El feminismo en Granada se conjuga desde abajo y en plural
Especial 8 de marzo
Con motivo de la semana del 8 de marzo, Granada Hoy celebra un encuentro entre ocho mujeres para tratar los debates actuales del feminismo y sus nuevos retos
Ocho mujeres han tenido en Granada Hoy su habitación propia. Una en la que durante más de dos horas se ha hablado desde la experiencia personal de la igualdad. No se trata de feminismos en plural pero sí de las maneras de vivirlo. Han sido ocho mujeres las que se han metido entre los huecos de las palabras para cerrar el círculo en torno al feminismo en la semana en la que se celebra el Día Internacional de la Mujer.
Cada una de ellas ha vivido la lucha contra el machismo desde su metro cuadrado de existencia: una mujer trans visible que intenta hacer pedagogía a diario, una deportista en un universo masculino, una abogada que lidió con la dificultad de desarrollar una carrera profesional mientras es madre y una directiva que se desarrolla en un mundo tradicionalmente de hombres.
También se acercó a nuestra habitación una librera que lleva la cultura y el feminismo a las calles, una docente e investigadora que se empapa del concepto de los jóvenes sobre la igualdad y una política que defiende la lucha de la mujer desde el implacable entorno del campo. Cada una se ha enfrentado a la lluvia fina del machismo a su manera y cada cual ha elaborado su moraleja.
Son Sandra Rodríguez Salas, vicepresidenta de la asociación Arcoiris, profesora de economía y mujer trans visible; Irene Justo, exdiputada de Igualdad y alcaldesa de Molvízar; Yolanda Solana, abogada y asesora jurídica en distintas asociaciones en defensa de víctimas de agresiones sexuales y asesoramiento en acogimiento de menores; Laura Pérez, jugadora del Granada CF e internacional con la Selección Española; Ana Alcázar, secretaria académica del Instituto de Estudios de la Mujer de la UGR; y Marian Recuerda, dueña de la librería Ubú libros.
En esta mesa hubo tiempo para anécdotas, interrupciones –porque las situaciones si no son compartidas, sí susceptibles de complementarse– y también para crear deseos para la mujer del 2040, de los que se lanzan con fuerza al universo aunque sea a 20 años vista donde el objetivo básico es que dejen de matarnos por el hecho de ser mujeres.
En Granada Hoy se ha hablado de feminismo con la naturalidad que obliga la decencia. Se ha radiografiado todo lo que engloba el concepto, porque el mundo es tan amplio como su radio de acción, así como estas mujeres que hacen lucha desde los cimientos y el asfalto de la calle. Son, a su manera, referentes en su propio entorno por la fuerza de la responsabilidad moral, como todas reconocen. También se habló sobre el periodismo y su nueva obligación de brindarse a la realidad social de la igualdad, porque sin feminismo no hay periodismo.
Se habló del feminismo ejercido desde la calle, del poder de las masas desde que el #Metoo arañara las puertas de la colectividad y que en esta ciudad supuso un reseteo en las mentes de miles de mujeres que como hoy, salen a la calle cada 8-M. Del trabajo desde lo concreto, como el que realizan las asociaciones de mujeres en el medio rural. Un ámbito que se relaciona tradicionalmente con el machismo más recalcitrante y que Irene Justo viene a desmitificar. “Las mujeres de pueblo son las más empoderadas”, sostiene la alcaldesa y refuerza la idea añadiendo que tradicionalmente “ellas han sido las que han llevado todo el trabajo”, desde la economía de la casa hasta la de los negocios.
El desarrollo de la mujer rural depende directamente de la complicidad y ayuda de las instituciones y esto se traduce en inversión en formación y educación feminista porque el gran problema radica en que tienen menos acceso a la información, sostiene Justo.
El poder de la juventud y su visión de las nuevas realidades sociales es lo que vendrá a cambiar el mundo. Ana Alcázar lo ve a diario en la universidad cuando llama a sus “alumnes” de “elles” porque la diversidad y la libre elección identitaria es algo instalado en esta generación y explica que tienen que ser “sensibles a eso porque es algo importante para elles, no es una moda”.
Son cambios y matices que ya viven entre nosotros y son debates que se superarán como se superó aquel “¿tú entiendes?” usado entre el colectivo LGTBIQ+, bromea Sandra Rodríguez Salas. En este punto, todas y casi al unísono, esperan que también se supere esa pregunta de “¿Tú eres feminista?” porque “lo normal es ser feminista” sostiene Rodríguez Salas.
En cuanto al territorio natural del activismo y el estudio de la igualdad, Alcázar es de las que une sin peros el feminismo de calle y el académico. “Si algo ha caracterizado al feminismo es la interacción y una de las cosas que planteamos es que no se puede ser feminista si en la manera en la que nos desarrollamos no tenemos prácticas feministas”. Alcázar también sostiene que les gusta hablar de “feminismos en plural” y no solo dentro del movimiento sino también entre la teoría y la práctica.
El que plantea Alcázar es uno de los debates abiertos en este campo: la posibilidad de coexistencia de varios feminismos y que no acaben batallando entre ellos. Lo primordial en este punto para la investigadora es que siempre se parta de la práctica feminista y el entendimiento de sentires encarnados en cada persona.
Precisamente en este punto, el del respeto y la integración de las personas en la lucha feminista se reivindica Sandra Rodríguez Salas que defiende que “el feminismo de hoy tiene que ser interseccional”. Ella habla de que las personas transexuales siempre han sido “las hermanas pobres del feminismo, del colectivo LGTBIQ+ y de todo”. La profesora y activista explica que feminismo, igualdad y diversidad tienen que ir de la mano siempre ya que las mujeres trans afirman “con toda la rotundidad del mundo” que son mujeres por lo que debe acabar esa discriminación desde el feminismo de mujeres y hombres trans.
Rodríguez Salas recupera el debate de la educación y afirma que “igual que sobre el feminismo, falta muchísima formación sobre cuestiones LGTBIQ+” y sentencia: “Las mujeres trans no elegimos un día que somos mujeres mirando los pros y contras”.
Otro debate, la integración de los hombres como cómplices de la lucha feminista. “No como sujeto protagonista” pero sí como aliado, dice la activista. De no ser así, concluyen las invitadas, invadiríamos de nuevo aquel pasado en el que el feminismo excluía a mujeres negras o lesbianas, por ejemplo.
Todas ellas hablaron de la falta de referentes en el feminismo y en este sentido, Laura Pérez es ahora mismo a sus 21 años, una aspiración para cientos de niñas que la ven sobre el campo. La futbolista del Granada CF siente la responsabilidad de ser un ‘ejemplo’ como el que ella nunca tuvo. Se sonríe cuando recuerda las veces en las que las niñas de categorías inferiores le dicen a ella y a sus compañeras de equipo que las admiran. “Creo que me hace más ilusión a mí que a las niñas”, explica la internacional.
El mundo del deporte con su machismo dominante no ha sido nunca un campo dócil para la mujer tal y como reconoce Pérez, que también ve un hilo de esperanza por “todos los pasos que se han dado en el fútbol femenino”. Ella no ha tenido capítulos graves de machismo en su vida pero recuerda los insultos y discriminación hacia sus compañeras más mayores. La futbolista sitúa el problema en la educación: “Un padre no puede ver que una niña es mejor que su hijo y eso sucede porque en el mundo del fútbol la educación de los padres es primordial”.
También en la formación de las instituciones, dice, porque si un niño no asiste a charlas o recibe mensajes de igualdad, va a repetir lo que le cuenten en casa. “El problema no está en el campo con los niños más pequeños, está en la grada”, sentencia.
Al final, pese a que Pérez estudia y hace prácticas además de ser futbolista, dedica al deporte el mismo tiempo que le dedicaría a un trabajo, pero no cobra como ellos lo hacen. “No queremos ganar el mismo dinero, ahora eso sería imposible, pero sí queremos que se nos reconozca”.
La difusión del feminismo en todas las vertientes es primordial, sostiene Marian Recuerda, una librera que dedica su vocación a ‘rescatar’ las voces menos escuchadas de la literatura a través de los eventos que celebra en Ubú. “Nosotras somos un espacio donde la gente se puede sentir bien, cómoda y segura. Y los libros que tenemos los escogemos con ese criterio: que todo el mundo pueda leer”.
Lo hacen con la sección de libro viejo, donde pueden comprar una Celestina por un euro. También lleva su activismo a la hora de elegir los nuevos títulos: “aquí tenemos un criterio muy particular porque intentamos que estén representados todos los colectivos y todas las personas tanto por su origen, condición o identidad”. Cualquier persona que haya tenido problemas para que sus textos se lean, tienen un refugio en Ubú.
Como Marian Recuerda, Yolanda Solana es autónoma y se ha enfrentado a la imposibilidad por la falta de normativa concreta de conciliar el desarrollo de su carrera y su maternidad. “Si me cojo la baja cuando soy madre, cuando vuelva al despacho que he tardado años en formar, ya se ha caído”, resume la abogada.
Por eso, Solana recuerda que existen modelos en otros países en los que el Estado apoya y propicia el desarrollo profesional de la mujer tanto si decide ser madre como si no lo hace. En este punto, se recordó que el cambio hacia un modelo feminista tiene que ajustar el patrón social y económico a todos los niveles, sobre todo en el ámbito de la regulación laboral.
Acababa la charla –las más de dos horas quedaron líquidas en esa habitación– y se cerraban todas las reflexiones con una imagen de futuro: dentro de 100 años, al igual que ahora hay museos de prehistoria, habrá un museo de feminismo donde la gente se sorprenderá al ver que las mujeres tenían que salir a las calles los 8 de marzo para reivindicar derechos fundamentales como la conciliación, la libertad sexual, los salarios igualitarios o que dejen de matarnos.
Con la libreta ardiendo y apunto de comenzar a ordenar el reguero de ideas, lo único que puedo incluir es que participar en este encuentro y poder contarlo después traspasa la satisfacción, se hunde directamente en una meta personal: la sororidad. Ese ‘palabro’ que puede verse denostado por el ruido colectivo no es más que un sentimiento de pertenencia a la justicia social de la mitad del mundo que pretende contagiar a la otra mitad.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por Caja Rural de Granada