Lorenzo Arribas: La esencia del médico de familia

Salud

Médicos residentes que trabajaron con el fallecido recuerdan su figura y su trabajo.

"Querido Loren, tú eras imprescindible, como médico, como profesor, como ser humano…"

Lorenzo Arribas: La esencia del médico de familia / G. H.

06 de agosto 2022 - 13:04

Posiblemente una de las decisiones mas importantes cuando empiezas tu formación como residente, es elegir un tutor. Puede que no nos demos cuenta de lo importante que es, hasta que terminamos este periodo y te enfrentas tu solo a una consulta. Decidir a quien confías parte de tu formación, con quien vas a compartir muchas horas de consulta, a quien vas a tener como referente durante 4 años, no es tarea fácil.

Debe ser alguien con conocimientos y con capacidad para enseñarlos, con empatía, con paciencia (mucha paciencia), que le guste su trabajo… Sin duda, no es tarea fácil. Pero entre toda esta dificultad, hay personas que lo ponen fácil. Que nada más verlas, sabes que serán una buena elección. Una de esas personas, eras tú, Lorenzo. Generoso. Así eras tu. Nunca te guardabas nada para ti. Como tutor, te entregabas entero. Tu tiempo, tus conocimientos, tus pacientes…

Nos permitiste entrar en tu consulta, ese sitio tan íntimo y personal y con la ilusión de quien nunca ha tenido un residente. Trabajar en ese espacio, con tus fotos esquiando en la sierra, corriendo por el Albayzin con tus amigos. Con tu caos de papeles, con esa mesa que no se interponía entre los pacientes, sino que los dejaba a tu lado, para poder darles la mano, para darte y para recibir…

La puerta de tu consulta siempre estaba abierta para todo el que quería aprender, daba igual de donde viniese. Nos has dejado tantas cosas, sin pedir nada a cambio, que tu ausencia ahora, es menos dolorosa. Trabajador. Incansable. No había hora en la consulta. Hasta que no se terminaba el ultimo paciente, no te ibas. Daba igual cuando. Trabajador incluso fuera de la consulta, que junto a tu generosidad, hizo que fueses a enseñar y ayudar a poner en marcha el programa de anticoncepción a todos los centros de salud que te lo pedían.

Jornadas infinitas para mejorar la atención a los pacientes. Siempre dispuesto, siempre con una sonrisa. Y allá que nos arrastrabas. Valiente. Si hay alguna cualidad que siempre nos has demostrado y que nos has inculcado, es que hay que ser valientes. Valientes para defender lo que pensamos, para ir a por todas cuando algo merece la pena. Valientes para ir en contra de lo establecido, porque no siempre lo establecido es lo mejor. Valientes para avanzar, para mejorar. Para ser como los salmones, que van remontando el río, contracorriente.

Y valiente fuiste en tu Sierra Nevada, esa en la que tantas veces te has perdido enfundado en tus esquís y que defendiste como Parque Nacional frente a quien hiciera falta. Innovador. Que capacidad para ver las cosas tenías. Cuando a algunos nos costaba ver algo fuera de lo habitual, tu le dabas luz. Gracias a eso, conseguiste muchas cosas.

Gracias a eso, el centro de salud de La Chana se convirtió en un centro de referencia en Atención Primaria. La organización de la consulta, con nuestra enfermera Amparo en la puerta de al lado, que resolvía gran parte de las demandas; y con Juani, nuestra administrativa, que nos descargaba la consulta de tareas burocráticas. ¡Menudo equipo teníamos!

Gracias a eso ganamos todos. Los profesionales, que podíamos trabajar haciendo una medicina mas bonita. Y sobre todo los pacientes, que tenían un referente para cada uno de los problemas de salud que surgían. Respetuoso. Nos enseñaste a tratar así a nuestros pacientes. A veces no conocemos sus historias, que son las que justifican esa consulta complicada, esa entrevista difícil… Respetuoso con las decisiones que toman nuestros enfermos. Y nosotros.

Cada uno de tus resis hemos sido diferentes. Y tu has estado siempre ahí, apoyándonos en nuestro camino, estando siempre cuando te hemos necesitado. Exigente. En una sociedad en la que la exigencia es un valor en desuso, tú la pusiste como norma. Nos exigías mucho, tanto como a ti mismo. Y aunque a veces eso nos fastidiara, sabíamos que era el camino para ser un buen médico de familia. Cuantas veces habremos retocado las sesiones en el último minuto, cuantas presentaciones a congresos modificadas justo antes de la exposición, esos mensajes a las 6 de la mañana con un artículo recién salido que había que incluir… Apretabas, pero sin ahogar y siempre recibíamos algo a cambio. Y luego, disfrutábamos del resultado, de lo conseguido. Porque cuando uno se esfuerza al máximo, la satisfacción es mucho mayor. Riguroso. “No seáis médicos de oreja”. Cuantas veces habremos oído esta frase… “Estudia, ve a las fuentes”.

Ese rigor científico, esa medicina de evidencia científica, que nos grabaste a fuego, cuando alrededor lo normal era hacer las cosas porque siempre se han hecho así. Y para eso había que estudiar, esforzarse y en eso, tu eras el primero que se ponía. Inconformista. Por qué conformarse con algo, si puedes hacerlo mejor. Con la atención a un enfermo complicado, con los recursos que se podían poner a disposición de los pacientes…

Quisiste seguir atendiendo a tus pacientes fuera de la consulta y no tuviste reparo en subirte a la ambulancia para atenderlos en sus casas o donde surgiera la urgencia. Con el tiempo, te supo a poco y quisiste seguir tratándolos en las urgencias del hospital, sitio donde tu abriste un hueco y donde fuiste un ejemplo para el resto de tus compañeros. Los alumnos de la facultad de medicina también pudieron disfrutar de tus clases, esas que nadie podría olvidar. Con esas presentaciones tan “tuyas”.

Solo una foto era suficiente para contar algo sin una palabra, solo una frase escondía una gran historia. Humilde. Porque las personas realmente inteligentes y grandes, saben “que no saben nada” y siempre están abiertas a aprender de todo y de todos, a estudiar mucho, a revisar… “Toma tierra”, nos decías, a la vez que lo hacías tu. Emocionante. Porque la vida tiene que ser así, llena de emociones. Que es lo que le da sentido a todo. Y cada día en la consulta era así, emocionante.

Ese primer DIU que pusimos, cada latido del corazón de un bebé, ese último adiós a un anciano que decide morir en paz en su casa, esas buenas noticias ante una grave enfermedad… que cantidad de experiencias y de recuerdos nos quedan… Eso solo puede darlo alguien que ha llenado su vida de grandes emociones… en los ríos, en las grandes montañas… y también en los pequeños regalos de cada día. Imprescindible. Absolutamente imprescindible… porque ya lo dijo el poeta: “Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay hombres que luchan varios días y son mejores. Hay hombres que luchan muchos días y son muy, muy buenos. Pero hay hombres que luchan toda la vida y esos son los imprescindibles”. Querido Loren, tú eras imprescindible, como médico, como profesor, como ser humano… Todas estas virtudes son las que permitieron que trabajar contigo fuese una de las mejores experiencias de nuestras vidas. Son las que hicieron que nadie que pasó a tu lado, quedara indiferente.

Las que nos hicieron ser los médicos de familia que ahora somos, enamorados de lo que hacemos, preparados para trabajar en cualquier sitio, fuera de Granada, de Andalucía, e incluso fuera de España. Ahora no estás. Y lejos de sentir un vacío, te tenemos muy presente, te has quedado en muchos sitios, en muchos momentos. Y aunque duele no tenerte ya, nos queda la fortuna de haberte disfrutado todos estos años. Solo nos queda darte las gracias y quedarnos con el compromiso de transmitir esa mirada y esa forma de vivir a las personas que pasen por nuestras vidas. Como tú hiciste. Seguro que así, el mundo es un poco mejor.

Tus resis.

Salva, Ana, María, Tania, Maria Jesús, Paloma, Nono y Cristina.

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