23-F: Los ocho granadinos 'invitados' a la historia
José Vida Soria y Antonio Jiménez Blanco mostraron su lealtad democrática al entrar una vez iniciado el golpe.
Es curioso que en el 35 aniversario del intento de golpe de Estado, el hemiciclo esté en el momento menos operativo de la historia de la democracia en España. La situación de un Gobierno sin dueño ni coalición posible que se vive hoy día se entremezcla con el recuerdo de la efeméride del 23-F. Se cumplen 35 años de la irrupción en el Congreso del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero disparando al techo al grito de "¡Quieto todo al mundo! ¡Al suelo!" cuando no se había cumplido ni media hora la sesión para la votación de investidura del candidato centrista Leopoldo Calvo Sotelo. Ese tarde del 23 de febrero de 1981 estaban ocupados prácticamente todos los escaños por políticos que, desde ese preciso instante, se convertirían en protagonistas de excepción de un capítulo negro y lleno de enigmas de la historia de España. Entre ellos, había ocho diputados granadinos que no necesitaron pasar la noche en vela pegados a los transistores como hacían millones de españoles, sino que vivieron la escena en riguroso directo.
Pero no todos estaban allí en el momento del asalto. De los ocho granadinos en el hemiciclo, hubo dos que se presentaron 'voluntarios' para mostrar sus valores democráticos en una coyuntura de zozobra y confusión. Uno de ellos fue el socialista José Vida Soria, que esa mañana había optado por no viajar a Madrid para atender sus compromisos docentes en la Universidad con la convicción de que la votación de Calvo Sotelo era un puro trámite. No obstante, cuando se enteró de la toma del Congreso, Vida Soria cogió el primer vuelo a Madrid en una de esas decisiones que cambian la vida de cualquiera, pese a la advertencia que le hizo el general Prieto de la Guardia Civil en la puerta del Congreso: "Entra si quieres, te van a matar igual". Esta frase con tono de amenaza, que se recuerda en el libro Crónica de un sueño (1973-83 Memoria de la Transición Democrática en Granada) editado por el periodista Juan de Dios Mellado, no minó la valentía del diputado socialista que más tarde explicaría que fue su sentido de la obligación y del deber el que le llevó hasta dentro, más que la solidaridad. Tres días más tarde dejó su cargo y emprendió su carrera con éxito al Rectorado de la UGR.
El otro granadino que se 'coló' en el trágico espectáculo que representaban los golpistas fue Antonio Jiménez Blanco, de la UCD. Este prestigioso abogado, homenajeado recientemente en el Centro Artístico Cultural de Granada, se había visto obligado a dimitir una semana antes como portavoz ucedista por la incompatibilidad con su cargo de presidente del Consejo de Estado. Sin embargo, también acompañó a Vida Soria a un hemiciclo convulso. Jiménez Blanco relató en una entrevista de 2004 a este periódico cómo vivió esa tarde del 23 de febrero de 1981: "¡Tremendo que un teniente coronel hubiera podido ganar un evite como ese! Yo entré en el Congreso después del golpe con Pepe Vida. ¿Por qué? No lo sé, quizá por pena. O por esperanza. Por esperanza de parar aquello. Un guardia civil me dijo 'entre usted, que hace falta gente con sentido común'. Era un guardia muy de Tejero, pero buena persona, medio granadino. Aquello era una capullada, en el sentido granadino del término. Pero fue espeluznante pasar por la calle Serrano y ver a la gente sentada en las terrazas como si no pasara nada. Yo era un señor que había vivido la Guerra Civil. Fue una regresión, había que cortar aquello". Para él todo ese acto se resumió en que "había que dar la cara".
Para los que ya estaban sentados en sus escaños cuando los tricornios del golpe hicieron su aparición tampoco fue fácil superar aquel mal trago y mostraron mucho carácter. Es el caso de la socialista María Izquierdo Rojo, que rehusó salir del hemiciclo por sus principios feministas y no estaba dispuesta a recibir un trato de privilegio por su condición de mujer. Ella aguantó estoicamente junto a su compañero de partido Ángel Díaz Sol, al que le fue encomendada la tarea de minar la moral de los golpistas con sucesivas preguntas al capitán general. Los otros cuatro granadinos fueron Julio de Castro Hitos, Joaquín García- Romanillos y Arturo Moya Moreno por parte de la extinta UCD, y Jaime Ballesteros, quien fuera diputado comunista y principal lugarteniente de Santiago Carrillo.
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