Cualquier epidemia pasada nos parece peor

La 'gripe española' dejó en Granada unos 1.500 muertos

En muchos pueblos de la provincia se dejaban los cadáveres envueltos en sábanas y rociados con cal en la calle porque el sepulturero había fallecido

Las mascarillas que se usaban durante la gripe española donde muy pocos tenían acceso a ellas. / G. H.

Granada/El día 23 de septiembre de 1918 se amontonaron los telegramas en la mesa del gobernador civil de Granada comunicándole la incidencia de la pandemia mal llamada 'gripe española' en la provincia. Desde Freila, que tenía 1969 habitantes, le comunican que había 250 vecinos infectados, entre ellos el único médico de la localidad. En La Calahorra son casi 200 y en Orce llegan al millar. La epidemia había alcanzado de lleno a nuestra provincia, una de las más afectadas de todo el territorio español. La Junta Provincial de Sanidad se reunió para acordar unas medidas preventivas rudimentarias, pero no había otras.

Lo primero que se hizo fue aislar a los enfermos y esterilizar sus objetos personales. A los comercios públicos les recomendaron el barrido persistente con serrín y el lavado con 'zotal'. Y a los vecinos les pidieron que no se reunieran en grupo "por el grave peligro de que se contagien gérmenes transmitidos por personas aún convalecientes o incubando la enfermedad sin ellos saberlo". El doctor Fidel Fernández Martínez hizo unas declaraciones a El Defensor en las que dijo que la gripe se presentaba de tres formas: leve, con poca calentura; grave, con altas temperaturas que hacen que el paciente fallezca en pocas horas, y pulmonar, con fiebres de tipo tifoideo.

Cadáveres en las calles

Él mismo doctor hizo un balance dramático de la situación al contar que en Baza, por ejemplo, morían entre quince o veinte personas todos los días debido a esta enfermedad y que en muchos pueblos los cadáveres no se podían enterrar porque había muerto también el sepulturero. La gente dejaba a los fallecidos en la calle envueltos en sábanas y rociados con cal. El alcalde de Caniles, Juan Carpio, tuvo que formar una brigada con jóvenes sanos para cavar fosas y sepultar a los fallecidos. Chauchina, Gor, Gualchos, Gabia, Esfiliana y Fornes pidieron urgentemente que les enviaran un médico porque los suyos habían muerto o estaban enfermos. Pedro Martínez alcanzó los 500 afectados y en un solo día se contabilizan 20 muertos. Aunque el más afectado fue Caniles porque la enfermedad la trajeron los temporeros que habían ido a la vendimia francesa.

Recorte de prensa donde se dan noticia sobre la desesperada situación. / G. H.

Se dice que la 'gripe española' acabó con la vida de 50 millones de personas en todo el mundo, muchas más de las que habían fallecido en la II Guerra Mundial. En Granada capital se calcula que fueron alrededor de 1.500 las personas que fallecieron por esta enfermedad.

Miradas con miedo

Me imagino ahora el miedo que pasaron nuestros abuelos y bisabuelos, en aquella época de hambre y miseria. Por entonces no había mascarillas (o las tenían unos pocos) ni geles, ni apenas desinfectantes. Solo cal y lejía, recién inventada en Francia por un tal Berthollet, aunque solo era utilizada en los hospitales. Pasteur había descubierto a finales del siglo XIX que ciertas bacterias eran el origen de determinadas enfermedades y que podrían combatirse con el hipoclorito sódico, por lo que su uso se extendió a los hospitales. Tampoco nadie declaraba el estado de alarma ni había confinamientos.

El agua de Granada ayudaba poco a la situación ya que quien se atrevía a beberla podía acabar infectado de tifus, de ahí la gran cantidad de agua de aguadores que a grito pelado ofrecían agua del Avellano o de la Alhambra. Si acaso se hacían unas recomendaciones. Como medidas preventivas y terapéuticas recomendaba "el aislamiento de los atacados, desinfectándose rápidamente las habitaciones que estos hubiesen ocupado".

También se incidía en la necesidad de aireación de las casas; en evitar lugares con gran aglomeración de público y el contacto directo con los enfermos; en enjuagues de boca y nariz. Y paseos al aire libre. Nada más. El único hospital que había, el de las Niñas Pobres, tenía tan pocas camas que se colapsó el primer día de la epidemia. El Hospital Militar estaba colapsado de militares que habían contraído la enfermedad. La gente pasaba la enfermedad en su casa, contagiando a toda persona que viviera en ella. Por eso morían como chinches. En un día podían morir el triple de los que han muerto por coronavirus en toda la provincia durante esta pandemia.

La Primera Guerra Mundial acababa de finalizar y en toda Europa las carencias eran tantas que solo se vivía pensando en llevarse un pedazo a la boca para sobrevivir. España no participó en dicha guerra, pero sufrió las mismas carencias que todo el continente. Por eso, cualquier pandemia pasada, fue mucho peor que esta. Con esto no quiere decir que no tengamos derecho a quejarnos, aspiración lógica, pero sí que tenemos que conocer la historia para sentirnos, al menos, más afortunado que nuestros ascendientes.

Los picaportes

Así que, desde lo que conocemos, solo nos queda adaptarnos y hacer posible por evitar la deshumanización. ¿Saldremos mejores personas después de una crisis? Esa es la pregunta que se están haciendo los sociólogos y que nadie, por ahora, puede responder con seguridad. Dicen que para conocer al ser humano, hay que hacerle pasar por una situación difícil. Leí el otro día que en el libro de Keith Lowe Continente salvaje se contaba una anécdota datada y fechada en Hannover al día siguiente de cuando Alemania firmó la capitulación en la Segunda Guerra Mundial, de cuyo fin se conmemora estos días el 75 aniversario.

Las existencias de papel higiénico se agotaron en varios supermercados las primeras semanas de confinamiento. / AutorErasmo Fenoy Núñez

Cuenta Lowe que una multitud entró como un torbellino en un en un almacén con el objetivo de llevarse lo que encontrara. Era un almacén de picaportes para puertas, así que no lo único que se podían llevar era eso. Pero es que no solo se los llevaban, sino que se peleaban por ellos. Uno de los saqueadores incluso empujó a una chica y le quitó los picaportes que llevaba tras propinarle un montón de patadas que la hicieron sangrar. Después salió corriendo y cuando iba a mitad camino pareció recuperar la cordura: miró los objetos que llevaba y con un gesto visible de desagrado los tiró porque no le servían para nada.

Tal vez eso explique un poco lo que pasó con el papel higiénico cuando al comienzo del estado de alarma se dijo a la población que se abasteciera para un largo confinamiento. Los clientes de los súper se tiraban a por él solo porque había otros que los estaban comprando en grandes cantidades. Más de uno pensaría después: ¿para qué quiero yo tanto de esto, si solo sirve para limpiarse el culo? Pues eso. No sé si seremos mejores personas, pero sí que tendremos las manos más brillantes y el culo más limpio.

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