"Es una vida de restricciones, apenas sobrevivo; necesito un trabajo digno"
Coronavirus Granada | Testimonio de dos familias sin recursos, un colectivo vulnerable
La Cruz Roja Española desempeña una labor fundamental al atender diariamente a 150 "familias de todas las edades y perfiles" con las necesidades básicas sin cubrir
Granada/Rosa Cristina Miranda Vieira abandonó Brasil hace más de tres años en busca de "una vida mejor". Se vino a Granada con su hijo. "Él tiene la oportunidad de un futuro digno aquí. En mi país por desgracia no sería posible", reconoce durante la conversación donde se muestra afable y divertida. Antes de la crisis del coronavirus, Rosa estaba en paro. "Desempleada de larga duración para ser más exactos. Yo soy administrativa, pero estoy estudiando animación socioturística. Es una oportunidad que en mi país no tuve, la de tener un grado superior de estudios. Para mí es un poco difícil por el idioma, pero logré superar mi primer año con buenas notas", relata entusiasmada.
Para ella, la cobertura de la Cruz Roja Española que recibe (desde alimentos a formación) es "fundamental". "Siempre han estado presentes desde que llegué. Una vez al año podemos pedir ayuda para el alquiler y la luz. Nos lo pagan", subraya. Su salario social de 527 euros no le permite sufragar todos los gastos derivados del alquiler, la luz, el agua y el butano. "No llego a fin de mes. Es una vida con restricciones, apenas sobrevivo y con un niño en plena adolescencia. No te imaginas. Necesito un trabajo digno", se sincera esta mujer de 50 años.
Al llegar a la ciudad, Rosa hizo un curso de la Cruz Roja para cuidar a personas mayores. "Una empresa me contrató durante tres meses. Trabajaba muchas horas. La conciliación era imposible. Después de ese, no conseguí otro empleo. Estuve en otra fundación para formarme como manipuladora de alimentos y el envasado de espárragos. Es muy duro. Tenía que estar del pie todo el día y las jornadas eran maratonianas. Esto en marzo del año pasado", explica.
Xenofobia y explotación laboral
Entre los principales obstáculos a los que se han enfrentado Rosa, que carga con el estigma de ser inmigrante, está la barrera del idioma, la xenofobia, la explotación laboral y la falta de información sobre los primeros pasos en un nuevo país. "Estos fueron desafíos agobiantes que en parte logré superar con el apoyo de algunas buenas personas y oenegés. A nivel laboral, aunque tengas una gran experiencia en tu país cuando llegas aquí es basura. Nadie te valora como un profesional", sostiene Miranda, que ha trabajado durante 17 años como administrativa.
¿Si pudiera pedir tres deseos cuáles serían? "El primero, que se encuentre una vacuna para curar el coronavirus. El segundo, que las personas inmigrantes como yo no sufran tanto al desplazarse a otro país. Muchos piensan: "Vienen aquí para chupar y depender de las ayudas". No es así. Que tengan más empatía para entender que una persona que se va de su país y marcha a un lugar desconocido, lo que supone una vida lejos de su familia y de su zona de confort, es porque tiene ganas de una vida mejor. El tercer deseo es que mi hijo tenga un futuro y no pase por las cosas que hemos vivido porque es muy duro", responde.
Fátima también se encuentra en una situación muy similar a la de Rosa. "Llevo un año sin encontrar trabajo. La Cruz Roja me surte de alimentos. Me han ayudado muchísimo. Alguien piensa en mí y son ellos. Llaman y me preguntan por los niños. Mi asistenta social también me llama y se preocupa por nosotros", destaca esta mujer natural de Tetuán, que tiene a su cargo una niña de 11 años y un niño de ocho años. Ella pidió ayuda por primera vez a la institución humanitaria unos meses antes del confinamiento. "Me dan alimentos, vales y hasta una tarjeta para hacer la compra en varios supermercados. Hacen lo que pueden. No soy la única. Hay mucha gente", reconoce.
"Te ofrecen un contrato de una hora y terminas trabajando ocho"
A Fátima no le gusta pedir. "Soy joven y estoy sana. Puedo encontrar trabajo, pero desde hace un año no me sale ninguno. Siempre te hacen un contrato que no es bueno. No cotizas y tienes que trabajar muchas horas. Cualquier empresario cuando te llama te pregunta si has hecho cursos y qué edad tienes. Si tienes más de 30 años te consideran vieja en el entorno laboral. Te ofrecen un contrato de una hora y terminas trabajando ocho", reprocha esta mujer, que afirma que "la hostelería (su campo) no perdona". "Si me llaman del colegio por algún problema de los niños te amenazan: "si sales de esa puerta no vuelves", cuenta apenada. Fátima llegó a desplazarse a Francia para trabajar en el campo, pero se tuvo que volver.
Fátima y sus dos hijos estarían en la calle si no fuera por la Cruz Roja, la asistenta social y Stop Desahucios. "Tengo un alquiler social. La renta mínima está tardando mucho. Esa cantidad de dinero no es suficiente. Hay que pagar alquiler, agua, luz. Lo que te sobra te da para comer unos días o una semana. Ya no tienes nada en todo el mes", admite esta mujer que llegó a la ciudad hace 14 años ("como Granada no hay nada", afirma). Entre sus deseo está encontrar "un trabajo fijo y salud para mis hijos y para todos". "Ellos no tienen a nadie nada más que yo. Si saco fuerza es por ellos. Ellos merecen una vida normal y un futuro digno", se despide Fátima, indignada por los políticos españoles, a los "le preocupa más el dinero que la gente" y que estos días "pelean como gallos por una silla".
Montse Martínez, directora del plan de intervención social de la Cruz Roja Española en la provincia, atiende al teléfono de milagro. Está hasta arriba de trabajo. "Ahora mismo tenemos una demanda que nos desborda completamente. Desde la segunda semana desde la declaración del estado de alarma empezamos a recibir muchas demandas a un ritmo y a un volumen que no es el habitual. En la mayoría de casos nos piden la cobertura de necesidades básicas. Nosotros suministramos recursos de atención social y ahora también de atención en emergencia. Podemos intentar ver luego si pagamos el alquiler o los suministros, pero la alimentación no se puede aplazar unos días", alerta.
150 familias al día
La institución atiende a 150 familias al día en los distintos puntos de distribución de comida. ¿Cuál es el perfil? "Familias de todas las edades y todos los perfiles. Las personas mayores también acuden a Cruz Roja y hacemos entregas a domicilio de comida. Además de la entrega de alimentos en lote", explica Martínez, que habla de la dramática situación que viven pequeños autónomos o empleadas del hogar. "Son personas que de pronto no tienen un ingreso. Está claro que esto no se acaba en un mes o dos, cuando cese el estado de alarma. Hay familias que están contrayendo deudas. No se paran los gastos, pero si los ingresos. Remontarlo va a costar", admite.
¿Cuánto ha cambiado los servicios que prestan desde la declaración del estado de alarma? "Nosotros nos tenemos que adaptar y dar respuesta a las necesidades de la población en cada momento. Una vez fue pasando la crisis de 2008 y se normalizó todo para nosotros fue prioritario trabajar con las personas desde un punto de vista integral. Nos ocupamos de la cobertura de necesidades básicas, pero también nos ocupamos de temas de empleo, orientación laboral y acompañamiento. El objetivo es conseguir que la gente esté en mejor disposición de salir de esta situación. Ese es nuestro modus operandi", resume.
¿El colectivo inmigrante se enfrenta a mayores dificultades? "Obviamente. Lo que implica su situación en cuanto a situación administrativa les marca el acceso a los recursos normalizados. Su vulnerabilidad depende de la situación en la que se encontraban antes de la crisis del Covid-19. Si están en situación irregular obviamente dificulta el acceso a recursos normalizados de ayuda y de apoyo. Nosotros atendemos a todo el mundo", subraya. Otro factor, unido al anterior, es la precariedad laboral. "Si tienen empleos son peores e inestables o nos los tienen. Son los primeros que sufren en estas condiciones. Por supuesto la población inmigrante se ve sometida a una situación de vulnerabilidad", asegura Martínez, que recuerda que "las condiciones de cualquier persona que es previamente vulnerables se vuelven más extremas que la del resto".
Eugenia Rodríguez, presidenta provincial de Cruz Roja Española en Granada, cuenta que "las premisas iniciales del confinamiento han variado cada día, lo que nos ha obligado a reaccionar y a adaptarnos, a veces, en cuestión de horas, algo a lo que podemos responder gracias a la experiencia en circunstancias extremas, a la capilaridad sobre el territorio y a los recursos que gestionamos". "El avance de la pandemia ha ido creando nuevas situaciones que nos han hecho reforzar iniciativas y crear nuevas respuestas en tiempo récord", declara Rodríguez, que no olvida mencionar "la impresionante adhesión social al plan" en el Día Mundial de la Cruz Roja.
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