“Nos convertimos en los familiares de los enfermos porque los suyos no podían verlos”
Manuel Colmenero | Jefe de la UCI del Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada
La Unidad de Cuidados Intensivos del San Cecilio fue la primera de los dos grandes hospitales de Granada en quedarse sin pacientes Covid
"Estamos acostumbrados a no ganar siempre", dice el doctor Colmenero de una unidad que suele enfrentarse a los enfermos más graves
Granada/Si la desescalada se produce porque los hospitales ya pueden atender a las personas que presentan cuadros más complicados por coronavirus (lo que durante todo este tiempo se ha llamado –y luchado– aplanar la curva), en Granada los tiempos están coincidiendo. Quedan personas ingresadas, aunque cada vez menos, y en UCI quedan cuatro personas. En la del hospital más moderno y nuevo de la provincia, el Universitario Clínico San Cecilio, el del PTS, desde el pasado miércoles ya no tienen pacientes Covid. Por desgracia, el último falleció. Pero la tormenta en el sistema sanitario escampa poco a poco y llega el momento de hacer análisis. Y reflexionar como lo hace quien está al frente de la unidad por la que pasan las personas más críticas, el doctor Manuel Colmenero.
–Una noticia con sabor agridulce: se queda vacía la UCI de pacientes Covid pero el último no pudo superar la enfermedad.
–Claro. Nosotros estamos acostumbrados en la UCI a no ganar siempre, no solamente con los enfermos Covid, sino en general. Las UCI tienen una tasa de éxito del 80-90% pero siempre hay un porcentaje en el que, por muchos que luchas –el enfermo y nosotros–, finalmente no conseguimos que el enfermo pueda salir para adelante. Esto viene a ser similar. Esta es una patología muy grave, que tiene una mortalidad importante, aunque nosotros concretamente un poco más baja de lo que sabemos que está ocurriendo a nivel nacional. Estamos satisfechos de que a una gran mayoría de enfermos asistirles, mejorarles, y devolverlos a su vida y con sus familias. Con otros, lamentablemente, no hemos podido.
–¿Cómo resumiría estos casi tres meses de trabajo en una UCI?
–Por una parte ha sido muy gratificante. Toda la vocación que tenemos, la rutina te hace trabajar. Pero en una situación de estas todo el mundo echa el resto. Además fue muy rápida. La UCI se llenó de una forma muy explosiva en quince o veinte días. En los primeros días iban llegando a un ritmo de 3-5, algún día tuvimos 7, y esto nos obligaba a trabajar muy rápido. Pero con la adrenalina todos remaban en la misma dirección y se lograba atender a más enfermos. Además, se aumentó la capacidad de la UCI, contamos con otros especialistas que han trabajado con nosotros, contando con personal contratado específicamente. Todo fue muy rápido, pero se lograba que los enfermos fueran mejorando. Pero luego, esto no eran unas condiciones normales. Todo el tema de los equipos de protección individual hacía el trabajo muy penoso.
–¿Han tenido problema de material?
–No hemos tenido esa falta de equipamientos. De hecho, la tasa de contagios entre los profesionales ha sido bajísima. Muy al principio, con la incertidumbre de que si lo que teníamos era suficientes, se generó un poquito de miedo, pero una vez se comprobó que era más que suficiente y que disponíamos de equipos –recibimos, tanto por parte de los cauces oficiales como de donaciones, suficiente material–, la situación se normalizó rápidamente y no hemos tenido carencia de EPIS. También es verdad es que fuimos los últimos de Andalucía en tener casos y luego hemos sido de los más afectados, por eso se dio tiempo a que se aprovisionaran para la fase inicial. Me tendrían que demostrar que nos ha faltado equipación para protegernos.
–¿La situación con el coronavirus en Granada está controlada?
–Lo que era la transmisión comunitaria, que fue la que desencadenó que rápidamente hubiera todos estos casos, toda la llegada masiva de enfermos al hospital, está claramente controlada. Ahora llegan muy pocos. A los que se diagnostican es porque se les hacen pruebas por otros motivos, y después de tres meses de aislamiento, hay muy pocos casos de virus fuera de los sitios donde hay enfermos. El problema ahora es cuando empiece a haber movilidad. Se ha abierto entre las provincias, luego a los turistas europeos, y casi seguro que empezará a circular el virus, pero ya el abordaje será distinto.
–¿Se está preparado ante un rebrote del virus?
–Claro, pero no será de la misma manera. Había mucho virus en toda la comunidad y por eso se producía un brote, una onda como lo llegamos a llamar. Ahora empezarán por focos. Habrá uno, y lo que habrá que hacer es controlarlo antes de que se expanda. El abordaje será diferente a la primera ocasión, y para eso se tiene que establecer un seguimiento. Me consta que se ha trabajado. Hemos traspasado la responsabilidad del control a la Atención Primaria, al Servicio de Vigilancia Epidemiológica, a toda la red de alerta que se ha creado. Ellos son los que ahora tienen que detectar los casos y hacer un control de todo su entorno, de todos sus contactos, y anclar esos focos. Si somos capaces de aislarlos y que no se vuelva a producir la expansión comunitaria habremos logrado no volver a confinarnos y parar toda la actividad económica.
–¿Qué se aporta desde una UCI al conocimiento científico sobre el Covid-19?
–Cuando el enfermo llega a la fase de mayor gravedad, que es cuando le atendemos nosotros, no se ha demostrado que sirva ninguno de los tratamientos que ya se utilizan, por el momento. Estamos pendientes de grandes estudios para algunos que se están ensayando. Hay que hacerlo antes, cuando la enfermedad está en una fase más leve o moderada, y ahí sí hemos visto un cambio entre la primera fase, del primer mes aproximadamente, donde prácticamente no había nada que hacer –la neumonía dependía de los aparatos que nosotros poníamos–. Los médicos de infecciosos y de medicina interna empezaron a ensayar con ciertos fármacos para una situación de inflamación que detectaron, que se llama tormenta de citoquinas, y empezaron a usarlos contra fenómenos de trombosis asociados. Vimos entonces que el número de enfermos que pasaba de leve o moderado a grave disminuyó considerablemente. Los médicos internistas han hecho un estudio de esto y lo han llegado a publicar en una revista a nivel nacional y se expandió al resto de hospitales.
–¿Qué tratamiento se les ha dado a los pacientes en UCI? ¿Era para todos el mismo? ¿Dependía de la gravedad?
–El tratamiento en UCI ha sido fundamentalmente de soporte de los órganos que fallan, especialmente en este caso del pulmón, del respiratorio. Fundamentalmente son con aparatos, aunque también se le daba la vuelta a los enfermos, lo que se llama decúbito prono, porque es un tratamiento que se ha demostrado útil con estos pacientes con problemas respiratorios. Luego, si falla el riñón, un aparato de hemodiálisis, si es el corazón una serie de máquinas o fármacos. Pero directamente lo que es el tratamiento específico para el virus es el mismo que se pone en planta. No teníamos ninguno otro tratamiento adicional al que todos conocemos de antivirales , antiinflamatorios, o algunos de estos experimentales que todos hemos oído como los antipalúdicos como la hidroxicloroquina , o los antibióticos.
–¿Qué momento se le ha quedado grabado de toda esta crisis?
–El agradecimiento de las familias. Las familias lo han pasado mal. Al principio ni siquiera les dejábamos pasar a ver a sus familiares en estas circunstancias. Hablábamos con ellos por teléfono y era bastante complicado, bastante duro. Están esperando una llamada de teléfono, y que luego te cuenten de la manera más cariñosa posible, pero siempre con crudeza de lo que está pasando su familiar. Luego una segunda fase que en determinadas circunstancias permitíamos las videollamadas o que incluso vinieran a las UCI a verlos. Ese agradecimiento que te mostraban cuando te veían trabajar en esas circunstancias, vestidos de astronautas, sudando y sin respirar... Te lo agradecían enormemente. Y nosotros pensábamos: "No te dejamos venir, está tu familiar malísimo...". Y sin embargo te lo agradecían. Se les veía un agradecimiento especial. Nos habían cedido el acompañamiento que no podían hacer ellos. Esto no lo habíamos vivido hasta ahora. Estamos acostumbrados a tratar enfermos graves, pero nunca habíamos hecho esta labor tan humanitaria de convertirnos en los familiares de los enfermos porque no podían estar con ellos.
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