Isabel la Católica y Colón, el monumento desairado por una reina regente
Tras un fracasado concurso público, Cánovas del Castillo le encargó al arquitecto valenciano Mariano Benlliure este conjunto escultórico para celebrar el IV centenario del descubrimiento de América
María Cristina y sus hijos María de las Mercedes y Alfonso XIII no acudieron a la inauguración anunciada, lo que provocó graves disturbios en Granada
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Granada/En el ADN de Granada hay también estatuas y conjuntos escultóricos que la embellecen y le dan carácter. Uno de ellos es el de Isabel la Católica y Colón, que se hizo con motivo de cumplirse el IV centenario del descubrimiento de América. En esa bella escultura de bronce, Colón está medio postrado y la reina sentada recibe un documento que le entrega el navegante. Ahí donde se les ve, tan silenciosos y estáticos, tienen una historia en la que se incluye un traslado en los años 60 del siglo pasado, el plantón de una reina que no vino a su inauguración y hasta disturbios en la ciudad por ese desaire real. Desde entonces Isabel y Cristóbal han sido testigos mudos de muchas de las cosas que le han pasado a esta ciudad.
Granada tuvo mucho que ver en el descubrimiento de América, pues fue en Santa Fe donde se firmaron las Capitulaciones que permitirían viajar a Cristóbal Colón hacia las Indias por Occidente. Así que la ciudad que alberga la Alhambra tendría que ser una de las protagonistas del IV Centenario junto con Huelva y Sevilla. El Ayuntamiento granadino quiso hacer algo grandioso: un arco del triunfo a la manera del que hay en París. Pero había un problema esencial: el Consistorio no tenía ni un duro, en sus libros del debe y haber abundaban los números rojos. Por eso el alcalde de la ciudad, a la sazón Manuel Tejeiro, pidió ayuda al Gobierno, presidido por el malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Por entonces no había gobiernos autonómicos que entorpecieran el sistema de ayudas. Cánovas dijo al Ayuntamiento que se olvidara del arco (que había diseñado un tal Justo Gandaria) porque salía muy caro y que pensara en otra cosa. Se hizo un concurso público de ideas que, al final, quedó desierto. Todo el proceso de convocatoria y selección fue confiado a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que rechazó los tres proyectos presentados al concurso. Se hizo una segunda convocatoria, pero no se presentó nadie. Se acercaba 1892 y no se había hecho prácticamente nada. Como medida de presión, el alcalde le recuerda al Gobierno que el Estado tenía alguna que otra deuda con Granada por haberle desmantelado el Centro Telegráficos (que Cánovas se había llevado a Málaga) y por no tener aún, ferroviariamente hablando, ‘hilo directo’ con Madrid. A Granada nunca le han faltado los agravios. Fue entonces cuando Cánovas, tal vez harto de tanta incertidumbre, le encargó directamente a un joven escultor valenciano llamando Mariano Benlliure que hiciera el monumento que conmemorara el IV centenario del descubrimiento de América. Benlliure vivía en Roma. Tras recibir el encargo y la maqueta, se pone a trabajar. Tenía claro dos cosas: que debía de estar terminado para mediados de 1892 y que el presupuesto total para la obra no podía pasar de las 200.000 pesetas.
No viene la reina
El caso es que Benlliure se da prisa y consigue tener listo el monumento a finales de agosto de 1892. Isabel y Colón vinieron desde Roma a Granada en unos enormes cajones de madera que fueron depositadas en el Paseo del Salón, pues allí iban a ser instalados. El basamento, hecho de mármol, le fue encargado a un cantero escultor de apellido Arévalo. En Granada existía una gran expectación por ver qué había conseguido Mariano Benlliure y cuál sería la fecha de la inauguración: todo dependía de los días libres de la reina regente María Cristina, que había prometido estar presente en el acto inaugural con sus hijos María de las Mercedes y Alfonso XIII, que en 1892 había cumplido los seis años. Para contribuir a la grandeza y esplendor del momento, el alcalde Tejeiro pidió a los comerciantes y vecinos que adornasen balcones, montasen carrozas y levantasen arcos de flores por el lugar donde discurriese la comitiva regia y gubernamental. Pero sin poder precisarles la fecha todavía. Al final se decide que sea el 2 de noviembre el día de la inauguración. Unos días antes viene a Granada Cánovas del Castillo para conocer los planes de los festejos y del recibimiento a la reina y sus hijos. “Los preparativos aquellos que quiso comprobar el llamado ‘monstruo de Málaga’ fueron tan largos como el desarrollo del proyecto de pavimentación de la calle de Reyes Católicos”, dice el cronista José Acosta Medina. Pero de nada sirvieron esos preparativos porque la reina regente, que se encontraba en Sevilla asistiendo a otros actos conmemorativos del IV Centenario, decide a última hora no venir a Granada, poniendo como excusa las fuertes lluvias que se sucedían en Andalucía y que su hijo, el futuro rey, estaba enfermo. Los granadinos se tomaron aquello como un desaire. La misma prensa, sobre todo El Defensor de Granada, que era de marcado cariz liberal y progresista, dedicó un agrio editorial titulado “¡Que no vengan!”. En él exponía la desilusión de muchos granadinos por la actitud real. Fue Luis Seco de Lucena el que escribió el editorial. Uno de sus párrafos decía: “Granada ha realizado un esfuerzo vigoroso, con verdadero entusiasmo, con ingenuidad y alegría, para saludar a la Reina, para festejar a una dama virtuosa, para expresar al jefe de Estado su gratitud por el honor que, con su visita nos dispensa. Si la Reina no viene, todo sobra”. Al no venir María Cristina tampoco vienen los ministros Azcárraga, Cos Gayón y el escritor Linares Rivas, que la prensa granadina los había motejado con ‘Los tres Reyes Magos’, por los regalos que presuntamente iban a traer a Granada.
El caso es que el asunto trajo cola, mucha cola. Por lo pronto se organizaron manifestaciones (se supone que capitaneadas por los partidarios del liberal Sagasta) para protestar por la negativa real. “La multitud enardecida, comenzó a prender fuego a los arcos preparados para agasajar a la comitiva desde hacía casi un mes; la vegetación estaba reseca, las flores marchitas. De paso, apedrearon la casa del gobernador, incendiaron los fielatos y cometieron alguna que otra barbaridad que nada tenía que ver con el Centenario”, dice el periodista Gabriel Pozo en un trabajo sobre lo sucedido aquel año. Incluso algunos exaltados pensaron en emprenderla con el monumento rociándolo con pintura. El alcalde Tejeiro presentó su dimisión a Cánovas del Castillo, que lo había nombrado. La regente María Cristina jamás pidió disculpas por el desprecio mostrado con Granada.
Unos años después, el monumento fue rodeado de una verja para evitar que los niños se subiesen en él, como solía ser habitual. En 1961 se lleva a cabo una importante remodelación urbanística en la ciudad. Para aumentar la permeabilidad circulatoria de la Gran Vía y el barrio de San Matías, el Ayuntamiento había permitido el derribo del teatro Gran Capitán, el palacio de los Luque y el antiguo edificio de Correos y Telégrafos. Asimismo, habían sido demolidas algunas de las casas que el hijo Álvaro de Bazán había encargado a un escultor genovés. Para remediar tanto destrozo urbanístico, el Ayuntamiento hizo que se trasladara en 1962 el bonito conjunto escultórico de Mariano Benlliure desde el Paseo del Salón a la plaza resultante en la intersección de la Gran Vía y la calle Reyes Católicos. Una vez instalados la reina y el navegante, durante bastantes años tuvieron que soportar como fondo uno de los edificios más feos que se hayan construido en Granada: aquel de los espejos y lata oxidada que fue sede del Banco de Santander y cuya construcción fue considerada una de las cagadas urbanísticas más sonadas en esta ciudad. Ahora, después de tanto ajetreo, Isabel y Cristóbal posan más tranquilos que nunca.
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