87,33 gramos de tierra custodiados en Granada para resolver el enigma de Colón y sus tumbas
UGR
El catedrático de Farmacia Rafael Delgado coordina el estudio del polvo que se extrajo de la urna exhumada en la Catedral de Sevilla con los restos del almirante
El próximo 12 de octubre, la conmemoración del descubrimiento de América tendrá como aliño las nuevas revelaciones sobre Cristóbal Colón en las que trabajan cuatro laboratorios internacionales coordinados por la Universidad de GranadaUniversidad de Granada. Ese día, y no antes, se conocerán los resultados de las pruebas de ADN que se realizan a los escasos restos óseos que quedan del navegante. Lo que diga el ADN servirá, posiblemente, para avanzar en despejar la niebla que pesa sobre la identidad de Colón, descubridor de un continente pero sin patria chica a la que atribuir el mérito de ser el lugar donde el almirante vio por primera vez la luz.
Lo que ahora se investiga bajo la coordinación del catedrático José Antonio Lorente comenzó a estudiarse hace años. Muchos años. Entonces las limitaciones de la tecnología impidieron avanzar en el análisis genéticos de los huesecillos. Si se hacían los análisis, era a costa de quedarse sin restos. Por eso se decidió aplazar los análisis hasta que la técnica permitiera extraer la máxima información de los fragmentos sin que éstos quedaran condenados a desaparecer.
Pero no solo de huesos vive la investigación sobre los restos de Colón.En la urna que se custodiaba en la Catedral de Sevilla y que fue exhumada en 2003 para el análisis de los restos por Lorente y el catedrático de Medicina Miguel Botella había algo más. Lorente extrajo con una duquesa 87,33 gramos de polvillo, una tierrecilla “irremplazable” que también se analizó en la Universidad de Granada, concretamente en el Departamento de Edafología y Química Agrícola de la Facultad de Farmacia. Se hallaron restos de hilos de oro y un perdigón además de semillas, artrópodos, carbones, huesos de microrroedores y material de construcción.
Rafael Delgado, catedrático de Farmacia, habla de la dimensión humanística de la Facultad. Deja claro que ese valor es clave para entender el motivo que llevó aquellos poco más de 87 gramos de tierra a su departamento universitario. “Uno que esté con las pipetas todo el día no lo puede hacer”, asevera sobre la investigación que él ha coordinado y que espera que en el futuro añada nuevas claves para entender al Colón después de muerto, que tuvo casi tanto trajín como de vivo.
Delgado –que ocupa el sillón 21 de la Academia de Medicina de Andalucía Oriental Ceuta y Melilla– muestra con orgullo la Facultad. Ahonda en la necesidad de apostar por una Universidad que cumpla con la misión de investigar y también la de formar personas.
El catedrático, experto en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, habla con entusiasmo de la investigación en la que trabaja actualmente. El análisis de los talcos. ¿Y qué hay de nuestro Colón? A la tierrecilla que se encontró en el ataúd le aplicó el mismo celo científico y la severidad de la metodología científica que ahora aplica a los talcos.
Del análisis de los casi 88 gramos se ocupó el grupo de investigación RNM-127 de Ciencias del Suelo y Geofarmacia. Se quería arrojar luz sobre algunos enigmas que enturbian la figura del almirante, fallecido en Valladolid el 20 de mayo de 1505, descarnado –algo habitual en la época– y trasladado a Sevilla en 1509. Casi medio milenio después, Miguel Botella analizó los restos desde el crisol de la antropología, Lorente desde el punto de vista genético, y Delgado y su equipo –en el que están su hermano, el también catedrático Gabriel Delgado y Juan Manuel Martín García, desde la edafología.
El cuerpo de Colón estuvo en Sevilla lo justo. Entre 1541 y 1544 los restos fueron trasladados a Santo Domingo junto a los de su hijo Diego. De nuevo embarcaron en 1795, esta vez rumbo a La Habana, y de allí de vuelta a Sevilla en 1898.
Juan Manuel Martín García explica que Colón falleció en Valladolid por casualidad. Estaba allí porque perseguía al rey Fernando. Fue enterrado con el hábito franciscano, según algunas crónicas. “Se lo llevaron a la capilla de Nuestra Señora de las Cuevas en Sevilla, en la isla de la Cartuja. Su nuera, María Álvarez de Colón, virreina de la isla de La Española, dispuso el traslado de los restos de Cristóbal y de Diego Colón a Santo Domingo. “Tuvieron que esperar porque no estaba terminada la catedral, la primera del nuevo mundo”. En 1795 la política internacional lleva a los Colón, padre e hijo, a un nuevo viaje postmortem. “España tiene que ceder La Española a Francia tras la firma del tratado de Basilea”. En 1898 se pierde Cuba, y los restos viajan a España, a Sevilla.
“Diego y Cristóbal fueron enterrados en tumbas adyacentes en la República Dominicana, y pudieron ser confundidos”. En 1877, de hecho, se afirma que se han encontrado nuevos restos del almirante, casi un siglo después del viaje a La Habana en 1795. “Antes del traslado hubo piratería e invasores ingleses”, por lo que pudo ser que los restos se taparan y ocultaran para evitar que fueran profanados y, en el momento de trasladarlos, hubiera una confusión. ¿Fue así?
Exhumaciones varias –con pérdidas fortuitas, o no, de restos óseos en cada una de ellas–, viajes trasatlánticos –en los que era incluso necesario ocultar a la tripulación que se transportaban cadáveres, al estar muy extendida la creencia entre los marinos que un muerto a bordo traería mala suerte–, piratería y desastres naturales. De parte de estas peripecias quedó huella en la urna, donde además del famoso perdigón y las hebras de oro, los investigadores de la UGR han encontrado material de construcción, restos de mortero y ladrillo. Determinar si estos restos eran de Santo Domingo, La Habana y Sevilla fue una “investigación detectivesca”, apunta Rafael Delgado. El equipo que coordina consiguió restos de material de construcción cada uno de los enclaves donde se afirmaba que Colón había estado enterrado. “En Valladolid –donde murió– un teatro tapaba el convento de San Francisco”. Se lograron muestras de mortero y ladrillo de ese punto, y también de la capilla de los Colón de Sevilla y, gracias a la investigadora del CSIC María del Pilar Luxán, de Santo Domingo. Así se ha podido determinar que los restos sí viajaron de Europa al nuevo mundo y regresaron.
También se puso bajo la lupa el metal de la urna, ante la duda de que hubiera habido un cambiazo y que la auténtica fuera la de Santo Domingo. “La isotopía demuestra que hay parecido con las extracciones de las minas de Sierra Morena, prueba de que el material salió de España”. Esto da al traste otras versiones que se han difundido sobre cómo y dónde se enterraron los ataúdes de los Colón.
Además de hallar estas concordancias que entierran algunas de las versiones nacidas al calor de la falta de fuentes, en los poco más de 87 gramos de polvo había hilo de plata y oro. “Pudo ser de un paño de homenaje con flecos de oro” utilizado en la ceremonia de traslado de Santo Domingo a Cuba. O puede que la presencia de este hilo precioso contradiga la versión que afirma que fue enterrado de franciscano. De su análisis –así como del estudio del perdigón– se ocupó un experto mundial, Christopher Jeynes, de la Universidad de Surrey.
También se hallaron restos biológicos no humanos, de moluscos, que fueron identificados gracias a la participación del investigador del Museo de Historia Natural de París y malacólogo Olivier Gargominy. Éste determinó que las conchas eran de zonas tropicales, lo que implica confirmar los viajes de ultramar del almirante e hijo. “La tierra forma parte de los signos de identidad del cadáver”, apostilla Rafael Delgado.
Queda por estudiar tanto los granos minerales –de cuarzo concretamente, del que se puede conocer exactamente de qué punto del planeta fue extraído– y los carbones, que fueron analizados en 2012 en el Oxford Merton College, tarea para la que se requiere financiación. Además. Delgado apunta a que “se deberían estudiar los restos que están en Sevilla y en el faro de Colón, los restos dominicanos”. “En todas estas ciencias básicas la transferencia es compleja –añade el catedrático– pero tiene retornos culturales”. Además, apostilla que “igual que se ha revolucionado la criminalística, podemos dar un vuelco al estudio de personajes históricos”, subraya el investigador.
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