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De fábrica de harinas a colegio público

La Fábrica El Gran Capitán, levantada en 1876 por Giménez Arévalo, es hoy el Colegio Público Tierno Galván. Donde antaño se molió buen trigo, se hornea hoy la educación de un barrio Desde 1991 se remodelaron las instalaciones para convertirse en el centro Tierno Galván

José Luis Delgado / Granada

07 de noviembre 2011 - 01:00

Si tiene que desaparecer una fábrica, hecho siempre lamentable, no está mal que por lo menos se convierta en un colegio, en un asilo o en un hospital; cualquier buena obra social menos el clásico bloque de viviendas, pasto de la especulación y producto de la ambición.

El edificio para la Fábrica de Harinas El Capitán fue levantado en 1876 al final de la calle San Antón, en el llamado barrio de las Tenerías, luego barrio de Fígares, por el ilustre arquitecto granadino, formado en el más puro ambiente academicista, Francisco Giménez Arévalo; el mismo que hizo el popular Palacio de los Patos de la calle Recogidas, la casa de la Plaza del Carmen, frente al Ayuntamiento, el desparecido Hotel Colón, el ingenio de San Juan, la Azucarera de San Fernando y algunos de los más bonitos edificios de la Gran Vía.

Resulta la fábrica un gracioso edificio de ladrillo visto, coronado por un frontón lobulado con su remate de bola en el centro. Consta de planta baja y dos cuerpos, a los que se agregaron los graneros y una casa para la vivienda de los molineros. El agua la proporcionaba el canal de la Acequia Gorda que se deriva del río Genil. Y, según manifiesta el profesor Giménez Yanguas, fue la primera que funcionó en Granada por el sistema austro-húngaro de cilindros. La fábrica llegó a molturar de 12 a 13.000 kg de trigo duro en 24 horas. Cantidad que se vio aumentada tras la incorporación en 1930 de una nueva turbina de 48 C. V.

No estuvo mal buscado el sitio porque, además, en 1904 se conectó a la recién creada red de tranvías y a través de la línea 12 se traía el trigo desde la Estación del ferrocarril y por la calle San Antón hasta silos de la fábrica. Por el mismo lugar salía luego el producto manufacturado a toda Andalucía, Levante, Cataluña y Baleares.

La fábrica de harinas El Capitán era propiedad de la familia Domínguez hasta que fue arrendada en 1907 por Don Antonio Bandrés Navarro, constituyéndose años después la Sociedad Anónima Conde y Bandrés hasta que en 1986 pasó la titularidad al Ayuntamiento de Granada, después que la cediera a la ciudad el constructor Ávila Rojas, según lo establecido en el Plan Matadero.

Buena parte de la vida de la fábrica estuvo en las manos de Don José Muñoz Cobos, Conde del Prado, hijo político de la señora Bandrés. Todo el barrio conocía al popular maestro de molienda Cecilio Contreras que estuvo trabajando para la empresa más de 30 años.

Desde 1991, hace ahora 20 años, se remodelaron las instalaciones para convertirse en el actual Colegio Público Profesor Tierno Galván. No está mal buscado el nombre para una antigua fábrica de harinas, porque una de las características del buen pan es que sea tierno.

El barrio se ve así beneficiado con un centro público modernizado, dotado de todas las instalaciones escolares necesarias, incluidas pistas de deportes y comedor, que acoge a cerca de 400 alumnos, de modo que donde se molió antaño buen trigo se hornea hoy la educación de una popular barriada granadina. Así de orgulloso se muestra el actual director Nicolás Moreno.

Es, por otra parte, una bonita iniciativa para conservar al menos parte de nuestro rico Patrimonio Industrial. Y el remate de la jugada hubiera estado en conservar también la maquinaria y el utillaje, tal como viene reclamando el Grupo de Investigación del Patrimonio Industrial de Granada empeñado en la defensa del mismo.

Hoy la histórica silueta de aquella antigua fábrica, que aún conserva la rampa de la tolva original en la escalera principal, pone una nota añeja en un entorno moderno y cambia el ambiente fabril de los antiguos maestros molineros por la algarabía del joven alumnado de la mano de otros maestros.

Desapareció una fábrica, se conserva el edificio; y si hoy es un Colegio, mereció la pena el sacrificio.

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