El discutido zahorí

Creer en el poder de la adivinación no es cuestión de cierto grupo social, está extendido entre la población

Francisco González García Y Gracia Fernández Ferrer

08 de mayo 2018 - 02:37

En el primer capítulo de su novela histórica Inés del alma mía de Isabel Allende, la escritora chilena describe algunas de las cualidades de la heroína de su obra. En concreto escribe: "Como mi madre, naci con el don de ubicar agua subterránea. A menudo, a ella y a mí nos tocaba acompañar a un labriego -y a veces a un señor- al campo para indicarle dónde hacer el pozo. Es fácil, se sostiene con suavidad en las manos una varilla y se camina lentamente por el terreno, hasta que la varilla, al sentir la presencia de agua, se inclina. Allí se debe cavar. La gente decía que con ese talento mi madre y yo podíamos enriquecernos, porque un pozo en Extremadura es un tesoro, pero lo hacíamos siempre gratis, porque si se cobra por ese favor, se pierde el don. Un día ese talento habría de servirme para salvar a un ejército".

Posteriormente se describe como Inés Suárez encuentra agua en el desierto de Atacama y salva a la expedición de Pedro de Valdivia de una muerte casi segura. La búsqueda de agua la realiza la protagonista de la novela cuando encuentra a un lagarto entre las piedras, deduciendo que si aquel animal sobrevivía en aquel infierno de sol, de algún lugar debería sacar un sorbo de agua. Y es entonces cuando moviéndose en círculos durante una hora, con una varilla en la mano y rezos en los labios, Inés termina señalando un lugar. Pide picos y palas. Al cavar y llegar a una vara y media de profundidad (aproximadamente un metro), en un terreno blando, la tierra comenzó a humedecerse y poco después comenzaba a brotar lentamente el agua.

El conocimiento de las características de los terrenos es lo que permite encontrar aguaLas pseudociencias basadas en algún don natural son tan falaces como la homeopatía

Estas líneas del relato de Isabel Allende, junto a relacionar la literatura con nuestra Ciencia Abierta, ilustran con bastante claridad muchas de las características de la figura tradicional del zahorí.

En primer lugar se nos dice que al zahorí acuden gentes de todo tipo (labriegos o señores) para solicitar sus servicios; en definitiva creer en el poder de la adivinación no es solo una cuestión de cierto grupo social sino que está extendido entre toda la población. Dirán ustedes que tampoco los señores hidalgos del siglo XVI eran pozos de cultura, y cierto es que a los zahorís se les atribuía también ciertos pactos con poderes oscuros. Por ello nuestra protagonista junto a utilizar la varita de madera rezaba mientras busca el agua, de modo que puede atribuir a la intervención divina el hallazgo del agua. De hecho al pozo que termina por excavar le pondrá el nombre de Nuestra Señora del Socorro, atribuyendo a la concurrencia de la Virgen el hallazgo del líquido elemento. Mejor ser mediadora del cielo que no mano del diablo, en particular cuando los frailes que acompañaban a los conquistadores podían terminar acusándote de brujería y devolverte para España envuelta en cadenas.

En segundo lugar leemos que Inés Suárez decide buscar el agua cuando aprecia algún signo de que ésta estuviera cerca. En el relato es cuando encuentra un signo de vida. Durante días han caminado por lo más inhóspito de Atacama, "El Despoblado" lo llaman. Y manda cavar en una zona de arenas donde al poco las aguas subterráneas pueden dar señas de su existencia. En definitiva no es la varita de madera ni los rezos lo que permite encontrar el agua. Ha sido el conocimiento de algunas características de los terrenos lo que le puede indicar un lugar donde podría encontrarse el agua freática.

Quizás se pregunten ustedes la razón de dedicar nuestra Ciencia Abierta a la figura del zahorí. Les explico, como puede hayan intuido, que la actividad del zahorí es de las clasificadas como actividades pseudocientíficas.

Sin embargo debemos aclarar una cuestión esencial acerca de la búsqueda de las aguas subterráneas. El estudio del terreno por disciplinas científicas derivadas de la Geología, como la Hidrogeología, nada tienen que ver con las afirmaciones comunes que realizan personas que se denominan rabdomantes o radiestesistas, versión moderna del clásico zahorí.

Estos rabdomantes afirman que pueden detectar cambios en los campos magnéticos, eléctricos, electromagnéticos o del tipo que quieran ustedes para detectar dónde se ubica el agua. Y para ello se ayudan de sencillos artefactos como péndulos, varillas u horquillas de madera que les permiten potenciar la magnetorrecepción que, afirman, posee el ser humano. O bien que ellos poseen de forma particularmente elevada.

Lo científicamente demostrado es que el ser humano no posee la capacidad de detectar esos campos electromagnéticos. No tenemos ese don, ni es heredable como afirmaba Inés Suárez. Cierto es que hay otros animales que si tienen formas de magnetorrecepción, pero no el Homo sapiens sapiens. Ni tampoco hay evidencias científicas que apoyen la posibilidad de curar por campos magnéticos, imanes, biomagnetismo, poder de las piedras, etc. Todas estas pseudociencias basadas en algún don natural son tan falaces como la homeopatía que tanto preocupan últimamente a las autoridades médicas. En el siglo XVI y en el XXI parece que el ser humano mantiene ciertas creencias mágicas que nutren y llenan los bolsillos de muchos vendedores de aguas milagrosas.

Lo que también tenemos los humanos es la capacidad de aplicar nuestros conocimientos científicos para ubicar los terrenos que contienen agua subterránea, los acuíferos. Esos conocimientos los aplica la hidrogeología y, sin duda que, son la base con la que multitud de empresas se anuncian para encontrarles agua de riego a los agricultores o a particulares que quieren tener un pozo en su terrenillo. No esperen que aparezcan con una varita sino con una potente maquinaria de prospección, aunque sorprendentemente en su publicidad utilizan con profusión el término zahorí e indican que les encuentran el agua y en ocasiones muestran la típica imagen del señor con la varita en las manos. Puede que sea simple estrategia publicitaria que explota la imagen tradicional del discutido zahorí, pero les aseguro que estos zahorís si cobran por sus servicios.

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