Los efectos del “verano más seco” en las lagunas de Sierra Nevada
Sierra Nevada
La calima y las temperaturas extremas, con un estío de casi seis meses, propician que desaparezcan algunas de las masas de agua de las cumbres por primera vez
De los más de 2.300 manantiales de la provincia, casi 1.500 están secos o con un caudal inferior a un litro por segundo
El clima del pasado se puede interpretar en las 74 lagunas que hay en Sierra Nevada. El estudio de estas masas de agua, de sus sedimentos y de la fauna y flora asociada, pueden por tanto permitir vislumbrar lo que va a ocurrir en el futuro. La lectura de los sedimentos en estas masas de agua apunta a que en los últimos 7.000 años se han sucedido etapas climáticas que tienen un hito clave hace 4.000 años. Hace esa legendaria cantidad de años se dio inicio a la explotación de minas. La necesidad de recursos agrícolas hizo necesario también recurrir a las quemas de bosques. La mano del hombre dejó su impronta en unos vestigios que ahora los investigadores analizan en Sierra Nevada. Aquellos restos de las quemas y el polvo levantado en la extracción de minerales viajaron con el viento y en un momento dato acabaron depositándose en la Sierra. Elementos como estos, el estudio del clima, han impulsado diferentes vías de investigación en el entorno, que es objeto de estudio de forma más sistemática es de hace casi 50 años. “Son sensores muy buenos del cambio global”, afirma el investigador del Departamento de Ecología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada Manuel Villar.
Conscientes de este valor de testigo, investigadores de la Universidad de Granada han desarrollado proyectos como 74 Oasis Glaciares de Alta Montaña, nacido en 2018. Son voluntarios los que registran los cambios en las lagunas a través, entre otras iniciativas, de fotos, que quedan documentadas en el proyecto. Así se pueden estudiar qué ocurre en el macizo. Y este año ha sido singular.
“Ha sido sin duda el más seco desde que tenemos registros”, esgrime el investigador de la UGR. “El deshielo ha ido muy rápido”, apunta Villar. Las altas temperaturas (con una inusual ola de calor en junio, aún en primavera) y el extraordinario episodio de calima del pasado mes de marzo aceleraron el proceso. “El periodo estival ha sido más largo”, un verano de casi seis meses, añade el investigador, que señala que, efectivamente, ha habido lagunas que se han secado “por primera vez desde que tenemos registros”. A más temperatura, la evaporación ha sido “mayor”, lo que ha afectado a las lagunas. Entre las que han sufrido este fenómeno están las superiores de Siete Lagunas, las de Río Seco o la del Nájera. “Simplemente, desaparecen”.
El verano de seis meses sucedió a un invierno atípico, en el que apenas nevó hasta el mes de marzo. Desde la apertura de la estación de esquí hasta 1 de marzo se registraron apenas 16 nevadas que dejaron en total 41 litros por metro cuadrado, según los datos del cierre de la campaña facilitados por Cetursa. Del 2 de marzo a 24 de abril se contabilizaron 32 días de nevadas con un acumulado de 245 litros por metro cuadrado, lo que permitió que, con el deshielo, se recargaran acuíferos o embalses como el de Canales.
Dentro de la iniciativa 74 Oasis Glaciares –iniciativa pionera en España–también se desarrolla la toma de muestras en estas lagunas, lo que ha permitido evidenciar otro problema medioambiental, la presencia de microplásticos. No es sólo que haya poca agua, también en qué condiciones se encuentra.
“Granada tiene manantiales en buen estado, que resisten la sequía, y también muchos que no”. Es el resumen que ofrece el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Antonio Castillo, que desarrolla su trabajo en el Instituto del Agua, dependiente a su vez de la Universidad de Granada. El experto advierte: “El decaimiento del agua es debido a múltiples factores. Uno es la sequía, pero no es el principal”.
Que Granada pueda sufrir en su territorio el fenómeno que ahora se da en Doñana no es fácil. Castillo reseña que la provincia cuenta con “particularidades” y “no se puede generalizar”. Sí es común a ambos territorios, el del Parque Nacional y las masas de agua de Granada –tanto superficiales como subterráneas– un elemento común: el riesgo de sobreexplotación. Si en el caso de Doñana esto ya ha provocado la desecación de lagunas – “La puntilla ha podido ser la sequía”, apunta el científico– en Granada, según Castillo, se ha registrado el “agotamiento” en manantiales. En esta línea se encauza el estudio elaborado por la organización Greenpeace, que señala el mal estado de varios acuíferos de la provincia tanto por presencia de químicos como por sobreexplotación.
“No podemos decir que ningún acuífero esté inexplotado”, añade el investigador del Instituto del Agua sobre la situación actual de las masas de agua subterráneas. Estos depósitos bajo tierra “son mucho más grandes” que los embalses superficiales. Con el mismo mecanismo que éstos, cuando están llenos rebosan de agua, que sale por el aliviadero. En el caso de los acuíferos, estos aliviaderos son los manantiales. Es significativo el caso del de Deifontes. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico expuso que” la disminución de precipitaciones de los últimos años, además de una bajada drástica en los niveles de los embalses de Cubillas y de Colomera, ha supuesto una reducción significativa en el caudal “ en este manantial, por lo que el agua que es capaz de proveer es “insuficiente para cubrir la demanda. A corto plazo, la situación del manantial obliga a recurrir a otra fuente de suministro para abastecer la zona”, añadió el Ministerio en el comunicado en el que señaló una inversión millonaria (6,7 millones) para conectar los pozos de emergencia de la Vega con el depósito de Loaysa.
Tampoco están boyantes los acuíferos, señala Castillo, de Fuente Grande –objeto ahora de un proyecto de recuperación liderado por la Universidad de Granada, que pretende volver a la vida la acequia de Aynadamar, quince kilómetros de ‘carretera’ del agua que conectaba este manantial con el Albaicín–, Darro o Alomartes, mientras que en Riofrío también están alerta.
Antonio Castillo, que impulsa el proyecto Conoce tus fuentes –premio Andalucía de Medio Ambiente 2012 y Bandera de Andalucía 2020, entre otras distinciones– apunta a que son ya poquísimos los manantiales que tienen un caudal superior a los 100 litros de agua por segundo. en. La iniciativa Conoce tus fuentes ha catalogado 2.341 puntos donde brota el agua en la provincia de Granada. De este total, se indica que sólo en 23 el caudal es todavía vigoroso, superior a los 100 litros por segundo que menciona el investigador. Otros 1.472 apenas surten un litro por segundo o menos y, según la catalogación que ofrece el proyecto, 438 están “afectados” por bombeos o derivaciones. Castillo advierte que los datos no están actualizados y “están subestimados” pero que queda claro que “la evolución es a tener menos agua en los ríos, en los humedales, en los embalses...”. La clave, reitera el investigador, está en el “consumo, por encima de lo que el cielo nos regala”, aunque apunta a que la agricultura hace un uso “eficiente” de los recursos.
En el agro fija el experto otra de las claves de la situación y que se puede explicar con el proyecto de recuperación de Aynadamar. Mientras la acequia estuvo en funcionamiento, desde al menos el siglo XI hasta el XX, el agua que transitaba por la misma surtía a los cortijos de la zona, desde Alfacar a Granada, y también se filtraba, lo que ayudaba a la conservación del entorno, explica el investigador principal del proyecto MEMOLab, José María Martín Civantos. La acequia, en desuso, se colmató y dejó de llevar agua a la ciudad, lo que conllevó que el entorno a un lado y otro de la acequia también se viese modificado. Ahí están las ruinas de cortijos y albercas. “El abandono del mundo rural” es otra de las causas del agostamiento de los manantiales. “Antes cualquier cortijo tenía fuente, abrevadero... ese sistema de acequias se ha perdido”.
"Es un laboratorio excepcional del cambio global"
A finales del mes de septiembre la Facultad de Ciencias acogió la presentación del libro The landscape of The Sierra Nevada. A unique laboratory of global processes in Spain, del investigador de la UGR Regino Zamora. El autor destaca que en la obra se destaca que Sierra Nevada es un “laboratorio excepcional” para analizar los procesos relacionados con el “cambio global”. En las últimas décadas se han realizado más 800 publicaciones científicas que tienen como objeto el estudio del macizo, reseña Zamora, que destaca que la mitad de esos trabajos son de autores de la UGR. El libro ofrece una visión integradora de los avances científicos más recientes, trabajos que además pueden ser aplicados a otros entornos, como la Vega.
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