El fantasma de la calle Jardines

En la madrugada del 25 de enero de 1916, 'Fantomas' robó 5.000 pesetas de una caja de caudales en la calle Jardines Culparon a la criada porque el único sospechoso estaba en Madrid

1. Vista actual de la popular calle Jardines, en pleno centro de la capital de la provincia. 2. Fantômas, de Pierre Souvestre y Marcel Allain. 3. Don Benito, el fantasma de la Diputación de Granada.
José Luis Delgado Granada

25 de enero 2016 - 01:00

Entre las noticias tan curiosas que la prensa local nos dejó hace un siglo, en enero de 1916, están las de sucesos. El robo de la calle Jardines, número 14, ocurrido en la madrugada del 25 de enero en la casa de don Victorio Andrés ocupó las páginas de la prensa local durante varios días y mantuvo en vilo al barrio y a la policía de Granada que, al no encontrar lógica explicación, lo primero que se hizo fue detener a la muchacha de servicio, María Pérez de 31 años que llevaba un par de meses en la casa. Era el 'Caso Fantomas'. Fantômas era el protagonista de unas novelas policiacas francesas creadas en 1911 por el escritor francés Pierre Souvestre de moda por entonces.

La única pista que barajaba la policía era el cartel que el misterioso fantasma dejó escrito con buena caligrafía gótica en el que se leía la palabra Fantomas y la llave de la caja colgada en un clavo de la pared. Para colmo, ningún signo de violencia ni en puertas ni ventanas. Debía ser alguien de la casa que conocía perfectamente el recorrido hasta el dormitorio donde dormían los señores y en el que se ubicaba la caja de caudales. Parecía cosa de fantasmas. Era imposible que la muchacha de servicio, aunque era la única persona ajena a la familia que vivía en la casa, pudiera ser autora de semejante escrito; muy posiblemente fuera analfabeta. Y aunque ella juraba y perjuraba ser inocente, fue detenida, puesta a disposición del juez del Sagrario y llevada al cuartelillo donde permaneció dos semanas.

Dicen que la policía no es tonta y va a ser verdad. No cree mucho en fantasmas. El jefe de vigilancia Jerónimo Martos, con los agentes Antonio Jiménez y Julio López, inició un minucioso registro de la casa y atendió las continuas quejas de la criada que insistía en que nada tenía que ver con el robo.

Preguntado el dueño de la casa sobre quién más vivía o frecuentaba el domicilio, se le contestó que el único posible era su hijo Manolito que residía en Madrid a donde se trasladó el 16 de enero; es decir, nueve días antes del robo. De hecho mostró a la policía una carta remitida por su hijo desde Madrid, calle del Barco número 4, 2º con sello fechado el 17 de enero.

Practicado un nuevo registro en la casa se llegó a la conclusión de que el "fantomas", sin violencia alguna, había cortado la luz de la casa, atravesado el dormitorio sin ruido, extraído la llave del bolsillo del pantalón del propietario para desvalijar la caja con toda precisión; luego dejó el escrito y la llave colgada de la pared. El cajetín donde estaban los registros de la luz era de difícil acceso; solo alguien que conociera la casa daría con él.

El policía Martos hizo averiguaciones en contacto con el director de Seguridad de Madrid el cual le confirmó que efectivamente Manuel Andrés residía en la calle del Barco, pero que se ausentó del 23 al 26 de enero pretextando que iba a Aranjuez. Al final cantó el fantasma. El tal Manolito se trasladó a Granada en tren, se bajó en Albolote y se fue andando hasta la calle Elvira; escribió con mala letra una carta en el Café España de Plaza Nueva en la que fingía ser un necesitado de nombre José Rodríguez que solicitaba una limosna a don Victorio. Un chiquillo llevó la carta a la calle Jardines y aprovechando la puerta abierta y mientras la criada comunicaba la visita del pedigüeño a los dueños, el prenda de Manolito se colaba en la casa sin ser visto. A partir de ahí, refugiado en su habitación, con unas silenciosas botas de goma y una linterna planeó el robo fantasmal. En el bolsillo se le encontraron 4.400 pesetas, el resto fue dilapidado en "juergas y francachelas", dice el periódico.

Ocurrió hace un siglo, pero… ten cuidado. No te fíes de los fantasmas, pueden vivir bajo tu techo y llevar tu propio apellido.

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