“A esto hay que darle una solución sí o sí”: el Albaicín, entre la filia y la fobia al turismo

Polémica

El barrio histórico se ha puesto en pie de guerra contra la llegada masiva de viajeros, pero al mismo tiempo reconoce la importancia que aporta este sector a la economía y la solución se antoja compleja

"Los vecinos del Albaicín saben que necesitan el turismo", el sector responde a las quejas del barrio

Un grupo de turistas a su paso por el Albaicín esta semana.
Un grupo de turistas a su paso por el Albaicín esta semana. / José Velasco / Photographerssports

El Albaicín se encuentra a más de 700 metros sobre el nivel del mar, lo que no ha impedido que hasta este histórico barrio llegue la ola que ya ha sacudido varias ciudades de todo el globo en contra de la masificación turística y en defensa de un modelo que permita la vida diaria.

La punta del iceberg se vio el pasado domingo 16, cuando cientos de vecinos tomaron el Mirador de San Nicolás, una de las joyas de la corona turística del barrio, para reclamar precisamente eso, un nuevo modelo que permita un “Albayzin habitable”, título de la plataforma convocante de esta, y otras, acción de protesta. 

Saben el qué, pero no el cómo. Lo cierto es que, como reconoce Manolo Serrano, responsable de la plantilla de guías turísticos de Small World Tour, “no existe una varita mágica” que permita solucionar el problema. Serrano, que lleva más de dos décadas en el sector, considera que la situación del turismo en el Albaicín, como en el resto de Granada, es demasiado compleja como para encontrarle una solución única: “ves muchos turistas en la ciudad, pero no todos tienen la misma incidencia sobre la actividad”, explica, y pone como ejemplo lo que él llama “turismo organizado”, aquel que depende de las asociaciones y agencias de viaje, y aquel más outsider, por ejemplo el de los jóvenes que vienen a pasar el fin de semana a la ciudad y que se organizan por su cuenta, aunque igualmente Serrano insiste en lo injusto de colgarle el sanbenito. 

Ese mismo turismo organizado también habla , Juan Peláez, presidente de la patronal de las agencias de viajes de Granada, quien también insiste en que, pese a todos los problemas que genera el turismo en esta zona, “los vecinos saben que necesitan al turismo”.

De hecho, los albaicineros son conscientes de esa complejidad a la hora de abordar el problema. Así, hay opiniones como las de Alicia Solanas, responsable de un panadería en el barrio, quien no ve con buenos ojos la irrupción de los turistas, algo que se traduce “en el cierre de locales de toda la vida para convertirlos en pisos turísticos”. De hecho, en calle Panaderos, en las inmediaciones de Plaza Larga y a pocos metros de donde se ubica el local de Solanas, uno de los bares con más solera de la capital fue cerrado recientemente para darle una nueva vida como apartamentos turísticos. 

Precisamente en Plaza Larga está Encarnación Rodríguez, una vecina del barrio que aprovecha la mañana para hacer las compras del día. Esta vecina define la marea de turistas como “agobiante” y pone como ejemplo una situación ya vivida hace varios años, cuando su hijo estuvo hospitalizado y tuvo que pasar unos días con él en la habitación. Rodríguez recuerda concretamente el momento que decidió “volver un momento a casa para asearme y cambiarme de ropa” como un auténtico infierno, dada la cantidad de gente, turistas, que transitaban por las calles que impedían acercarse a su casa. “Se creen que el barrio es suyo”, sentencia esta vecina.

Rodríguez entra a hacer unas compras a una ferretería del barrio, regentada por José Luis Ocaña, quien también tuerce el gesto cuando le toca opinar sobre el problema de los turistas, aunque reconoce que, pese a todo, “no generan grandes problemas”.

Para este vecino, el problema turístico del Albaicín se concentra en tres zonas: Calle del Agua, Plaza Larga y, en menor medida, Calderería. El resto, pese a también estar ocupado por turistas, presenta un problema menor, asegura.

La idiosincracia del Albaicín

Subiendo desde Gran Vía, Calderería es, quizá una de las vías para entrar al Albacín y, jalonada con sus negocios de inspiración árabe y marroquí, como sus teterías, es un punto de atracción para el turismo, ahí lleva razón Ocaña, pero también la lleva Serrano, cuando asegura que el Albaicín es un barrio compuesto por calles pequeñas, como la del Agua, opuestas a grandes avenidas como Gran Vía, una situación que, asegura, hace que el turismo sea visto como un problema, aunque para él no hay gran diferencia con otras zonas como por ejemplo, la Catedral. 

En este sentido se pronuncia también Marta Sánchez, guía turística de Granada –conocida más por su usuario en redes sociales Pateando Granada–, quien reconoce los problemas que puede suponer caminar con los grupos de turistas por esas calles estrechas del Albaicín, y caminar junto “a las ventanas de personas que están echando la siesta” y las molestias que su trabajo puede ocasionar a estos vecinos.

Sin embargo, esta guía insiste en que hay lugares más instagrameables, como el Albaicín, pero también el Sacromonte o la Alhambra, que exponen estas zonas de la capital al gran público, pero también existen otras zonas que reciben a centenares de turistas, como Soportújar, el pueblo de las brujas, o cualquier municipio de la Costa Tropical.

Pese a todo, Sánchez, que lamenta no haber podido acudir a la protesta de San Nicolás, reconoce que entre sus compañeros de sector, existe una opinión generalizada sobre el problema del turismo “que está bastante masificado” e insiste en la necesidad de buscar una solución que, para ella, se antoja complicada

Es más que evidente que el problema no se va a solucionar solo y que se hace necesario una reunión sectorial que implique a todas las partes para buscar una solución conjunta que beneficie a todos. Una reunión que empezó a tomar forma en julio del pasado año, cuando Marifrán Carazo, alcaldesa de Granada, anunció la creación de una Mesa del Turismo en la capital, aunque poco más se ha movido desde entonces.

En este sentido, Peláez entonaba hace unos días el mea culpa asegurando que pese a que los vecinos de los barrios más afectados por el turismo de masas ya han mostrado varias veces su malestar y se han reunido con el Ayuntamiento “aún no hemos hecho ninguna acción seria sobre este asunto”.

Por su parte, ManoloSerrano insiste en que es necesario “estudiar y mirar” detenidamente la situación para poder abordar esa reunión con garantías, porque “ciertamente a estoy hay que darle una solución sí o sí”, o de lo contrario se puede “matar a la gallina de los huevos de oro” y “morir de éxito”.

Mientras esa reunión llega o no, la Plataforma Albaizín Habitable sigue en marcha y una de sus responsables, Olalla Luque, asegura que, tras el verano, se plantean nuevas movilizaciones. 

Como una vecina más del Albaicín, Luque reconoce que el problema no es el turismo en sí, sino que lo que se plantea es que el “barrio no viva solo para él, lo que está provocando, en su opinión “que cada vez haya menos espacios de convivencia vecinal”, una situación que ella explica en que no existen apenas parques para los niños ni autobuses de línea que estén destinados a las visitas turísticas. 

La Plataforma, en palabras de su portavoz, asegura no estar en contra del turismo ya que muchos de sus miembros, explica Olalla, “se dedican a la hostelería”, probablemente el sector más beneficiado de este problema –los negocios consultados por este periódico han negado el problema o han declinado hacer declaraciones–, sino en repensar el modelo, ya que “el turismo repercute más bien poco”, poniendo como ejemplo paradigmático el turismo de cruceros que llega a la Costa Tropical y visita el Albaicín, y Granada, como parte de un itinerario mayor, donde apenas tienen tiempo de interaccionar con el barrio. 

La dueña de un local del Albaicín, que prefiere no decir su nombre, muestra una opinión similar. “Antes –dice esta comerciante sin precisar cuándo– venía gente de otros barrios o de pueblos cercanos, con la mochila, y echaban el día, comían en algún sitio, se tomaban un café,... pero ahora van con los guías y apenas paran”, se lamenta.

Esta vecina da una de las dos caras de este problema. A pocos metros, otra, parece ofrecer la contraria: “¿acaso cuando nosotros vamos a otras ciudades no hacemos lo mismo?”. El Albaicín se ha lanzado de cabeza al debate sobre el modelo de turismo, un debate que, como todos, tiene detractores y defensores, sus filias y sus fobias, enfrentándose entre ellas y repeliéndose como el agua y el aceite. Como dice Serrano, es necesario “sí o sí” darle una solución a esto, aunque sin una bola de cristal nadie parece encontrar la salida al problema.

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