Las dudas de Darwin

La fecha de publicación del 'Origen de las especies' era el 24 de noviembre de 1859, pero dos días antes la edición estaba vendida

Las dudas de Darwin
Francisco González García

24 de noviembre 2015 - 01:00

El 24 de noviembre de 1859, es decir tal fecha como hoy pero hace 156 años, Charles Darwin escribía a su amigo T.H. Huxley: "Mi querido Huxley. Hoy he sabido por Murray que vendió la Edición completa de mi Libro el primer día, y quiere otra instantáneamente, lo que me confunde, pues apenas puedo hacer correcciones…". La cita a "mi Libro" se refiere obviamente al Origen de las especies cuya fecha de publicación estaba establecida para el 24 de noviembre.

Darwin terminó de leer las pruebas de edición del libro el primer día de octubre de 1859 y recibió un ejemplar impreso el día 2 de noviembre; en la segunda semana de ese mes se enviaron ejemplares de presentación y para el 20 de noviembre las peticiones de los libreros al editor de Darwin, John Murray, ya superaban el número de libros que constituían esa primera edición que era de 1250 ejemplares. En definitiva para el 22 de noviembre la edición ya estaba vendida al completo incluso antes de la fecha oficial de publicación. La segunda edición de tres mil ejemplares, impresa poco después, obtuvo igual éxito. Recordemos que se trataba, se trata, de un texto de unas 650 páginas y con un título tan farragoso como On the Origin of Species by means of Natural Selectión, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life, es decir en su traducción española "Del origen de las especies por medio de la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida".

Nos podemos preguntar cómo Darwin parecía preocuparse por no poder hacer correcciones en un texto que venía preparando desde al menos 1842, quince años atrás. Para responder a esta cuestión podemos acudir a otra de sus cartas, escrita el 13 de noviembre a Leonard Jenyns (un naturalista amigo al que había enviado un ejemplar del libro), y en la que le decía: "…recuerde que mi libro es solo un resumen y muy condensando y que para poder entenderse debe ser leído con sumo cuidado. Agradeceré mucho cualquier crítica. Pero sé perfectamente bien que usted no coincidirá en absoluto con los extremos a los que llego. Me costó muchos años convertirme. Por supuesto, puedo estar tremendamente equivocado; pero no puedo convencerme a mí mismo de que una teoría que explica, como creo que ciertamente explica, varias grandes clases de hechos pueda ser completamente errónea, pese a las diversas dificultades que han de superarse de algún modo y que me hacen vacilar incluso en la actualidad". Seguía Darwin su carta con quejas sobre su salud que le había impedido poder completar aún más su libro, recordemos de más de 600 páginas, pues el verano anterior había sufrido varias dolencias de las que se había tratado con la hidroterapia característica y tan de moda en aquellos años del siglo XIX, con poco éxito por otra parte.

Intentemos desmenuzar el significado de las dudas de Darwin. Desde muchos años atrás Darwin escribía borradores de su teoría sobre el origen de las especies, pero no se decidió a publicarla hasta que el 18 de junio de 1858 recibió de Alfred Russel Wallace una copia de un ensayo de ese naturalista titulado Sobre la tendencia de las variedades a apartarse indefinidamente del tipo original. En ese artículo, de no más de 25 páginas, aparecen ideas muy similares a las del propio Darwin. Darwin llevaba casi 20 años recopilando datos, escribiéndose con multitud de naturalistas y ordenando sus ideas en cientos de páginas; y ahora de pronto veía peligrar toda la originalidad de su teoría. Los amigos y colaboradores de Darwin, Charles Lyell y Joseph Dalton Hooker, le aconsejaron que presentara el ensayo de Wallace junto a un resumen extenso de sus propias ideas. Estos documentos se presentaron el 1 de julio de 1858 a la Sociedad Linneana de Londres, junto con unas cartas de Asa Gray, Lyell y Hooker que daban fe que las ideas de Darwin eran conocidas desde al menos 1844. Con ello se intentaba salvaguardar la originalidad de la teoría de Darwin. Wallace nunca disputó la primacía de sus ideas puesto que entendió que su manuscrito no habría sido nunca valorado frente a la ingente cantidad de datos y observaciones recogidas por Darwin. Wallace solo se reconocía un mérito, haber decidido a vencer las dudas de Darwin a publicar su teoría.

Una teoría que intentaba explicar "varias grandes clases de hechos", en palabras de Darwin. Charles Lyell, en septiembre de 1859, ponía nombre a esos hechos cuando afirmaba que Darwin "había conseguido arrojar un chorro de luz sobre muchas clases de fenómenos conectados con las afinidades, la distribución geográfica y la sucesión geológica de los seres orgánicos, para los cuales no se ha podido, o incluso intentado, explicar otra hipótesis".

Apreciamos que hay una cierta confusión en el uso de los términos teoría e hipótesis. Esta confusión, habitual entre nuestros queridos estudiantes, suele sustentarse en el significado cotidiano de estos vocablos. Solemos decir que algo es una teoría como sinónimo de explicación no confirmada de un hecho, es decir la hacemos sinónimo de hipótesis, de explicación provisional no "totalmente confirmada", de mera suposición. Sin embargo, en Ciencias una teoría es la forma más rigurosa y completa de conocimiento, estando conformada por un conjunto de proposiciones que permiten construir un modelo aproximado de la realidad natural y entender un gran conjunto de hechos empíricos u observables.

Ese es el gran "chorro de luz" que aportaba y aporta Darwin, explicar el origen de la enorme diversidad de seres vivos mediante un procedimiento, la selección natural. Hoy sabemos que hay otros mecanismos naturales, junto a la selección natural, que lo pueden explicar. Hasta entonces, hasta ese 24 de noviembre de 1859 (o el 1 de julio de 1858 si queremos ser muy puristas) todas las explicaciones científicas dadas no podían explicar todos esos fenómenos que comenta Charles Lyell y en definitiva no había alternativa científica a la idea de que la diversidad de los seres vivos no eran más que fruto de un acto o una serie de actos de voluntad divina. Ahí radica el origen profundo de las dudas de Charles Darwin.

Cuando le escribe a Leonard Jenyns, naturalista y clérigo, "sé perfectamente bien que usted no coincidirá en absoluto con los extremos a los que llego, me costó muchos años convertirme", Darwin estaba anticipando las enormes críticas que sabía iba a recibir desde la Iglesia Católica y desde casi todas las religiones. En sucesión lógica de sus trabajos, en 1871, en su obra El Origen del Hombre, escribe: "La principal conclusión a que llegamos en esta obra, es decir, que el hombre desciende de alguna forma inferiormente organizada, será, según me temo, muy desagradable para muchos". Darwin dice que teme. Aún hoy siguen siendo los sectores más radicalmente conservadores de las iglesias los que atacan furibundamente las ideas derivadas de la teoría de Darwin. Realmente debemos temer a aquellos que no dudan, que parecen tener una fe ciega. Amemos a la Ciencia que siempre está abierta a la duda, como Darwin.

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