La erótica del vino

Aromas y Sabores

El vino se ha relacionado con los placeres sensuales y el beber bien pertenece a la cultura del erotismo, como es el caso de Giacomo Casanova en Historia de mi vida

La erótica del vino
La erótica del vino
Margarita Lozano

27 de septiembre 2020 - 05:00

En la Grecia arcaica (pilar de nuestra civilización) Paris, raptor de Helena, conquistó a la joven porque le fue debilitándola voluntad con buenas dosis de vino de Troya. Tal vez la estrecha relación del amor y del vino estaba ya escrita en la mitología cuando Afrodita otorgó sus favores a Dionisos. Y eso hace que el vino despierte los sentidos, tranquilice la exigencia de la razón y ceda a los deseos del corazón. Dionisos era el dios de la embriaguez divina y el amor más encendido. Las mujeres eran las más fieles seguidoras del dios, en forma de nodrizas, amantes o frenéticas bacantes. Estas mujeres eran arrastradas por el delirio del vino viéndose empujadas a comportamientos salvajes. Dionisos, este dios procurador de placeres, goza de una vida muy promiscua en las historias ancestrales. Sus más famosas víctimas fueron Ariadna y la diosa del amor profano, Afrodita-Venus. Así que en Giacomo Casanova encontramos la figura del conquistador de la figura femenina que ya se intuía en la tragedia griega.

Jugas al amor cuando uno está ebrio es una usanza casi tan antigua como el mismo vino. Los “Octavos”, juegos originarios de la Grecia Magna, eran ritos erótico-dionisíacos que consistían en beber tantas copas de vino como letras tenía el nombre de la amada. Así, el banquete griego que en un principio utilizaba el vino para filosofar, se sexualiza. Ovidio anticipó el ritual que desarrollaría en las bacanales romanas con su sentencia “con amor, el vino es fuego”.

El vino fue cosa de hombres, prohibido para las mujeres en Roma, pues se creía que la mujer carecía de virtud y si se la dejaba beber, le gustaría demasiado la sensación de embriaguez y no podría detener sus impulsos más oscuros. Muchas veces, Casanova utilizó el vino para realizar la unión carnal con las mujeres que deseaba. En la antigua Roma, el beso en la boca se utilizaba como “Prueba de alcoholemia”. Este beso lo podía ejercer el “pater familias” sobre sus hermanas, hijas y su mujer y se llamaba “jus osculi” para oler el aliento y sentir la boca de la mujer con el fin de saber si había bebido.

De todo esto y mucho más estaba preñada la historia de la cual es bebedor Giacomo Casanova, que personaliza la representación más directa de la sensualidad del vino en nuestra literatura. Casanova se introduce en el mundo del erotismo báquico con su obra literaria por excelencia, Histoire de ma Vie (Historia de mi vida). Esta autobiografía escrita en francés (aunque él fuera italiano) nos cuenta sus incongruentes historias, detalles de sus encuentros sexuales, los diferentes bares de la Europa de su tiempo, su inteligente humor y reivindica un mundo de sensualidad y de erotismo donde nos explica “les plaisirs de la bouche” (los placeres del paladar), empezando por los besos y terminando por el vino.

Casanova adora los vinos de su tierra: los Chainti, las Malvasías de Raguse, el Montepulciano, el vino de Orvieto, el vino de mesa de la Romagna hecho de Sangiovese; considera excelente el vino de Gatta y el tinto del Friuli.

Vinos españoles como Malvasías, Muscats, Málagas y Pedro Ximénez están presentes en sus obras como también vinos más exóticos en la época como los Tokaj y los vinos del Rhin. Pero el gran inspirador del erotismo casanoviano es el Champagne. Con él vivirá sus romances más pasionales y solidificará la unión de la lujuria con el vino burbujeante.

Pensemos en la publicidad: nada han inventado los publicitarios de hoy en día. Los anuncios de los alcoholes siempre aluden al mito primigenio de Dionisos donde la noche, el vino y la música acercan a hombres y a mujeres.

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