Hay que declarar patrimonio de la ciudad a los gatos del barrio La Churra

Los felinos del barrio podrían ser los más felices de Granada.
Los felinos del barrio podrían ser los más felices de Granada.

HARRY, que fue profesor de Filosofía, está convencido de que la sociedad se resentirá con el fin de las humanidades. Estamos tan inmersos en las nuevas tecnologías que hemos dejado apartado el saber relacionado con las letras y la filosofía. Dice Harry que si queremos seguir confiando en la humanidad hay que convertir el pensamiento y la literatura en grandes aliados del progreso. El hombre de estudio, la mujer de arte y letras, están viendo como la legitimidad de su quehacer se está viendo mermada y amenazada a causa del desarrollo de la tecnología.

-Ahora alumnos preguntar siempre: ¿para qué sirve la filosofía o lenguas clásicas? Estamos en mundo que busca utilidad práctica inmediata, la rentabilidad de conocimiento humano no ser evidente a primera vista. Y el problema ser que ir a peor.

Estoy totalmente de acuerdo con Harry. En estos tiempos que corren, la enseñanza de las lenguas clásicas, están completamente abandonadas, arrinconadas e incluso vilipendiadas, y eso en un país como España donde la cultura clásica es total en todo nuestro aspecto lingüístico, artístico y naturalmente cultural. Le cuento a Harry la vieja anécdota de ese político franquista (José Solís Ruiz) de los años sesenta del pasado siglo que hizo en las Cortes una alocución cuando defendía un proyecto de ley para aumentar el número de horas dedicadas al deporte en los colegios en detrimento del estudio de las lenguas clásicas (del latín concretamente). En medio del discurso se preguntó: "¿porque en definitiva… para que sirve hoy el latín?". Adolfo Muñoz Alonso, natural de Valladolid, profesor de la Universidad Complutense y amante de la cultura, no pudo contenerse y desde su escaño contestó al ministro. "Por lo pronto, señor ministro, para que a su señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa."

Harry no entiende la anécdota hasta que le explico que lo que dio a entender el señor Muñoz Alonso es que al ministro podría ser llamado 'cabrón' al ser natural de Cabra.

-¡Ah! Ser buena anécdota- se regocija el irlandés.

Vamos andando por Reyes Católicos. El día es de los de postal. Hay muchos turistas en la calle. Granada rebosa primavera. Se cumple el séptimo día sin gobierno local y el 131 sin gobierno nacional. Quiero lleva a Harry a un pequeño barrio que es muy desconocido por los granadinos. Se llama La Churra y se me ocurrió visitarlo con mi amigo el irlandés el otro día mientras comía unos churros (ese se llama interrelación de ideas) en el Café Fútbol con mis compañeros de la tertulia de los jueves.

El barrio de la Churra se sitúa a los pies de la Alhambra, en el margen izquierdo del río Darro, en la colina de Al-Sabika y está formado por estrechas y pendientes callejuelas serpenteantes. Subimos por la Cuesta Gómerez (frontera entre el barrio la Churra y el Mauror) hacia la Puerta de las Granadas y tomamos a la izquierda una estrecha y empinada calle que se llama Almanzora Alta. Los amplios escalones de la cuesta están empedrados y en sus dibujos hay estrellas de David, lo que recuerda que en el siglo XIV aquel barrio estuvo poblado por judíos. Al final de la calle está el mirador, desde donde contemplamos en todos su esplendor mañanero el barrio del Albaicín. Hay una tupida vista de tejas desnudas que parecen sucias pero es grima del tiempo. En las tapias y muros y entre ladrillos pardos crece un musgo verde que proclama que estamos ya en mayo. Parece que todo (paredes, tejados, chimeneas, torres de iglesias…) hubiera sido diseñado por un arquitecto supremo con un infinito cartabón, como un horizonte inclinado. Están en el horizonte los campanarios de San Salvador y San Nicolás, y el Cerro de San Miguel, y la Abadía. Es una porción de vista espléndida porque se ve el Darro discurrir por su cauce, los puentes Cabrera y Espinosa y los gatos merodear por las esquinas.

Antes de salir he mirado por internet por si alguien ha escrito algo sobre este barrio. Encuentro una entrada que parece de fiar porque dice que La Churra se pobló en el siglo XIV con africanos provenientes de las sierras de Vélez de la Gomera, que se conocían como Gomeres, y que eran la guardia personal del emir e iban a servir en las milicias. Los Gomeres se fueron asentando por el cerro del Mauror o Maurón, que quiere decir "de los Aguadores". Y es que allí vivían personas que iban a vender agua a la ciudad. Los aguadores cogían el agua entre otros lugares de la acequia de Santa Ana o Romayla (que discurre por la margen izquierda del río Darro desde la fuente del Avellano), y de la acequia de los molinos (que partiendo de la Alhambra pasa bajo el barrio de la Churra y llega a la parroquia de Santa Ana).

Ya más en la actualidad, sé que los vecinos de la zona han protestado recientemente porque no hay mucha seguridad pero sí mucha suciedad, sobre todo la procedente de los que hasta allí arriban para hacer pequeños botellones. A Harry le gusta callejear. Y eso hacemos durante al menos media hora. Subimos, bajamos, nos sentamos en los muretes… La mañana es propicia a la reivindicación de la tranquilidad. Pasamos por un lugar que se llama 'El huerto del loro', que es un pub que tiene buena pinta para las noches de buena temperatura. En un muro hay una pintada de algún anticapitalista: "Puto Santander". Y en algunas casas los dueños han puesto cristales sobre las tapias para intentar disuadir a posibles ladrones, método más barato que estar abonado a Securitas o Prosegur. También se ven entre los tejados dos descoloridas banderas republicanas y una gay. Los juegos de ventanas, terrazas, balcones y cipreses dan a la vista la ración de una arquitectura hecha a base de siglos. Hay muchos rincones que pueden resultar idílicos si no es por la suciedad que atesoran a base de botellas, bolsas y cáscaras de pipas. Lo que parece estar claro es que no es el barrio preferido de los barrenderos. Al ver tanta porquería se me ocurre hacer un chiste y se lo traslado a Harry.

-¿Sabes cómo te llamarían si tú vivieras por aquí? Harry el Sucio.

-Estar gracioso tú- dice el irlandés, al que no le ha gustado mi salida.

Cuando bajamos al puente Espinosa por la Cuesta de la Churra vemos a un hombre con una gorra roja. Lleva una mochila a cuestas y nada más aparecer en el puente se le acerca media docena de gatos. El hombre pone la mochila en el suelo y empieza a sacar comida. Hablamos con él y dice que va allí a menudo a darles de comer a los gatos. Dice que le encantan y él mismo dice que en su anterior vida debió ser uno porque si no es así no se explica esa afición suya por los mininos. El hombre de la gorra roja nos cuenta que los felinos asilvestrados del barrio de La Churra podrían ser los más felices de Granada si no fuera porque de vez en cuando hay batidas que merman bastante el censo gatuno.

-Yo creo que los gatos del Darro, igual que los de la Alhambra, son ya una identidad cultural en Granada. Están aquí desde siempre. Deberían ser nombrados patrimonio de la ciudad, como han hecho en Roma y Venecia- comenta el hombre de la gorra roja.

Al dejar la Churra, Harry me dice que él creía que el gato alhambreño ya era una especie protegida en Andalucía.

-No Harry, ese es el lince ibérico. No confundas churras con merinas.

-No entender yo.

-Mejor.

stats