El Corral del Carbón: de caravasar a patio de comedias y casa de vecinos.
Los Reyes Católicos se lo donaron a su mozo de espuelas poco después de dejar de ser una alhóndiga nazarí
Fue el arquitecto Leopoldo Torres Balbás el encargado de restaurarlo a principio de los años treinta del siglo pasado
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Tal como si fuese una sucursal de la Fontana de Trevi, durante un tiempo a los turistas les dio por ponerse de espaldas y echar una moneda en la pileta del Corral del Carbón con el propósito de que ésta le concediera un deseo, casi siempre relacionado con la lotería. Aunque en realidad la lotería le tocaba al casero del Corral, que es el que, cuando cerraba, recogía las monedas. Eso estuvo pasando hasta que pusieron vigilantes para evitar que tal costumbre fuera a más y causara algún tipo de problemas.
Casi todas las guías importantes dedicadas a Granada (la de Pedraza, la de Gómez Moreno, la de Seco de Lucena…) dedican un importante espacio a esta construcción tan popular que se encuentra en el ADN de Granada. Los cronistas de lo antiguo no se ponen de acuerdo en la primera dedicación que tuvo esta construcción del siglo XIV. Hay quien dice que primero fue alhóndiga, donde se vendían y se compraba trigo y productos de importación y hay quien supone (Pedraza y Henríquez de Jorquera dixit), que fue primero Casa Real, donde los reyes moros hospedaban a cierto número de soldados con caballos ligeros, destinados a vigilar la Vega. Al parecer son estos últimos los que llevan la razón porque cuando los Reyes Católicos toman Granada era un lugar donde se vendía pan y grano. Servía también como depósito de mercancías y albergue para los mercaderes y comerciantes de paso. Un caravasar en toda regla. Un pequeño puente situado sobre el río Darro comunicaba la alhóndiga con el zoco. Todo el edificio estaba exento de ventanas para evitar que se pudiera robar el género y a su cargo estaba el alhondiguero, que vivía en las habitaciones sitas sobre la puerta controlando la entrada y salida de mercancías. Su única puerta se cerraba herméticamente a la puesta del sol sin que los mercaderes pudieran salir hasta el amanecer. Poco antes de la salida del sol se les avisaba para que reunieran sus propiedades y animales, abriendo después las puertas, evitando así que alguien pudiera llevarse lo que no era suyo. El alhondiguero proporcionaba a sus huéspedes candiles, acetres o pequeños calderos para sacar agua de la fuente, y mantas y esteras para dormir.
Al conquistar la ciudad Isabel y Fernando le dan la tenencia de esta propiedad a su criado y mozo de espuelas Sancho de Arana. Eso fue en el año 1500. Cuando este muere sin herederos en 1531, el edificio fue vendido en pública subasta. Es entonces cuando la finca es destinada a corral de comedias. Se dice que allí vio el mismo Miguel de Cervantes uno de sus entremeses que estaban representando. "Algunos años después de la Reconquista sirvió –dice Pedraza– para representar comedias, y, al efecto, se puso en forma conveniente, con aposentos divididos para hombres y mujeres, constituyendo un patio abierto, con gradas para los espectadores". Pero las puestas en escena en aquel lugar duraron poco. Dice Jorquera en sus Anales que "el teatro no estaba bien visto porque se afeminaban los hombres y se daba libertad a las mujeres para desenvolturas y liviandades". Así que, cumplida esta misión de corral de comedias, se convierte después en una casa de vecinos cuyos bajos son utilizados “para los que traen carbón al peso, de donde se toma el nombre”, dice el autor de los Anales. Es así como la antigua construcción árabe, con esa portada con arco de herradura impresionante, “se queda para gentes modestas, sencillos artesanos que se distribuían en las estancias”, dice el cronista Juan Bustos. En 1863 la familia Rodríguez Acosta adquiere el sitio, que seguirá siendo ese corral donde los menestrales tenían su taller y su vivienda. En 1887 fue declarado Monumento Nacional. Por entonces vivían allí 36 familias.
La restauración
Dicen los entendidos que el Corral del Carbón tiene un alto valor patrimonial porque es el único de estas características que queda en España tan requetebién conservado. Y sin duda se debe a la tarea del arquitecto conservador de la Alhambra Leopoldo Torres Balbás. A ver. A comienzos del siglo XX, el Corral del Carbón se encuentra en un estado lamentable. El político y escritor Francisco Pi y Margall, en su tomo de Granada de la obra España y sus monumentos, lamenta la mala suerte de la Casa del Carbón y afirma que su arco de entrada "es uno de los más bellos de herradura que ha podido trazar la mano de artista musulmán". El político se conduele del mal estado del edificio. Tanto es así que en 1918 el Corral del Carbón iba ser derribado, pues la Sociedad Anónima de Espectáculos lo había adquirido para instalar en el lugar un teatro-cine. La gente de la Cultura se echa la mano a la cabeza y consigue que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes paralice la demolición. La citada sociedad de espectáculos construiría entonces el ya mítico cine Olimpia. Antes de tomar la decisión, el citado ministerio pide a los expertos un informe detallado del Corral del Carbón. Dicho informe, redactado por José Ramón Mélida, concluye: "En consecuencia de lo expuesto, los que suscriben entienden que el edificio granadino llamado Casa del Carbón debe ser conservado en su integridad, por ser un ejemplar interesantísimo y único de posada mahometana del siglo XIV en España".
Gracias a ese informe, en 1933 el corral es adquirido por el Estado. Es Torres Balbás el encargado de comprarlo. Lo hace por 128.000 pesetas procedentes de la venta de entradas de la Alhambra. Después se encarga de restaurarlo. Torres Balbás era considerado uno de los padres de la restauración en España. Hay que recordar que a él debemos en gran medida el monumento nazarí que conocemos hoy en día. Reconocido en el mundo, Torres Balbás fue destituido, sin embargo, de su cargo en la Alhambra y depurado por el franquismo por auxilio a la rebelión. Volvió de nuevo a la teoría y al mundo de la educación. Nunca más volvió a la práctica de la restauración. Torres Balbás murió en Madrid en 1960 de una manera tonta: fue atropellado por una moto. Torres Balbás había conseguido, en fin, darle la dignidad que el Corral del Carbón merecía, con ese empedrado tan tradicional en Granada y acerado con la misma traza y sabor.
En 1992 volvió a ser restaurado por el arquitecto Rafael Soler Márquez. Hoy, aquellas dependencias de fueron utilizadas por mercaderes, comediantes y carboneros, son utilizadas para oficinas (allí está la del Festival Internacional de Música y Danza, la de la Orquesta Ciudad de Granada y una del Patronato de la Alhambra) y en su patio se dan conciertos de flamenco, representaciones teatrales y actividades culturales. Los turistas la fotografían diariamente desde todos los ángulos posibles. No es para menos.
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