La cuna de las primeras 'rubias'

Las Minas de Santa Constanza en Jérez del Marquesado proporcionaron el cobre con el que se acuñaron las primeras pesetas tras la Guerra Civil

Las Minas de Santa Constanza, en Jérez del Marquesado, era conocida como 'La Jerezana' o 'Mina 10'.
Ignacio Henares

11 de marzo 2016 - 01:00

Los pueblos de la comarca del Marquesado del Zenete, en la vertiente norte de Sierra Nevada han sido, desde tiempos prehistóricos, punto de encuentro de dos grandes corredores de comunicación: de sur a norte, entre la Costa Mediterránea y la cabecera del Guadalquivir -bien a través del Río Nacimiento, bien por el Puerto de la Ragua-; de este a oeste entre el Levante peninsular y Andalucía occidental, a través del Valle del Genil. A esta situación estratégica se suma la riqueza de recursos naturales, entre ellos, la abundancia de diversos minerales. Los primeros testimonios de presencia humana en el Paleolítico inferior en la zona están ligados a la explotación minero-metalúrgica.

Los primeros pobladores se establecieron en la Era Argárica a partir del 2.000 a.C. fundamentalmente por la presencia de minerales. Hay restos arqueológicos correspondientes a esta etapa como el Cardal y en el Peñón de Alrutan (en los alrededores de Jérez del Marquesado). La Era del Bronce (1.300 a.C.) está representada en el yacimiento Lavadero con restos de mineral de cobre.

Posteriormente llegaron los tartesos, sucedidos de colonias de fenicios, griegos y cartagineses. Íberos y romanos también acudieron a la comarca atraídos por la riqueza mineral. Tras la caída del Imperio Romano empiezan las primeras invasiones de los musulmanes por el altiplano. La llegada del mundo islámico supuso una reestructuración del territorio y una reagrupación de la población que se había dispersado.

Los minerales que se extraían eran variados: hierro, plata, antimonio, cobre, plomo que han sido explotados hasta fechas muy recientes.

Esta mina, conocida también por otras denominaciones a lo largo del tiempo, como La Jerezana y Mina 10, se encuentra situada en las estribaciones septentrionales de Sierra Nevada, dentro del Parque Natural del mismo nombre, en el lugar conocido como el pago Alrután, un espacio delimitado al oeste por la loma de La Solana y al este por el arroyo del Brazal del Rincón, a 1.230 metros de altitud, en el término municipal de Jérez del Marquesado.

El valor geológico de la mina de Santa Constanza radica en su enclave. Esta mina se encuentra en el complejo geológico denominado nevado-filabre, caracterizado por la abundante presencia de calcopirita y sulfuro de cobre. La clara distribución geológica de éstos ha favorecido una organización muy diferenciada de las actividades extractivas y metalúrgicas en la comarca del Marquesado del Zenete distinguiéndose Alquife para la extracción de hierro, Lanteira para la de plata y Jérez del Marquesado para la de cobre.

La explotación industrializada de las minas de Santa Constanza se inicia en el año 1845. En torno al año 1880 pasa a manos de Manuel de la Puente Apecechea quien pronto vende la concesión a Hubert Meersmans, relevante figura del panorama industrial granadino de origen belga. Será éste último quien, en alianza con el ingeniero francés Emile Bontoux, cree la Sociedad Anónima Minera de Jérez-Lanteira y gestione la explotación hasta la quiebra de la compañía a principios del siglo XX.

En 1907, la concesión pasa a la compañía de capital inglés La Estrella Copper Mines. Durante su último periodo de explotación (1944-1963), las minas de Santa Constanza son gestionadas por la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas, modélica en metalurgia, quien explota, sobre todo en los últimos años, el lavado de las antiguas escombreras. El transporte de mineral se realizaba por camiones de escaso tonelaje a Guadix desde donde se conducía en ferrocarril hasta su fábrica en Córdoba.

La Mina de Santa Constanza cesaría su actividad en 1955, después de haberse extraído cobre durante casi un siglo y haber sido una de las minas más importantes de este mineral de toda la Península. Como dato curioso, decir que de estas minas se extrajo el material necesario para fabricar en Córdoba, tras la Guerra Civil española, las primeras pesetas de cobre y níquel, conocidas como 'rubias' y que sustituyeron a las de plata y a las de papel.

La suspensión de la actividad de la mina se debió fundamentalmente a la entrada en España de cobre procedente de Chile, que era mucho más barato, y al interés de los empresarios de la mina por dedicarse a la ganadería y a la cría de caballos.

El complejo minero-industrial de Jérez del Marquesado estaba compuesto por una fábrica de fundición, de la que se conservan aún dos chimeneas y los paramentos del edificio principal, una planta de tratamiento del metal, pozos (entre ellos el principal, llamado Pozo Josefina), un castillete y un importante poblado de 33 viviendas para los trabajadores, que llegaron a ser alrededor de 200 en su momento más álgido, que contaba con su propia capilla e incluso un pequeño cementerio. Las galerías eran subterráneas llegando hasta los 125 metros de profundidad, compuestas de siete plantas repartidas en más de 500 metros de longitud. Eran galerías impresionantes de 2 metros de ancho por 2 de alto.

Una de las leyendas que corrían por la zona era que las minas también tenían oro en su interior y que los empresarios registraban a los trabajadores la ropa por si escondían 'pepitas'. Aunque no hay confirmación de la presencia de este mineral preciado, hay indicios de que pudiera haber oro en pequeñas proporciones.

La comarca del Marquesado del Zenete está salpicada de topónimos que tienen su origen en sus recursos mineros.

LANTEIRA: El primer nombre de esta localidad, Argentaria, proviene de la cultura ibero-romana y está relacionado con la presencia de plata. Más tarde evolucionó hasta Argenteira y después Alyanteira hasta llegar al nombre actual.

FERREIRA. El nombre de este pueblo situado al pie del Puerto de la Ragua deriva del latín ferrum=hierro.

Por contra, el nombre de Jérez del Marquesado viene de la denominación árabe Mecina Xeriz (barranco de la seda), ya que la localidad fue un centro de producción industrial de este tejido.

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