El granadino Cano y el monumento a Elcano
Ayer y hoy
En el V centenario de la vuelta al mundo de Magallanes-Elcano, recordamos en el X aniversario de su muerte al escultor Cano Correa, autor del monumento a Elcano en Sevilla
Granada/Parece que el destino ha unido el apellido Cano a la obra del escultor (y también pintor) granadino Antonio Cano Correa, nacido en el precioso pueblecito de Guájar Faragüit; fue el autor de la estatua de Alonso Cano que el Ayuntamiento de Granada, siendo alcalde Gallego Burín, mandó colocar en 1943 en la granadina plaza que lleva el nombre del ilustre escultor, pintor y arquitecto, también granadino (s. XVII).
Se cumple ahora el V centenario de la primera vuelta al mundo tras aquella fantástica aventura encabezada por el portugués Fernando de Magallanes, partiendo de Sevilla primero y luego de Sanlúcar de Barrameda en 1519, y finalizada por el vasco Juan Sebastián Elcano en 1522. La bibliografía sobre esta primera circunnavegación es abundantísima, desde los mismos textos que nos dejara el cronista italiano Antonio Pigafetta o el propio Elcano a la obra del catedrático José Luis Comellas; y los monumentos y recuerdos que conmemoran la gesta y sus protagonistas también son numerosos dada la envergadura de la expedición y lo que ella supuso.
Recordamos hoy un monumento muy especial, no solo por lo que representa precisamente en este año de conmemoraciones, sino también por el escultor que lo hizo: el granadino Antonio Cano Correa (1909-3 de julio de 2009) del que ahora hace diez años de su muerte. Se trata del monumento a Juan Sebastián Elcano levantado en la Glorieta de los Marineros Voluntarios, junto al Parque de María Luisa en Sevilla.
El monumento fue colocado en 1972 tras haber sido ganado en concurso público, convocado por el Ayuntamiento de Sevilla, por el escultor granadino Cano Correa. Se trataba de ensalzar las hazañas de aquellos 250 marineros que en cinco naves al mando de Magallanes protagonizaron la espectacular aventura de dar la vuelta al mundo en el siglo XVI.
El conjunto monumental tiene varias partes; dedica un espacio a la figura exenta de bronce y de gran tamaño (2 metros) del propio Juan Sebastián Elcano que aparece saludando, brazo en alto, a su entrada triunfante en la ciudad de Sevilla; al fondo y a su espalda, junto a un estanque, un muro de siete metros mantiene el huecorrelieve de un mapamundi en piedra caliza. Al lado se erige una gran columna conmemorativa al gusto de aquellas romanas como las de Trajano o Marco Aurelio en Roma, a lo largo de cuyo fuste se narran los episodios del acontecimiento que se quiere conmemorar, como si fuera una cinta historiada de escenas en bajorrelieve talladas en la piedra y dispuesta en cuatro niveles o pisos. Aparece la partida de las naves desde Sevilla, escenas de la travesía, luchas con pueblos aborígenes, muerte de Magallanes, hasta el regreso de nuevo a Sevilla con el acto de acción de gracias en la catedral. Corona la columna una rosa de los vientos. Según dicen, alguno de los personajes allí aparecidos resulta ser un autorretrato del propio Cano Correa.
No está mal recordarle a los granadinos la vida y la obra de Cano Correa; aquel niño de pueblo que vino a las Escuelas del Ave María a aprender a leer y escribir; en donde le enseñó música el maestro Ayala; estudió talla en el taller de Navas Parejo hasta que marchó a Barcelona donde abriría definitivamente los ojos al arte. De nuevo en Granada frecuenta la Escuela de Artes y Oficios hasta ser becado en Madrid. Es larga su biografía como lo fue su dilatada obra, como lo fue su propia vida. Murió con cien años en Sevilla, ciudad que lo acogió tal vez con más calor que su propia ciudad natal. Aunque es verdad que el Ayuntamiento le concedió la Medalla de Oro de la ciudad en 1997 y la Academia de Bellas Artes de Granada la medalla de Honor en 2005, un poco tarde, tenía 95 años y Cano peinaba ya demasiadas canas. Hoy lo recordamos aunque modestamente.
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