de sus compañeros “cuando se colocaban el equipo limpio antes de cada turno”.

José Luis Callejas
José Luis Callejas

José Luis Callejas: "Me desnudaba antes de entrar en casa"

“Parece que ha pasado un siglo de la pandemia y ahora lo tenemos como en el olvido”, es lo primero que le viene a la cabeza a José Luis Callejas, internista del San Cecilio aquel marzo de 2020. Luego recuerda “el miedo”. “Teníamos la incertidumbre de que no sabíamos a lo que nos estábamos enfrentando”, cuenta el facultativo, que extiende ese terror a “lo que pasaría en nuestra casa cuando llegáramos del hospital, nos preocupaba mucho más”: “Me acuerdo que de llegar a mi casa cuando llegaba del hospital, quitarme los zapatos y la ropa fuera, meterla en una bolsa y casi desnudo, meter la ropa en la lavadora, y meterme en la ducha para poder hablar con el resto de la familia”. Aún recuerda con impacto conducir desde Alhendín con la Circunvalación vacía, cuando poco antes se había comprado una moto para evitar atascos “Sentía la soledad absoluta”.

Ya en el PTS, su trabajo fue clave. Se hizo viral con un vídeo donde explicaba la reacción de los pacientes Covid, la famosa “tormenta de citoquinas”. “Hicimos la primera comunicación diciendo que los pacientes con tratamiento con corticoides disminuían la mortalidad y eran muy efectivo en este tipo de pacientes”, relata. Entonces, ese tratamiento parecía contraindicado. Granada dio una lección al mundo. “Luego ya salió el ensayo clínico que hicieron los británicos demostrándolo”.

Un coronavirus que fue “una mala pesadilla”, de la que cree que se ha aprendido a la hora de funcionar en los hospitales, pero que casi le deja sin uno de sus mejores amigos. Con Juan Miguel Sánchez salía en bicicleta y una vez al año acababan subiendo al Veleta. “Lo dejé un viernes en la habitación y llegué a mi casa llorando, diciéndole a mi mujer y a mis niños que no sabía si el lunes, cuando volviese a entrar al hospital, me lo iba a encontrar. Tenía un chat con su mujer y su hija, hablando de la impotencia, de no saber cómo actuar y qué hacer con él y qué iba a pasar ese fin de semana”. Él fue de los primeros en recibir el tratamiento de Callejas. Este verano volverán a subir, otra vez, el Veleta.

María Fernández Motilva, a la izquierda
María Fernández Motilva, a la izquierda

María Fernández Motilva: "Siento admiración por todo mi equipo"

Lavandería, mantenimiento, obras... Una labor oscura durante la pandemia pero clave para poder incluso reabrir hospitales como el viejo Clínico o convertir una capilla en sala UCI. María Fernández, subdirectora de Gestión y Servicios recuerda que el Covid marcó un “nuevo paradigma” en la forma de trabajar. En aquellos momentos un servicio clave era la lavandería: “Casi el 50% de la ropa que se recogía a diario estaba estaba contaminada por el virus, o eso creíamos. Existía un riesgo de contagio muy alto, había que lavarla e higienizarla”. Se congratula de que ninguno de esos cien profesionales se contagiara en toda la pandemia.

“Había mucha incertidumbre en el entorno, existía miedo. Teníamos todos un nivel muy alto de ansiedad, no se conocían qué iba a ocurrir”, recuerda Fernández, que eleva el nivel de esa ansiedad al de “responsabilidad” de todo su equipo: “Ese compromiso con los pacientes y la profesionalidad y entrega de todo el mundo fue la clave y lo que nos marcó”. “Nuestros celadores, que lo mismo, que tenían que empujar una cama o estar con el paciente trasladándolo, sabiendo que tenían Covid y que se podían contagiar; o los de mantenimiento, que tenían que entrar a la habitación donde había estado un Covid y había que desmontar los filtros y desinfectar la zona”. En casa era duro. “Mi marido y yo no veíamos a los padres, mis hermanos y sobrinos, por supuesto, tampoco. Íbamos con muchas precauciones, tomando todas las medidas posibles para que no se contagiara él, con ese riesgo que existía, que lo teníamos a diario”, relata Fernández, quien acaba con un calificativo hacia sus compañeros: “Admiración”.

Lolga González, en su despacho en la actualidad
Lolga González, en su despacho en la actualidad

Lola González: "Estoy viva gracias a mis compañeros"

La enfermera del Clínico San Cecilio Lola González cree que aquellos primeros días del Covid los vivió con cierta “inconsciencia”: “Sabía que era nuestra obligación y nuestro trabajo estar ahí y responder a la situación”. “No tuve miedo hasta mucho después. No podía imaginar lo que luego iba que pasar”. Fue cuando “no teníamos camas, al hacer los triajes. Tuvimos que abrir el Clínico viejo, montarlo a la desesperada en cuatro días y con la mitad de la gente de baja”.

Ella fue una de las sanitarias que requirió UCI por la gravedad de su Covid. “Tuve una videollamada que hizo mi amiga Cristina, casi ni la recuerdo. Tenía ya una saturación de oxígeno de carbónico muy elevada, pero me despidieron de mi familia, porque tampoco podían estar... Y yo solo quería ver a mi hijo. Mi única ambición era despertarme y verlo. Luego ya me podía morir”, rememora aquel miedo. Sin embargo, sus compañeros se empeñaron en que siguiera aquí. “No quisieron que yo me muriera y yo viví pese a los pronósticos, porque no tenía ninguna posibilidad. Mi Sergio Ontiveros dijo que no, que me ponían ventilador aunque explotara, que eso era lo único que podía hacer. Y eso hizo y aquí estoy”, cuenta.

Para González “casi todos los sanitarios fuimos héroes. Así me siento. Fuimos los que sacamos el país adelante, dando la cara”. Por ello también siente rabia que se haya caído en el olvido: “Decíamos, ya mismo los aplausos se transforman en hostias”. Recuerda cómo fue una de las artífices de montar el viejo Clínico con “lo que había quedado por allí”; o momentos como cuando dieron de alta al primer paciente, al que hicieron un pasillo porque “para nosotros fue un logro muy grande, era de los pocos que estaban saliendo”, o como que “una abuelica que llevaba en cama un montón de tiempo, que había estado muy malica, y le hicimos una videollamada con su nieta. Esa cara de esa abuela no se nos va a olvidar en la vida”. Ahora la vida es otra. Ya vuelve a tardar cuarenta minutos en encontrar aparcamiento. En pandemia aparcaba dentro del hospital.

Concha Morales, jefa de Neumología del Hospital Virgen de las Nieves
Concha Morales, jefa de Neumología del Hospital Virgen de las Nieves

Concha Morales: "Nos reconocían por los ojos y por la voz"

Era jefa de Neumología del Virgen de las Nieves aquel marzo de 2020. Y aquel día 13 no se le olvida a Concha Morales. “Ingresaron los dos primeros pacientes por la tarde. Vinimos al día siguiente a verlos, y ya había cuatro. Y el lunes ocho. Y así...”, desgrana. “Ingresaron en la planta de infecciosos porque allí había habitaciones con presión negativa, no sabíamos bien si era o no necesaria, pero pensamos que cuanto más seguridad mejor”, detalla respecto a lo que tuvo que improvisar ante el desconocimiento del virus. “No saber el diagnóstico, no saber cómo va a evolucionar una enfermedad, no tener la certeza de que va a ir bien, es lo que te da más pavor, hasta poderte contagiar”, dice Morales.

Ella potenció un área clave, las UCRI, las Unidades de Cuidados Respiratorios Intermedios, que “salvaron un alto porcentaje de pacientes “. En ellas se ingresaba a aquellos que no esaban tan graves como para ser intubados pero tampoco podían ir a plantar. “Los pacientes evolucionaban mucho mejor”, cuenta. Y conforme salían se les hacía seguimiento. Y ahí llegaban las historias. “Era una alegría cuando los veía y te decían, yo reconozco estos ojos. Y tú a ellos. Y esta voz, usted me atendió. Nos reconocían por los ojos y por la voz, porque era lo que nos veíamos en esas primeras fases de la enfermedad. Nosotros íbamos con las gafas, con el EPI, con la mascarilla, con el gorro a veces”, cuenta Morales. “En aquellos momentos, igual que había un trabajo tremendo, había momentos de muchísima satisfacción”, se congratula.

“Creo que la sociedad sí se portó muy bien. Comprendieron que había que trabajar en equipo y hasta la población trabajó en equipo, no yendo a urgencias. Porque a veces se pasaron de trabajar en equipo, porque tenían alguna dolencia y no iban a urgencias para que se atendieran a otros pacientes más graves”, relata la jefa de Neumología, quien también destaca la “compresión” que tuvo en casa aquellos días por su profesión, porque entienden que “exige un sacrificio y un riesgo”.

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