Una hacienda al lado de una montaña de oro
Historias de Granada | Hacienda Jesús del Valle
Se cumplen treinta años del primer intento de rehabilitación de Jesús del Valle
Dos arquitectos piensan que aún no es tarde para recuperar la hacienda, que fue construida en el siglo XVII por los jesuitas
Granada/Jesús del Valle es un paraje precioso que está a unos diez mil pasos de Granada. Lo sé porque casi todos los sábados voy allí siguiendo las recomendaciones de mi médica. No es que mi médica me recomiende que vaya a Jesús de Valle, sino que ande y que no me pase todo el día delante del ordenador. "Mueve el culo", parece decirme cada vez que hablo con ella.
Suelo ir a Jesús del Valle con unos amigos que les gusta también andar y que encuentran fascinante ese paseo por la ribera del Darro. Hay pinos, hay olivos, hay zarzamoras y en mayo se oye el croar de las ranas cuando están en celo. Podría ser un lugar más bonito que lo que es si estuviera mejor cuidado. Aun así, es un sitio que se merece repetidas visitas. Dijo Pavese en su diario que se admira solamente aquellos paisajes que ya hemos admirado. Seguramente por eso mis amigos y yo pasamos una y otra vez durante nuestra caminata por Jesús del Valle. Y seguramente por eso nos da tanta lástima el estado de ruina en que se encuentra la antigua hacienda que fue de los jesuitas.
Nuestra excursión a veces incluye el Cerro del Sol, las ruinas de los palacios de Dar al-Arusa y Alixares y los vestigios de las minas romanas de oro. Se puede ir por el Sacromonte y salir por el Llano de la Perdiz o hacer el recorrido a la inversa.
El regalo del príncipe
No sé si ustedes se acuerdan, pero el Cerro del Sol se hizo mediático cuando en 1997 vino a visitar Granada el príncipe Abdullazih de Arabia Saudí. El alcalde Gabriel Díaz Berbel le permitió que él y su extenso séquito acamparan con sus lujosas jaimas en el citado Cerro. Al irse, el príncipe árabe le regaló dos hermosos caballos al Ayuntamiento de Granada por el buen trato recibido en la ciudad. Un regalo envenenado porque mantener a Kurafi y Layla, que así se llamaban los équidos, les costaba al Ayuntamiento un pico: casi 100.000 pesetas por animal y mes. Cuando los socialistas sucedieron al PP en el Ayuntamiento, le regalaron los caballos a la Guardia Civil. Kurafi y Layla tuvieron un potrillo, pero no sé qué pasó con él.
En la parte más elevada del cerro se encuentra lo que fue el palacio de Dar al-Arusa. Lo hallaron por casualidad, cuando se hizo una repoblación de pinares en 1933. Torres Balbás dirigió los trabajos de excavación y se encontraron fragmentos de yeserías, solerías y alicatados que mostraban la importancia del palacio. Actualmente se mantienen en pie solamente los arranques de los muros y algunas construcciones, como la alberca del patio central. Se le llamó también palacio de la Desposada y fue abandonado tras la conquista de Granada, pues así lo recoge el historiador Francisco Henríquez de Jorquera, en 1632.
Ya que se está por allí se pueden visitar las ruinas de la almunia real de los Alixares, un fastuoso palacio de los reyes nazaríes. Fue como un lugar destinado al retiro y la oración. El lugar está hoy cercado por una alambrada para impedir que los restos se sigan deteriorando. Si alguien entendido te lo explica te puede señalar donde estaban las torres, donde los pórticos abovedados y donde las columnas. Este palacio, según las crónicas de la época, quedó prácticamente destruido tras la serie de terremotos ocurridos en 1431, cuando se retrasó la toma de Granada por culpa de los seísmos.
Al coronar el cerro, un poco más adelante, hay un paraje con oquedades en las paredes de tierra apelmazada por los siglos. La montaña por allí parece un queso gruyere y está constatado que en aquellos agujeros se escondían los maquis y demás personas perseguidas después de la guerra civil. Por allí estaban las minas de oro de los romanos, que utilizaban el sistema ruina montium para arrancarle el oro a la montaña. Plinio el Viejo hablaba de ellas. Mediante esta técnica los mineros excavaban extensos canales desde zonas de abastecimiento natural de agua o presas artificiales. Dichos canales se convertían en túneles al llegar a la colina que quería desintegrarse y, abriendo el paso al agua, la fuerza hidráulica reventaba grandes sectores de tierra y roca, de cuyo lavado posterior en arroyos se obtenía el oro.
Según Gabriel Pozo, hubo un tiempo no muy lejano en que Granada se enorgullecía de fabricar monedas y coronas de oro para pagar impuestos especiales. Dice que con el oro extraído del Darro por aquellos lares se hizo la corona de la Virgen de las Angustias y las que se regalaron a Isabel II y al poeta José Zorrilla cuando fue coronado poeta nacional en Granada. Este último la tuvo que empeñar porque estaba más tieso que la mojama. Pero de eso hablaremos otro día.
El investigador Luis José García-Pulido tiene un ensayo sobre la minería aurífera en Granada en el que explica que hubo una especie de fiebre del oro en aquellos parajes próximos a Jesús del Valle cuando un empresario francés, un tal Adolfo Goupil, quiso poner en marcha en 1873 las viejas minas de los romanos. Invirtió el hombre once millones de francos para construir el llamado Canal de los Franceses, de 16 kilómetros de largo y destinado a llevar agua desde el río Aguas Blancas. Al final no había tanto oro como el empresario creía y la actividad cesó veinte años después con la muerte de Goupil. Hay quien dice que, totalmente arruinado, se suicidó.
La búsqueda de oro con criba y cedazo fue una actividad casi permanente entre mediados del XIX y mediados del XX. Luego hubo algún que otro aventurero que buscaba fortuna y hasta hoy mismo se puede ver -si se pone en Google 'buscadores de oro en el Darro'- algún video que otro de jóvenes buscando pepitas auríferas, pero ya más como distracción que como negocio.
Con molino de aceite
En cuanto a la hacienda de Jesús del Valle, se puede decir que su historia va irremediablemente cosida a una parte de la historia de Granada. El lugar lleva el nombre de esa finca de la Compañía de Jesús que hubo allí en el siglo XVII. Los jesuitas le daban mucha importancia al rezo, a la enseñanza y a las tareas agrícolas, por ese orden. Y en aquellas tierras plantaban todo tipo de productos que luego se pudieran comer y criaban todo tipo de animales que luego pudieran vender: desde un caballo percherón a una gallina ponedora.
La hacienda aparece en los anales de Granada de Henríquez de Jorquera y en su construcción colaboró el arquitecto de la Compañía, el padre Pedro Sánchez, que no tiene nada que ver con el político de ahora. Este Pedro Sánchez había colaborado a su vez con el gran Ambrosio Vico en la construcción de la abadía del Sacromonte. Como todas las granjas que tenía la Compañía, había una zona de corrales adosada a la parte trasera y había un cuerpo separado destinado a ser la residencia de los miembros de la comunidad. Había un molino de aceite con sus prensas, una aceña o molino de harina junto al río, un lagar y unas amplias yegüerizas. También un refectorio y una capilla. Lo tenía todo, como un cortijo andaluz del siglo XX.
La hacienda, de 400 hectáreas, se les incautó a los jesuitas cuando fueron expulsados de España en 1767 por orden de Carlos III, que les acusó de haber sido los instigadores de las rebeliones populares como el motín de Esquilache. Aunque había algo más, y es que la monarquía no aguantaba los métodos educativos, y en general, su concepto de la autoridad y del Estado no cuadraba con una monarquía cada vez más laicizada y más absoluta. No sería la última vez que esta Compañía sería expulsada por las monarquías europeas. Con la citada expulsión y la desamortización de sus propiedades, la finca pasa a manos privadas. A comienzos del siglo pasado vivían allí entre 20 y 25 familias de labradores y pastores con un contrato de arrendamiento de las tierras cedidas por el marqués Alfonso Narváez.
Esta hacienda fue tan importante que hubo un tiempo en que sus propietarios pedían enterrarse en ella, como el brigadier Carlos Calderón, un carlista granadino, empresario y gran juerguista, que tuvo amoríos con una joven princesa del Rhin llamada María Leonos de Salm-Salm, casada a su vez con el duque de Osuna. El padre del Calderón fue el que construyó el carmen de los Mártires y el que compró Jesús del Valle. El brigadier carlista estuvo casi cien años enterrado en la Hacienda y en 1980 sus restos fueron trasladados al cementerio de San José.
Ahora el abandono de la finca comienza a hacerse visible a mediados de los cincuenta. Se taparon puertas y ventanas, se pusieron vallas y aun así, durante años, la hacienda ha sufrido el expolio casi total. Por llevarse se han llevado hasta los azulejos de la capilla y el suelo de lo que era la cocina. De la capilla no han quedado ni los clavos de Cristo.
El pretendido hotel
Atraído por el poder de seducción del lugar, el empresario José Ávila Rojas lideró a finales de los ochenta un proyecto para rehabilitar la hacienda. "Ávila Rojas quiere construir un hotel de cinco estrellas en Jesús del Valle", fue el titular de los periódicos a cinco columnas. Fui testigo periodístico de la polémica que se desató. Los ecologistas y los ciudadanos contrarios a que el lugar sirviera como una simple especulación capitalista, se movilizaron hasta conseguir que el proyecto quedara en el cajón de los olvidos. Después se consiguió que la Junta de Andalucía declarara a aquellas ruinas Bien de Interés Cultural. Pero se sigue sin hacer nada para parar la destrucción total. Está en la lista roja de la Asociación Hispania Nostra, que cree que su estado de ruina es completo y que piensa que no hay solución.
Uno de los hombres que siempre ha estado unido al afán de recuperar el lugar es el arquitecto Nacho de Teresa, afán que le ha transmitido a su hijo Ignacio, arquitecto también. Ambos están convencidos de que "la resurrección de Jesús del Valle aún es posible, de que aquel lugar se puede convertir en un sitio en el que aprendamos nuestra historia, desde saber cómo sacaban oro los romanos por aquellos parajes a conocer la historia de los palacios de los Alixares y el de Dar al-Arusa". "Ni un ladrillo. No queremos poner ni un ladrillo más. Solo queremos que aquello no acabe desplomándose totalmente y, sobre todo, dignificar el sitio", dicen los arquitectos.
Están convencidos de que no hay que dejar pasar más tiempo y creen que debe de haber una especie de acuerdo entre lo público y lo privado para que hacer que el paraje recobre la dignidad perdida. Entre mis compañeros de camino siempre surge la disyuntiva si aquello es mejor dejarlo tal y como está (con su ruina inminente) para evitar posibles especulaciones urbanísticas o rehabilitar esa antigua hacienda bajo el auspicio de las instituciones competentes para que aquel lugar alcanzara el término de paradisiaco. Nada más ver los grafitis y las pintadas de sus muros, entran ganas de llorar por algo que no hemos sabido conservar. Por eso somos más los que estamos a favor de que se haga algo por Jesús del Valle antes de que se derrumbe del todo.
Tal vez sirva para este propósito la idea de convertirlo en una especie de alto en el llamado Camino Mozárabe de Santiago que viene desde Almería y que pasa justo por el lado de Jesús del Valle. Quizás un albergue para viajeros puesto que esta etapa está cada vez más transitada por andarines y peregrinos. No sé. Hacer algo antes de que aquello se venga abajo del todo. Nos da pena verla así. Mucha pena.
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