El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
Entrevista | Manuel Amador | Pregonero de la Semana Santa de Granada
El primer domingo de Cuaresma trae, como cada año, una de las principales convocatorias cofrades de este tiempo litúrgico: el pregón oficial de la Semana Santa. Un evento que progresivamente va adquiriendo una mayor dimensión y repercusión social. Una cita, la del pregón, que llevará este domingo a cientos de cofrades y representantes de la vida pública granadina hasta los palcos y butacas de platea del Isabel la Católica.
Pero la expectación y lo concurrido del teatro en los previos al pregón viene marcado por el runrún que despierta el nombramiento del pregonero. Todo apunta que el de este año –incluso a pesar de caer en mitad de un puente festivo– será capaz de colgar el “No hay billetes” en las puertas de cristal del coliseo isabelino. Manuel Amador Mayor (Granada, 1977), el pregonero, arrastra y sabe manejar los resortes para concitar el interés necesario.
Este granadino, hermano de La Esperanza e hijo fiel de la que vive en la Carrera se siente abrumado. No esperaba que su nombre despertara tanto interés ni tampoco que estuviera llamado a ser una de esas figuras ilustres que, desde ya, forme parte de la nómina de pregoneros de nuestra semana mayor. Como diría san Mateo, muchos son los llamados y pocos los elegidos. “Cuando me llamó el señor presidente [de la Federación] me quedé destrozado, sin palabras. No me lo esperaba. Me quedé en silencio unos segundos. Tanto es así que el propio Jesús Muros me dijo: ¿será que sí, no?”. Se cumplía el anhelo que una vez tuvo de juventud pero que había morado en el sueño de los justos desde hacía demasiado.
Y es que para Manuel Amador asomarse a un atril a declamar y exaltar el mundo cofrade no es algo nuevo. Lo hace desde hace años y su compromiso más reciente, en este sentido, lo tuvo con motivo del pregón de la coronación canónica de la Niña de Santa Ana, donde intervino al alimón otros dos grandes del género: Álvaro Barea y Jiménez-Muriel. Sin embargo, el pregón de la Semana Santa, donde comparece como único espada, es distinto. “Es una responsabilidad enorme. Da vértigo”, asegura el Amador. Y es que no se trata de exhortar a los cofrades en base a la particular Semana Santa que cada cual desde pequeño ha vivido: “se trata también de pregonar y cantar las glorias de todas y cada una de la las treinta dos hermandades”, concluye.
No cabe duda que el pregón será un texto personal y donde se pondrá de manifiesto la concepción que el propio autor tiene de las cosas. Llega, además, en un momento difícil y de turbación en lo personal pero que llega en el momento cofrade perfecto, tal y como ha asegurado el pregonero. Por eso prefiere reflexionar más que reivindicar: “desnudo por completo mi alma en este pregón y me centro absolutamente en las imágenes que conforman nuestra Semana Santa”, dice Manuel Amador.
Tanto es así que “es un pregón ‘muy yo’, muy cofrade y muy granadino. O al menos eso han dicho las personas que ya lo han escuchado”. Tan granadino que el propio pregón empezará dirigiéndose a la Virgen de las Angustias. A partir de aquí, “la trama va a ser como una película, empiezo por el aparente final y termino en el principio, acordándome de mi virgen: la Esperanza”.
Sus palabras, ya impresas, aguardan a que llegue la hora de darles voz. Mientras tanto, el nerviosismo se incrementa: “estoy tranquilo pero imagino que a medida que vaya acercándose el momento estaré peor”. En cualquier caso, la corbata verde espera a ser anudada sobre el cuello de la camisa y el chaqué reposa impoluto a falta de que se ciña la levita y coloque en la solapa la insignia de oro de la hermandad. Para ese entonces sólo restará un detalle, colocar sobre el bolsillo algo de gran valor simbólico para él: “quise tener conmigo un pañuelo de Santa María de la Alhambra para este momento, una forma de recordar la cofradía que me vio nacer”.
Uno de esos emotivos capítulos que forman parte de la intrahistoria del pregón y que Manuel Amador comenta con afecto: “durante los preparativos he podido apreciar del cariño de la gente y de las hermandades, pero de una en especial, la que me recuerda la época de mi infancia. Reconforta ver que no se han olvidado de ti”.
-¿Cómo afronta el pregón?
-Me da miedo por la expectación creada. He recibido mucho cariño y eso te crea más responsabilidad.
-¿Quién te acompañará?
-Mi familia y mis amigos, por supuesto. Vienen incluso amigos de Jerez.
-¿Cómo vivirá el día del pregón?
Empezaré el día igual que mi pregón: yendo a ver a la Virgen de las Angustias. De ahí iré a Santa Ana a rezar ante mi Virgen de la Esperanza. Después cumpliré protocolariamente con el rito de participar en la eucaristía que ofrece la hermandad de El Huerto. Además, la misa la celebrará un sacerdote del Opus Dei que viene de Madrid y que fue mi director espiritual cuando estaba en Granada.
-¿Cómo crees que la ciudad bautizará tus palabras?
-No lo sé, la verdad. Pero espero guste. Es un pregón muy distinto al que hizo Luis Recuerda o Álvaro Barea. Como he dicho, he desnudado mi alma en él.
-Dos pregoneros de La Esperanza en dos años consecutivos.
-Soy el tercer pregonero de la hermandad, después de Arcadio Ortega (1980) y Álvaro Barea (2019). Además, de los tres pregoneros de la coronación soy el único que aún no había pronunciado el oficial. Así que imagina, la hermandad está muy orgullosa de mi nombramiento.
-Tú que has vivido otras semanas santas de cerca, ¿cómo está Granada?
-Nuestra Semana Santa está llegando a su culmen y le veo muchas virtudes. Los defectos, por épocas: ahora mismo se habla demasiado de la marcha, de la banda y de cómo va vestida la virgen. Quizá estemos olvidando la esencia de todo esto: qué es la muerte y la resurrección del Señor y qué supone para cada uno de nosotros. Pero evolutivamente hablando, estamos en un momento magnífico.
-¿A nivel civil y eclesiástico que haría falta para mejorar nuestra Semana Santa?
-Reivindicaría un mayor compromiso a las instituciones civiles y con respecto a la Iglesia creo que estamos en un momento perfecto, especialmente después de lo que hemos vivido: la catedral cerrada, consiliarios que no entendían la realidad de una cofradía… Todo eso ahora ha cambiado. Nos hacían falta curas cofrades y, gracias a Dios, han llegado. Algunos de ellos ya no sólo se interesan por la hermandad sino que me atrevería a decir que se preocupan por la vida de cada uno de los cofrades en su día a día.
-¿La ciudad responde a la evolución de la Semana Santa?
-Está un pasito por detrás. No es un salto cuantitativo pero sí.
-Un momento cofrade.
La coronación de mi Virgen de la Esperanza, tanto a nivel cofrade como personal. Fue la culminación de un sueño, de una vida vivida y ver que llegaba el momento de hacer justicia. Fue una coronación en mayúsculas y con un impacto fuera de la ciudad que será difícil de igualar.
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