La emblemática fuente del Avellano
Extramuros de la ciudad se sitúa esta fuente emblemática de hondo sabor granadino. Al pie del Generalife, asomada al Darro, nos trae el recuerdo de Ángel Ganivet y de su Cofradía del AvellanoLa Cofradía del Avellano era una reunión de amigos sin dominio ni reglamento, semejante a una academia helénica · Nadie me explicó qué relación había entre Ganivet y aquella modesta fuente
¿No merecía Granada, entre sus bellos títulos, ostentar también el de Ciudad de las Fuentes? Ninguna ciudad de España posee tan lindas ni tan múltiples fuentes como Granada la Sultana. Esto escribía Melchor Almagro en los Recuerdos de mi vida, pero eso era allá por 1900.
Una de las fuentes más emblemáticas para los granadinos ilustrados de finales del siglo XIX era la del Avellano, asociada como estaba a la figura de Ángel Ganivet. Sin querer olvidar a sus dos fuentecillas hermanas, situadas un poco más arriba y también en el valle del Darro, la Fuente Agrilla y la de la Salud. Mil veces bebí sus aguas de niño y jamás nadie me explicó qué relación había entre Ganivet y aquella modesta fuente llamada del Avellano con justicia porque, efectivamente, por allí quedaban todavía algunos avellanos; yo los vi. La pureza de sus aguas se debe a filtraciones por los conglomerados de la "formación Alhambra", según refiere el profesor García Guardia en su precioso libro sobre el agua, las fuentes y el bronce.
Resulta curioso que la vida del autor de Granada la Bella haya estado tan vinculada al agua: nació junto a un molino, se reunía con los amigos en aquella fuente y acabó dormido sobre las frías aguas del río Duina en noviembre de 1898.
Nadie me habló de la Cofradía del Avellano, aquel cenáculo que el mismo Ganivet (Pío Cid) fundó y en el que se reunía lo más granado de la intelectualidad local, Nicolás María López (Antón del Sauce), Matías Méndez Vellido (Feliciano Miranda), Ruíz de Almodóvar (Perico Moro), Rafael Gago (Castejón), Melchor Almagro (Gaudente el Joven), Afán de Rivera (Gaudente el Viejo)… Pero me enteré un poco tarde de sus componentes y del interés que podría tener el agua fresca de aquella fuente, si no era el de reunirse en amena tertulia, "hablar de lo divino y de lo humano" y arreglar con sus argumentos los problemas de la ciudad. Tal vez no bebieran sólo agua o ésta fuera "ardiente".
La Cofradía del Avellano era una reunión de amigos sin domicilio ni reglamento; semejante a una academia helénica, sentados en torno a una fuente de agua fresca, entre álamos y avellanos, según dejó escrito uno de sus componentes, Nicolás María López; tuvo poca duración y su verano más fructífero fue el de 1897 aprovechando unas vacaciones consulares de Ganivet. Muerto prematuramente el fundador, se acabó la Cofradía y parece que Granada se ha olvidado bastante de la Fuente del Avellano y algo del propio Ganivet. Quedan de la fuente numerosas citas; el mismo Ganivet en Los trabajos del infatigable Pío Cid dice "…y juntos nos encaminamos, dando un paseo, a la fuente del Avellano…".
El pintor y escritor granadino afincado en Madrid, José María Torres Morenilla, añorando los paisajes de su tierra, dejó escrito esto: "La más humilde, la más natural y quizá la más famosa [de la fuentes de Granada] es la del Avellano. Cuántas historias de amor se habrán trabado alrededor de su caño pequeño y gracioso; cuántas meditaciones, palabras sueltas, susurros y silencios".
Sin embargo podemos añadir, cuántas gamberradas, cuántas salvajadas, cuántos olvidos ha soportado. Un azulejo de Fajalauza, copia del original colocado en 1991 y muy amenazado, intenta recordar a Ángel Ganivet y la belleza de aquel paraje que él enalteció.
Reconozco, sin embargo, que quien más divulgó después la fama de la fuente fue precisamente el cantar popular que escribió el maestro granadino, natural de Salobreña, José María Legaza Puchol y al que puso voz Antonio Molina: Al pie del Generalife/ en las márgenes del Darro/ hay una fuente famosa/ la fuente del Avellano.
Testimonio fiel de la frescura y bondad de sus aguas dieron aquellos aguadores de Granada que la pregonaban por toda la ciudad, aunque es verdad que a veces reponían sus garrafas en los más cercanos caños del Pilar del Toro.
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