El éxtasis sagrado de viajar a Grecia
Como buena enseñante, no concibe unas vacaciones sin conocer otros mundos l La Grecia antigua y sus monumentos, las leyendas que legaron los clásicos son su mayor placer
EL tiempo se encarga de que olvidemos lo desagradable, la parte incómoda de los viajes, y perdure sólo lo bueno. De todos los que yo he hecho me quedo con Grecia, país que he visitado, desde 1986, en más de una decena de ocasiones.
Hay un viajero, de nombre Pausanias de Lidia (autor de la Descripción de Grecia), que decía que cuando entraba en la Acrópolis y veía el Partenón, tras pasar por los Propileos, experimentaba un éxtasis sagrado. Una cosa parecida es lo que experimento yo cuando voy a Grecia. Es verdad que hoy en día no se siente ningún éxtasis sagrado porque está todo lleno de turistas y masificado, pero sí una emoción especial. La primera vez que vi el Partenón supe que yo iba a volver más veces en mi vida a Grecia.
Aunque estudié Filología Griega, desde el primer viaje eché de menos poder comunicarme con sus habitantes. Era incapaz de relacionar el griego que oía con el que había aprendido en las aulas. Así fue como decidí estudiar griego moderno en los cursos de verano que impartían las universidades del país. Un verano estuve en la Universidad Demócrito de Tracia, otro en la de Aristóteles en Tesalónica y uno más en Macedonia. Son lugares menos conocidos que Atenas o las islas, pero a mí me encantaron.
Las veces que he viajado sola ha sido una experiencia muy enriquecedora, porque acabas conociendo a gente de otros países. En Tesalónica compartía habitación con una profesora búlgara y, aunque sólo podíamos entendernos en griego, porque yo no sé inglés, teníamos el mismo interés por la historia y la cultura griega.
Estar en Pela, lugar donde nació Alejandro Magno, o conocer la tumba de su padre, que es uno de los descubrimientos arqueológicos más recientes, es de los episodios más bonitos que he vivido.
Pararme junto al olivo de Atenea y recordar la mitología que cuenta su disputa con Poseidón por las tierras del Ática... Como no se ponían de acuerdo, ambos decidieron hacer regalos a los atenienses: Poseidón, dios del Mar, hizo que brotara una fuente, pero de agua salada, y Atenea optó por regalar al pueblo un olivo. Así fue como los atenienses decidieron que su protectora fuera Atenea.
Para conocer la Grecia antigua hay que visitar también museos que no están en el país. Como es el caso del Museo de Pérgamo de Berlín. De tres días que estuve en la ciudad alemana, dos los pasé metida en este museo, donde pude contemplar el Altar de Pérgamo o la Puerta del Ágora de Mileto, entre otras maravillas.
Al contrario que mucha gente, que busca un verano de sol y playa para sus vacaciones, yo no concibo visitar un lugar y quedarme sólo en la costa. Cuando fui a las islas griegas no pisé una playa, pero conocí muy bien todos sus monumentos. Por ejemplo, en la isla de Creta visité las ruinas de Knossos, la de Festos y otra menos conocida, la de Agia Triada. Eso sí, disfruto igual que todos con un buen vino blanco de la retsina, muy fresquito, si me lo sirven en una típica taberna griega.
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