Dos escenarios para una reina
En 1864 se construye en la plaza de los Campos un teatro con el nombre de Isabel la Católica, que fue quemado en 1936
En 1952 se inaugura otro con el mismo nombre en la Acera del Casino, que pasaría a propiedad municipal en 1986
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Granada siempre ha sido una ciudad muy teatrera. Entre los siglos XIX y XX llegó a tener tres en pleno centro de Granada. Hoy les voy a hablar de dos que llevaron (uno aún lo lleva) el nombre de la reina Isabel la Católica y que han estado (uno aún lo está) en el ADN de Granada por formar parte de la geografía sentimental de sus habitantes.
Empecemos diciendo que había un Teatro Isabel la Católica en el siglo XIX que estaba en la Plaza de los Campos. Se construyó en 1864. Lo mandó edificar un tal Emilio Pérez del Pulgar, maestrante de Granada y descendiente de aquel Hernán Pérez del Pulgar que se ganó el favor de la reina Isabel la Católica por sobresalir en la Guerra de Granada. Dice una leyenda con cierta dosis de veracidad que Emilio Pérez del Pulga construyó este teatro tras un desaire que le hicieron en el Teatro Cervantes (antes Napoleón y Principal). Por lo visto este hombre, arraigado a la derecha más extrema y gran aficionado al arte de Talía, tenía allí un palco reservado y por una equivocación se lo adjudicaron a otra persona. “¿Sí?, pues ahora hago yo uno para mí solo”, se supone que dijo. Pidió permiso al Ayuntamiento para construirlo en la citada plaza de los Campos, en un solar que hoy ocupa parte del hostal Carlos V y el supermercado Supersol. Según el permiso que pidió al Consistorio, era para uso particular: para él y sus amistades. Y en caso de abrirlo al público lo haría a precios muy populares para que todos los granadinos pudieran asistir a un teatro. Ni siguiera iba a tener palcos. Siendo así y teniendo en cuenta el árbol genealógico del peticionario, el Ayuntamiento le concedió la licencia. Estamos hablando de 1863, año en que la reina Isabel II pone fin al gobierno de la Unión Liberal y vuelve a confiar en los moderados del general Narváez. Pero conforme avanzaban las obras los inspectores municipales se dieron cuenta de que aquel edificio tan espectacular que se estaba levantando nada tenía que ver con el resultante del permiso solicitado. El Ayuntamiento le pidió explicaciones, pero éste presentó un escrito firmado por la misma reina Isabel II por el cual el maestrante de Granada tenía carta blanca para construir ese teatro como él quisiera. Santa palabra. "Pérez del Pulgar era monárquico a rabiar y el 14 de julio de 1863, solicitó a la reina Isabel II que lo autorizase a colocar las armas reales sobre la portada y nombrarlo como Gran Teatro Isabel la Católica, un guiño a ambas reinas de España", dice Andrés Molinari, que tiene escrito un interesante libro sobre la historia del teatro en Granada.
La nueva construcción se inauguró a mediados de 1864 y cumplió su misión tal y como se esperaba. En sus paredes había retratos de autores dramáticos. Tenía una capacidad para unas 1.200 personas y su decoración no escatimaba en lujo. Del telón de fondo se encargó José Contreras y los frescos que decoraban el techo del recinto fueron obra del granadino Eduardo García Guerra. De vocación popular, no tardó en convertirse en "el teatro más rumboso de Granada y cita de lo más granado y elegante de la sociedad granadina", dice Molinari. Durante muchos años se representaron obras que atraían a un gran número de personas. Por allí pasaron las principales compañías nacionales y La Barraca, la compañía de García Lorca, representó La vida es sueño de Calderón en octubre de 1932. Pero la política le trajo la desgracia. El día 9 de febrero de 1936 se celebró allí un mitin político al que acudieron los más fervorosos partidarios derechistas de Gil Robles y del Bloque Nacional. El líder de la CEDA pronunció un discurso que fue radiado a toda España. Al día siguiente varios revolucionarios de la CNT entraron al teatro y le metieron fuego. Quedó totalmente destruido. Ese mismo día, los radicales también quemaron la rotativa del diario Ideal, la fábrica de chocolates San Antonio (propiedad un dirigente de Acción Popular), los cafés Colón y Royal y la Sociedad de Tenis. Todo lo que tenía tufo de pertenecer a la derecha. Por quemar que no quede.
La Acera del Casino
Precisamente otro incendio había acabado en esas fechas con el Casino y la Terraza Palermo, espacio al aire libre donde se representaban obras teatrales y se proyectaban películas. En 1940, aprovechando las grandes reformas urbanas emprendidas en la ciudad, Gallego Burín piensa que en el solar dejado por el casino y el cine podría ir un teatro público (pues el Cervantes era privado). Y que ese teatro debía llevar el nombre de Isabel la Católica, como represalia contra la izquierda revolucionaria por haber destruido el de la plaza de los Campos. El proyecto de este teatro y viviendas privadas se encargó al arquitecto municipal Miguel Olmedo Collantes, al que le meten prisa para que diseñe un edificio con esas características. Para hacer el teatro se fija en los que había en Italia y lo decora con pinturas de Manuel Rivera, que sobresalía por entonces en el mundo de la pintura. Y diseña un torreón ochavado que llevaría encima una impresionante escultura de casi cinco metros de Isabel la Católica, sepultada a pocos metros de allí. El escultor fue Nicolás Prados, cuñado del también escultor Francisco López Burgos, que era accionista de la constructora y que se quedó con el torreón para instalar su estudio.
El teatro se inauguró en 1952, pocos días antes de que arrancara el I Festival de Música y Danza promovido también por Gallego Burín. La idea del alcalde, según Molinari, era que sirviera también de escenario para actuaciones en caso de que el mal tiempo impidiera la celebración de algún concierto del festival. Memorable fue uno que daría allí ese mismo año su amigo Andrés Segovia. El teatro estuvo funcionando como tal hasta que el cine le quitó la preferencia de los ciudadanos y se instaló una pantalla de quita y pon. En ver el reestreno de Lo que el viento se llevó la cola llegó hasta la basílica de Virgen de las Angustias.
El teatro pasó después a manos privadas, concretamente a una empresa que gestionaba varios cines en Granada. Y fue en 1986 cuando el Ayuntamiento, regido por entonces por Antonio Jara, decide comprarlo por 185 millones de pesetas. En 1994 comienza una restauración que duraría cuatro años. La rehabilitación, mejoró el escenario, la zona de tramoya y permitió el aforo hasta 696 plazas. Fue inaugurado por el alcalde Díaz Berbel en 1998. Hoy es uno de los teatros de referencia en Andalucía y en España. Curiosamente, hasta el 2019 no pasaría oficialmente a ser de propiedad municipal porque a los distintos gobiernos que habían pasado por el Consistorio se les había olvidado firmar las escrituras. ¡Esas cabezas!
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