El fantasma del río Darro
Ayer y hoy
Atemorizado el vecindario de la Carrera del Darro
Se oyen lamentos y aullidos que hacen estremecer de terror, dijo el cura de Santa Ana
Me golpeó un fantasma, aseguraba un niño.
Policías y guardias de Asalto registraron casa por casa, las calles y el cauce del río en busca de un supuesto fantasma que tenía atemorizado al barrio y del que hasta el cura párroco de Santa Ana aseguraba haber oído gritos, aullidos y lamentos de un ser extraño que se escondía en el río.
Corría el verano republicano del año 1935 cuando el periodista José Cirre y el fotógrafo Torres Molina cubrieron la noticia que ya había aparecido en El Defensor de Granada. Un vecino de la Carrera del Darro manifestó haber oído gritos muy extraños desde la bóveda del río al volver de noche desde Plaza Nueva. Aseguraba que un grito tan desgarrador no podía venir de garganta humana. A partir de ahí el vecindario se alarma e intenta descubrir tan extraño caso. Fue la comidilla del barrio durante varios meses en aquella Granada en la que eran frecuentes los escondidos, los desaparecidos y los no encontrados. Efectivamente, agolpados los vecinos sobre el pretil del río, son muchos los que dicen oír extraños aullidos al anochecer. No había duda; era algo anormal.
Registrada la casa del cura de Santa Ana, se pensó pudieran ser los gritos de una mujer que por allí convivía. Nada se encontró y el propio cura aseguró haber oído tales terroríficas lamentaciones semejantes a las de un animal salvaje. Opinión que compartían los vecinos de San Pedro y Santa Ana.
Pensaron algunos que los aullidos eran de un perro enfermo que fue allí arrojado; pero capturado el animal por los empleados municipales del Servicio de Limpieza, continuaron los gritos y lamentaciones. Para otros pudo ser un gorila escapado de una caseta de feria en el Corpus granadino y al que algunos vecinos vieron saltar al río desde una higuera. Nada se encontró. Hasta un niño, que se aventuró a encontrar al duende, aseguraba haber sido golpeado por una figura blanca que parecía un fantasma.
Un conocido tabernero del barrio contó una romántica historia intentando explicar el misterio del duende. Bajo la casa nº 23 de la Carrera del Darro, del siglo XVIII, existía un subterráneo que comunicaba con otra casa vecina. Era por allí por donde tenían sus encuentros amorosos dos jóvenes a cuyas relaciones se oponía el padre de ella. Descubierto el lugar de encuentro, el padre cegó el subterráneo y hasta puso una reja de gruesos barrotes. El novio desesperado acabó suicidándose en la misma entrada. Su alma atormentada anda vagando por las inmediaciones con esos lamentos terroríficos que ahora se oyen provenientes del río en las madrugadas granadinas.
Así lo contaba la prensa y el escéptico periodista granadino José Cirre Jiménez que aseguraba que aquel duende de la Carrera del Darro que tanto atemorizaba al barrio, a él le parecía ser “de carne y hueso y más escurridizo que el sol en una tarde de verano”.
No dejen por ello de pasear sin miedo por la que se considera una de las calles más bonitas del mundo. Si a Washington Irving se le permitió contar Cuentos de la Alhambra, ¿por qué no permitir a un granadino contar Cuentos del río Darro? Y es que a Granada le sobran los cuentos porque hay demasiados fantasmas y abundan los cuentistas.
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