La guerra más larga y menos cruenta de la historia

Historias de Granada

Se cumplen 40 años de la firma de paz entre Huéscar y Dinamarca tras un largo conflicto bélico en el que no hubo ningún muerto

Dos cineastas malagueños estuvieron el pasado mes en la localidad granadina para elaborar un documental sobre el acontecimiento

Así vinieron algunos daneses.
Así vinieron algunos daneses. / Juan Ortiz

Quisiera que lo vieran ustedes. Tiene 90 años, pero su cabeza carbura con la misma facilidad que un motor recién estrenado. No hay laguna mental posible que intercepte su discurso. En cuanto a su agilidad física, es de los que aún se atrevería a correr los cien metros lisos si hiciera falta. Se llama Vicente González Barberán y tiene mucho que ver con la historia tan surrealista que voy a contar hoy. Es una historia en la que hay de por medio una guerra que nunca se llegó a celebrarse y en la que los únicos perjudicados fueron aquellos que pillaron una gran curda el día en el que se firmó el armisticio: 172 años después. Los bandos en confrontación fueron Huéscar y Dinamarca. Un pueblo de unos 3.000 habitantes (esa es la población oscense que había a principios del siglo XIX) contra todo un país. Sucedió durante la invasión napoleónica a nuestro país.

Muchos de ustedes se acordarán, en los años ochenta del siglo pasado Vicente González Barberán era consejero de Bellas Artes y delegado de Cultura. Yo comenzaba mi carrera periodística en Granada cuando él era un avezado político (pertenecía a la UCD) que había conseguido que muchos de los edificios de la provincia fueran declarados monumentos nacionales. Estuve con él hace un par de años en su piso de la calle Madrid y me sorprendió ver la gran cantidad de estanterías y muebles dedicados a las miles y miles de fichas escritas a mano que tenía. Uno de sus pasatiempos favoritos es levantarse, leer el periódico y luego coger una ficha escribir a mano lo más importante que ha pasado ese día. Le dije que hoy las nuevas tecnologías permitían llevar un archivo de ese tipo sin tener que gastar trocitos de cartón y él me dijo que lo sabía, pero que no se acostumbraba a prescindir del papel a la hora de leer y de escribir.

Gonzalez Barberán le explica al embajador danés aspectos del pueblo.
Gonzalez Barberán le explica al embajador danés aspectos del pueblo. / Juan Ortiz

Vicente es uno de esos investigadores a los que se les ensancha el espíritu al ver un documento antiguo. Es de los que piensan que cualquier papel escrito de otra época puede ser un aliado increíble a la hora de entender el presente. Un día en que estaba echando un vistazo al archivo municipal de Huéscar (él tiene mucha relación personal con ese pueblo) encontró un documento en el que el Consistorio de esa localidad reunido en pleno le había declarado unilateralmente la guerra a Dinamarca en 1809. ¿Por qué? ¿En qué se basaban los vecinos de Huéscar para tomar tal decisión? Lo explica la Historia. Dos años antes, España había enviado más de 13.000 soldados a Dinamarca para evitar el desembarco de tropas británicas en la península de Jutlandia, en virtud de un tratado que había suscrito con Francia para controlar de forma conjunta los movimientos militares de Gran Bretaña. Poco tiempo después, las tropas napoleónicas invadieron España y la alianza se rompió. Los soldados españoles pasaron de ser aliados a rebeldes aislados en un país enemigo. Por orden de Napoleón los miembros de la expedición española fueron dispersados por el territorio danés para evitar que actuasen de forma coordinada. Estos soldados, entre los que pudiera haber habido algún oscense, las pasaron canutas en aquella parte del mapa tan fría y tan lejana. Durante la ocupación napoleónica que sufrió España, la Junta Suprema, que gobernaba el país, decidió cortar todas las relaciones con el citado país nórdico. Cuando la noticia llegó a Huéscar, el ayuntamiento de este pueblo, ni corto ni perezoso, declaró solemnemente la guerra a Dinamarca. Con un par. Tras la derrota de Napoleón y el regreso de Fernando VII a España, los habitantes de Huéscar olvidaron que estaban en guerra con Dinamarca, mientras que en el norte de Europa ignoraban la existencia de la contienda. El asunto quedó enterrado, olvidado, hasta que en agosto de 1981 Vicente descubrió en los archivos municipales el documento original de la declaración de guerra.

Aspecto que ofrecía la plaza durante la fiesta de la firma de la paz.
Aspecto que ofrecía la plaza durante la fiesta de la firma de la paz. / Juan Ortiz

El hallazgo fue expuesto en la revista local La Sagra y quiso la casualidad que lo leyera Rafael Guerrero, un joven periodista que trabajaba en Ideal y que tenía novia en aquella localidad. El periodista le propuso investigar el tema a Melchor Sáiz-Pardo, director del periódico y este, como buen apasionado de la Historia, le dio luz verde. Adelante, le dijo. Rafael Guerrero y Vicente González Barberán hablaron sobre el asunto y el resultado fueron varias páginas del periódico en el que se exponía que la contienda bélica entre Huéscar y Dinamarca estaba vigente. La noticia causó el consiguiente cachondeo en la redacción del periódico, cuyos miembros aconsejábamos a Rafael, que por lo pronto fue nombrado corresponsal de guerra, que viajara al escenario de la disputa vestido de vikingo, por si acaso.

El abrazo entre el el alcalde de Huéscar y el embajador danés.
El abrazo entre el el alcalde de Huéscar y el embajador danés. / Juan Ortiz

El caso es que, al salir el tema en el periódico, se hizo eco de él el corresponsal de la televisión danesa, Jorge Jensen, que le dio cobertura informativa en su país. La noticia de que un pequeño pueblo de Granada les había declarado la guerra casi 172 años atrás ocupó un gran espacio en la prensa danesa y fue fuente de todo tipo de bromas y chascarrillos. Para tratar de solucionar ese conflicto diplomático, el Ayuntamiento de Huéscar celebró un pleno en el que aprobó iniciar las negociaciones de paz con Dinamarca, mientras que el embajador danés en España obtuvo la autorización de su Gobierno para firmar un tratado de paz con los representantes huesquerinos. Así, el 11 de noviembre de ese mismo año los representantes de Huéscar y Dinamarca firmaron en la localidad granadina el documento que ponía fin a un siglo y tres cuartos de hostilidades. La jornada constituyó una auténtica fiesta en la que más de diez mil personas entre daneses y oscenses brindaron por el fin de la guerra más larga y menos sangrienta de la larga historia bélica de España. Una guerra en la que no hubo muertos.

Fiesta con mucho vino

Rafael Guerrero recuerda que para la firma de la paz vinieron casi 300 daneses (seis autocares) que vivían en la Costa del Sol. Muchos de ellos, para seguir la broma y para contribuir a una mejor ambientación, vinieron vestidos de vikingos, con sus cascos con cuernos, pieles en los hombros, espadas de madera y falditas cortas. La noticia había llegado hasta ellos y con la firma de paz tenían la oportunidad de viajar hasta el norte de la provincia de Granada. Al entrar en Huéscar, se habían puesto varios carteles informativos destinados a los visitantes vikingos: ‘¡Cuidado! Entráis en territorio enemigo. Si deciden pasar, aténganse a las consecuencias’. El ambiente festivo era espectacular. Jamás se había visto la ciudad tan animada y de esa forma tan peculiar. Guerrero escribía en sus crónicas el ambiente de alegría y jolgorio que se había conseguido.

El alcalde y el embajador intercambian banderas.
El alcalde y el embajador intercambian banderas. / Juan Ortiz

La paz fue firmada de mutuo acuerdo por el alcalde oscense José Pablo Serrano y por el embajador danés Mogens Wandel-Petersen, quien dijo aquello de “ojalá todas las guerras sean como esta”. Vicente González intervino como mediador en las negociaciones y dijo que “no se puede olvidar lo que no ha dejado mal recuerdo”. El embajador danés utilizó el tono humorístico para decir que se había atrasado su llegada a Huéscar porque sus espías le habían informado de que “las movilizaciones de las tropas en Huéscar no eran tan inminentes”.

Niña con el traje típico de Huéscar y bandera danesa.
Niña con el traje típico de Huéscar y bandera danesa. / Juan Ortiz

Luego le ofreció al Ayuntamiento de Huéscar una bandera danesa y una foto de la reina Margarita. En la plaza se colocaron los bandos que daban por terminada la guerra. Huéscar ofreció a los daneses que estuvieron allí chuletas de cordero, morcilla, pipirrana, remojón de San Santón, dulces autóctonos y vino, mucho vino. “Así… ¿quién no se rinde”, dijo el embajador al ver las viandas. Como se decía en el programa de actos, “afortunadamente siempre habrá una paz que declarar, una copa con la que brindar y unos amigos a quienes abrazar”. González Barberán recuerda que fueron muchos los daneses que se emborracharon ese día porque se pusieron a disposición de los visitantes grandes tinajas de caldo autóctono. “Allí el vino está carísimo y aquí lo podían beber gratis. Así que raro fue el vikingo que no salió borracho”, me decía Vicente.

Y es que Huéscar siempre ha confiado en la bondad del vino a la hora de llevar a cabo negociaciones. Durante la llamada Guerra Fría envió varias garrafas de mosto de la tierra a dirigente estadounidense Ronald Reagan y el ruso Leónidas Breznev con el que pretendía mejorar las relaciones entre ambos bloques y generar un acuerdo de paz. La noticia salió en los periódicos de la época.

El caso es que aquella fiesta dio lugar al establecimiento de un vínculo especial entre la ciudad granadina y el país escandinavo. La relación entre Huéscar y Dinarmarca se mantuvo después del armisticio, con los habituales intercambios de alumnos entre Kolding y Huéscar, así como la colocación de placas en calles en honor a Dinamarca y a la ciudad de Kolding. Rafael Guerrero recuerda los sorprendidos que se quedaba los jóvenes oscenses de los ochenta con la llegada de las chicas de intercambio danesas que venían con preservativos en el equipaje. Por entonces la educación sexual en Dinamarca nada tenía que ver con la de España. Los padres daneses preferían que sus hijas viajaran con condones antes que con tabaco.

Uno de los vikingos asistentes a la firma.
Uno de los vikingos asistentes a la firma. / Juan Ortiz

Ha pasado el tiempo y esas relaciones, de alguna forma, continúan. Aún hoy en Huéscar se exporta aceite a aquel país con la etiqueta en danés. Si en el pueblo granadino hay que organizar un viaje familiar siempre se piensa en Dinamarca, con la que estuvo en guerra 172 años. González Barberán me contaba que a muchos daneses les hizo gracia el nombre de las dos patronas de Huéscar -Alodía y Nunilón- y que hay algunos negocios en aquel país con el nombre de las santas oscenses.

Hace solo unas semanas que dos cineastas malagueños, Jorge Rivera y Jaime Noguera, estuvieron varios días en Huéscar rodando escenas para recordar aquel episodio tan surrealista. Tienen ambos el objetivo de ser rigurosos con la Historia, pero también elaborar una cinta en la que el protagonista principal sea el humor y el buen rollo. El episodio así lo requiere. El documental se estrenará a finales de año, con motivo de las cuatro décadas de la resolución pacífica de aquel conflicto, y podrá ser llevado a museos, centros culturales y educativos de ambos países, además de comunidades de residentes daneses en España y a asociaciones históricas. Buena idea. Todo sea por la paz y el entendimiento de los pueblos.

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