Granada pone a prueba sus habilidades para luchar contra nuevas inundaciones
Protección Civil, la UME, Bomberos, Policía Local y la CHG unen sus fuerzas en el simulacro de un rescate ante una hipotética crecida del río Genil
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Granada/Con un veranillo de San Miguel que empieza a solaparse con la festividad de Todos los Santos, lo último que se cruza por la mente de los granadinos es la posibilidad de una inundación, pero si algo tiene el clima es su impredecibilidad, de ahí la necesidad de estar preparados. Hoy Granada ha demostrado estar preparada para el caso, y lo ha hecho con un simulacro en el cauce del Genil, uno de los ríos que vertebran la capital.
Quizá la imagen de una inundación no esté en el recuerdo de muchos de los granadinos (pese a que la última fue en 2018) que esta mañana se han acercado a las inmediaciones del Hospital La Inmaculada, donde se encuentra una de las compuertas del río.
El despliegue de bomberos, policías, agentes de Protección Civil e incluso efectivos de la UME ha llamado la atención de muchos vecinos de la capital que, curiosos, se acercaban a comprobar si realmente había ocurrido una desgracia. Una vez saciada su curiosidad, y aliviados tras descubrir que todo era un simulacro, muchos decidían quedarse, móvil en mano, a ver de qué iba aquello, pero pronto desistían en su empeño, motivados principalmente por un Sol de justicia que presidía todo el acto.
Así, entre el ir y venir de transeúntes, comenzó el simulacro. Lo primero, como si de una campana de recreo se tratase, ha sido la llegada de efectivos de bomberos, que haciendo sonar la sirena han dado inicio a la prueba. Tras esto, se ha procedido a la bajada de la compuerta cero del Genil, de normal levantada, para simular un desbordamiento del río a causa de las fuertes precipitaciones.
Sobre ese río desbordado se ha procedido al rescate de una víctima atrapada en un entorno con riesgo de inundación. Para poder llevarlo a cabo ha sido necesario crear un área segura ante la inundación, mediante el despliegue de equipos de contención y achique de masas de agua, situada en el extremo opuesto, a escasos metros del puente. Una vez asegurada la zona, se han puesto en práctica técnicas de rescate acuático y vertical.
Este simulacro, que ha demostrado la necesidad de la colaboración entre las distintas administraciones, suponen la parte práctica de las jornadas de gestión de Protección Civil, que durante varios días forma a más de medio centenar de profesionales de diferentes administraciones en prevención de inundaciones, y por primera vez de sequía.
Aunque controlado, el rescate ha vuelto a poner en evidencia el poder descontrolado de una riada. Sin ir más lejos, el agua del Genil ha permitido limpiar el cauce. Las ramas de los árboles y el resto de basura han durado apenas unos segundos una vez bajada la compuerta, igual que una silla que hacía compañía a la supuesta víctima, que ha sido barrida en cuestión de segundos. Eso sí, una vez calmado el torrente, el agua ha dejado nuevos sedimentos, con mención aparte de varios peces que, arrastrados por la corriente, acabaron sobre el cemento, siendo necesario el rescate, esta vez real, de los animales por parte de los efectivos de la UME, que los volvieron a lanzar al cauce.
Y es que, por mucho que elementos como el embovedado del Darro, hagan olvidarlo, la ciudad no puede vivir de espaldas a sus ríos (Beiro, Monachil, Darro y el ya mencionado Genil) que han ocasionado más de un problema, esta vez de verdad, cuando se han descontrolado. El más cercano fue el de 2018, cuando precisamente el Genil se descontroló e inundó la Vega, fundamentalmente en Huétor Tájar.
Aquel fue el episodio más cercano temporalmente, pero no el peor ni el de mayor gravedad. Las riadas a causa de crecidas del Genil se han sucedido en la capital a lo largo de los siglos. La última se registró en 1963, cuando el crecimiento de este río y el Darro obligó al desalojo de quienes residían en las riberas. Se registraron además daños en la zona de confluencia de los dos ríos, en pleno centro.
Aquel año pasará a la historia como uno de los más lluviosos (el 16 de febrero fue declarado como el más lluvioso del siglo), después de casi tres meses de aguaceros, que provocaron momentos muy dramáticos, como la casi desaparición del Sacromonte, como poblado troglodita.
Una cueva de Barranco Bermejo, cerca de la carretera de la Sierra, se hundió y aplastó a tres personas. En el Sacromonte un padre y un hijo murieron sepultados por otra cueva que se hundió. Los cuerpos de ambos aparecieron abrazados.
Las lluvias, dejó escrito en sus crónicas de aquellos días José Luis Kastillo "trajeron la mala nueva de tanta agua demandada, de tanto dolor, de tanta muerte, de tanto daño y tanta ruina en una Granada que trabajosamente levantaba cabeza con algunos proyectos y muchas ilusiones".
Antes, en 1951, el reventón del Darro, donde llegaron a perder la vida de dos niños pequeños, había puesto sobre la mesa la necesidad de tomar medidas. Una de las propuestas era unir los dos ríos con un túnel de algo más de un kilómetro bajo la Alhambra, un proyecto que finalmente no llegó a buen cauce.
Aquel hecho fue el último de gran peligrosidad que se registró en la ciudad de Granada (años después tendrían lugar episodios tan tristes como el de La Rábita en 1973, donde nuevamente hubo que lamentar pérdidas de vidas humanas), en gran parte por las labores de limpieza y desbroce del cauce del Darro y el Genil a su paso por la capital.
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