El antes y el después del flamenco

Historias de Granada

El Concurso del Cante Jondo celebrado en Granada hace cien años es considerado el evento que revitalizó este género

'El Tenazas', un cantaor octogenario que había venido andando desde Puente Genil, fue el ganador de las mil pesetas del premio

Uno de los momentos del concurso
Andrés Cárdenas

27 de febrero 2022 - 05:27

Granada/La idea de celebrar en Granada en 1922 un concurso de cante flamenco para intentar dignificarlo y sacarlo del mundo tabernario en el que estaba imbuido, la tuvieron Manuel de Falla y Miguel de Cerón. Este último era una persona muy culta, gran aficionado al dibujo y un gran melómano. Fue el que ayudó a Andrés Segovia a comprar su primera guitarra y el que convenció al padre de Federico García Lorca de que ayudara a su hijo a publicar su primer libro porque el joven poeta tenía mucho talento. Manuel Falla y Miguel Cerón eran muy amigos y de vez en cuando daban largos paseos por Granada. En uno de ellos el músico, gran aficionado al flamenco, se quejaba ante su amigo de la posible desaparición de este cante que a él le parecía tan bello.

–Pues podíamos organizar un buen concurso para revitalizarlo –le dijo Miguel Cerón.

La idea le pareció magnífica a Falla y ambos la compartieron con sus amigos de las tertulias del Rinconcillo y del Polinario. Estamos hablando del pintor Manuel Ángeles Ortíz, de Federico García Lorca, de Hermenegildo Lanz, de Fernando Vílchez… Un grupo de intelectuales capaces de hacer grande una época.

En una de esas tertulias alguien expone que para empezar hay que pedir una subvención al Ayuntamiento de Granada, porque sin ella sería imposible atender a los gastos que conllevaría la celebración de un evento de tales características. El escrito que se presenta en el Ayuntamiento lo firma Manuel de Falla pero es respaldado por Joaquín Turina, Óscar Esplá, Conrado del Campo, Enrique Fernández Arbós, Fernando de los Ríos, Hermenegildo Giner de los Ríos, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes, Manuel Ángeles Ortiz, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Carazo y el torero Ignacio Sánchez Mejías, entre otros. En esa solicitud el músico explica la impotencia que siente para explicar lo que significa realmente el flamenco. Escribe: "Técnicamente es imposible hacer la notación musical de estos cantes y, por lo tanto, no pueden archivarse en ningún documento con la esperanzan de ser desenterrados un buen día en el transcurso de los tiempos. Si la continuidad de los cantaores se interrumpe, se interrumpirá para siempre el cante".

Gran parte de los intelectuales que arroparon al evento.

El texto de la solicitud cala hondo en los munícipes que tienen que dar el visto bueno y en marzo de 1922 el Ayuntamiento decide dar 12.000 pesetas para la celebración de un Concurso de Cante Jondo, el primero que se iba a celebrar a nivel nacional. La organización correría a cargo del Centro Artístico de Granada y gran parte de los miembros participarían en la misma.

La polémica

Hasta ahora todo bien. Pero Granada no sería Granada sin en ella no hubiera una polémica que atender. Según escribe Antonina Rodrigo, no todo el mundo estaba de acuerdo con la celebración de este concurso.

Enseguida surge otro grupo de intelectuales y opinadores que piensan que eso de celebrar un concurso de cante jondo a costa del dinero público no es una buena idea. El primero que reacciona negativamente es el cronista Francisco de Paula Valladar, que escribe en su revista Alhambra: "¡Dejémonos de cante jondo! Corremos, no lo olvide el Centro Artístico, el peligro gravísimo de que esta fiesta pueda convertirse en una españolada". Otro periodista, Joaquín Corrales Ruiz, de pluma corrosiva que estaba al frente del periódico La Opinión, califica al concurso de "la fiesta del 'jipio' tabernario y del 'pingo' en tablao canalla".

El tema saltó a la prensa nacional. Eugenio Noel, antitaurino y antiflamenco, inició en Madrid la campaña contra el citado concurso. Algunos escritores y periodistas se lanzaron a menospreciar el cante flamenco porque lo consideraban un cante marginal que no debía de salir nunca de las juergas de los gitanos y de las tabernas.

Cartel del concurso que diseñó Manuel Ángeles Ortiz y que no gustó a algunos

Pero los intelectuales que estaban a favor eran más. Giner de los Ríos y el periodista Manuel Chaves Nogales no dudaron en defender el certamen en sus columnas periodísticas. Un hombre clave en esta polémica fue Federico García Lorca, que decide escribir una conferencia que bajo el título Importancia histórica y artística del primitivo cante andaluz llamado 'cante jondo' pronuncia allá a donde va. Primero en el Centro Artístico, luego en el teatrillo del hotel Alhambra Palace y después en Madrid. En ella, entre otras cosas, dice: "No es posible que las canciones más emocionantes y profundas de nuestra misteriosa alma, estén tachadas de tabernarias y sucias; no es posible que el hilo que nos une con el Oriente impenetrable, quieran amarrarlo en el mástil de la guitarra juerguista; no es posible que la parte más diamantina de nuestro canto, quieran mancharla con el vino sombrío del chulo profesional. Ha llegado, pues, la hora en que las voces de músicos, poetas y artistas españoles se unan por instinto de conservación, para definir y exaltar las claras bellezas y sugestiones de estos cantos". En otro momento de la conferencia hace un llamamiento a las autoridades: "No dejen morir la apreciable joya viva de la raza, el inmenso terroso milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y mediten bajo la noche de Granada la trascendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos".

A pesar de la polémica el proyecto sigue adelante. Se fija la fecha para la celebración del mismo el 12 y 13 de junio. La comisión encargada de la organización cuidaba al máximo todos los detalles para que el evento saliera bien. Cuenta Antonio Rodrigo que le encargaron a Manuel Ángeles Ortiz el cartel y que, para hacerlo, el pintor rompió con la tradición costumbrista de Granada incorporando un nuevo lenguaje plástico a su obra. Total, que el cartel no gustó a muchos de la comisión que lo trataron de demasiado modernista. Entonces Manuel de Falla le envió una reproducción a Ignacio Zuluoaga y el pintor vasco respondió en un telegrama: "El cartel me parece magnífico". El telegrama se colgó en el tablón de anuncios del Centro Artístico y ahí se acabó la polémica. Si ha dicho don Ignacio que es bueno, es que es bueno.

Vestimenta y el sitio

También se tiene en cuenta la vestimenta con la que había que acudir al concurso. Se rogaba a las señoras y señoritas que asistiesen ataviadas con el "maravilloso traje romántico de los años treinta y cuarenta del siglo XIX, época de apogeo del cante jondo". Pero también se decía que podían asistir con un traje antiguo de carácter español y con mantilla y mantón tan propios de la fiesta andaluza. Los hombres debían ponerse sombrero andaluz. Estaban prohibidos los trajes de etiqueta y el sombrero de copa.

Quedaba por definir el sitio. El interés que había despertado el concurso fue extraordinario. De pronto todo el mundo quería asistir a una de las dos sesiones. La afluencia desbordó el aforo previsto de la plaza de San Nicolás y los organizadores se vieron en la obligación de buscar un sitio más amplio. Se pensó en el Paseo de los Tristes y después la placeta de los Aljibes, en la Alhambra, que es adonde al final se celebró. Los anticuarios y coleccionistas prestaron todo tipo de mantones y telas para decorar el lugar.

El periodista madrileño Ramón Gómez de la Serna hizo la presentación y se cuenta que cada vez que abría la boca para ensalzar el evento, el público, con más guasa que entusiasmo, estallaba en aplausos. Entre ese público estaban los músicos Joaquín Turina y Adolfo Salazar y los literatos Enrique Díez Canedo, Edgar Neville, Ciria y Escalante, Ramón Pérez de Ayala y Federico García Sanchíz. Estaban también los pintores Zuloaga y Rusiñol y los duques de Alba.

Edición casera de la conferencia que dio García Lorca sobre el concurso.

El periódico The Times había enviado a su corresponsal y estaba también el director de la Schola Cantorum de París. Falla también había invitado a sus amigos Igor Stravinski y Maurice Ravel, pero el Ayuntamiento granadino se negó a conceder otra subvención de 1.500 pesetas que se necesitaban para que vinieran a Granada estos dos grandes músicos. Y ellos, la verdad, es que tampoco hicieron mucho por participar: si venían a Granada era a gastos pagados.

La Asociación de la Prensa de Granada ofreció una recepción para tanto ilustre visitante que había venido a la ciudad de la Alhambra para asistir a tan importante evento. En el palco del jurado estaba el presidente del mismo, don Antonio Chacón, acompañado por Andrés Segovia, Antonio Ortega Molina, Antonio Gallego Burín, Andrés Cuenca, Gregorio Abril y José López Ruiz.

En cuanto a los cantaores, la comisión del concurso tuvo que animar a muchos que no querían actuar delante de tanto público. Ellos estaban acostumbrados a cantar entre amigos y en fiestas privadas, pero nunca ante un jurado que pudiera decidir quién cantaba mejor. En aquellas jornadas se pudo escuchar a Manuel Torre, Ramón Montoya, La Niña de los Peines, La Gazpacha, La Macarrona y Manolo Caracol, que solo tenía 13 años. También la cantaora granadina Antonia Muñoz, que era ciega, y una chiquilla a la que llamaban La Goya, que cantó una saeta que hizo llorar a algunos asistentes, según cuentan las crónicas de la época.

En la segunda noche, apareció un inoportuno aguacero y los espectadores aguantaron el temporal bajo las sillas de anea alzadas en vilo sobre sus cabezas, a modo de paraguas, porque nadie se había llevado uno aquella preciosa noche de junio. Ese momento de las sillas apiladas por la lluvia o por encima de la cabeza sirvió de inspiración a López Sancho para su célebre caricatura.

Famosa caricatura de López Sancho sobre la celebración del concurso, con las sillas como paraguas.

Pero de entre todos los cantaores que participaron, hay uno que se merece un monumento, a pesar de estar hoy completamente olvidado. Se llamaba Diego Bermúdez, pero en el mundo del cante se le conocía por El Tenazas. Estaba entre los setenta y los ochenta años cuando decidió venir a Granada a cantar. Él vivía en Puente Genil y se vino andando hasta la capital de la Alhambra. Hacía muchos años que no cantaba, pero estaba más tieso que la mojama y le atraía el premio: mil pesetas para los ganadores. Al Tenazas le quedaba solo un pulmón porque, según decía, el otro se lo habían partido de una puñalá.

La anécdota

Es precisamente El Tenazas quien gana uno (el otro lo gana Manolo Caracol) de los premios de doscientos duros y quien, a partir de ese momento, es considerado el padre del cante jondo. Y gana el premio a pesar de que los cantaores rivales, como cuenta Antonina Rodrigo, lo emborracharon a base de manzanilla en rama, que a espuertas le hicieron beber antes de su segunda intervención. Salió a cantar soleares y, como si fuese un disco rayado, se encalló su inspiración en el arranque: La enterraron… La enterraron… La enterraron… Y de ahí no salió.

Cartel de la convocatoria del Concurso de Cante Jondo

El Tenazas era un tipo bajito y enjuto de cuerpo, con cara de pocos amigos y más serio que un ajo, según lo describe Miguel Cerón, el padre de la idea del concurso. Eso sí, su cante por lo visto ponía el pelo de punta. Cuando le aplauden tanto en su primera actuación, en un fuera aparte se dirige a Manuel de Falla y le dice: "Don Manué, no salgo de mi apogeo". Cuenta Antonina Rodrigo que esta salida del cantaor les encantó al propio Federico García Lorca y a Manuel Ángeles Ortiz que cada vez que se entusiasmaban con algo solían decir: "No salgo de mi apogeo". El Tenazas no volvió de momento a Puente Genil y decidió gastarse las mil pesetas que había ganado en Granada. Miguel Cerón lo tuvo varias veces como invitado a su carmen y en una carta que le escribe a su amigo Juan Viniegra le narra una anécdota relacionada con el cantaor. Cuenta Cerón que una tarde El Tenazas le dijo a media voz.

–Don Migué, me he salío de la posá en la que estaba y he alquilao un cuarto en el Realejo porque me he arrejuntao con una mujer.

Ante el gesto de estupor de Miguel Cerón, que no creía nada en las dotes amorosas de aquel hombre con un cuerpo tan viejo y esmirriado, El Tenazas añadió:

–¡No. No. Ná…! Es paque me avíe el puchero.

Fue don Antonio Chacón, el llamado Emperador del cante, el que puso el broche final del concurso. A base de polos, cañas y granaínas, cantó aquello de:

Quiero vivir en Graná

porque me gusta el oír

la campana de la Vela

cuando me voy a dormir.

Viva Graná, qués mi tierra,

viva el puente de Genil,

la Virgen de las Angustias,

la Alhambra y el Albaicín.

Cuando terminó su actuación, se oía las voces de La Macarrona gritando: ¡Esto es lapoteosis,lapoteosis!

Y es posible. Debió ser la apoteosis.

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