Los tres mascarones del Pilar de Carlos V
Ayer y hoy
Una reciente publicación nos revela el verdadero secreto de los tres mascarones. No se refieren a los ríos de Granada, ni a las estaciones del año, pues tanto unos como otras son cuatro.
Granada/Editado por el Patronato de la Alhambra y la Fundación Agua Granada ha aparecido una documentadísima obra de más de 500 páginas con el título de El Pilar de Carlos V. Símbolo y pretexto (2019) del catedrático de Instituto, ensayista y crítico teatral que se firma Andrés Molinari. Impresionante trabajo que con el pretexto del Pilar de Carlos V en la Alhambra nos abre un amplio abanico de comentarios sustanciosos y muy ilustrativos sobre la simbología que el pilar encierra entre los detalles de su construcción, mitad de siglo XVI, obra del escultor lombardo Niccolo da Corte, según proyecto de Pedro Machuca y bajo los auspicios de los Condes de Tendilla (los Mendoza).
La presente reseña hace referencia al capítulo dedicado a los tres mascarones que, a modo de metopas, decoran el friso de ese entablamento por encima del pilón abrevadero. Tres mascarones barbudos que el autor relaciona con las máscaras del teatro clásico pues hasta aparecen las cintas o ínfulas para atarse a las cabezas que cubren con adornos vegetales.
El primero a la izquierda del espectador lleva sobre su insinuada calva unas gavillas de trigo como si fuera un gorro; el segundo, y a modo de turbante, adornos de flores, frutas y manojos de habas; y el tercero, racimos de uvas con sus pámpanos. Tres mascarones que tradicionalmente se han identificado con las tres estaciones productivas del año (primavera, verano y otoño), o con tres ríos de Granada (Beiro, Darro y Genil). Así se han mantenido en la tradición de siglos; así figuran en las guías más rancias y en las que copian de ellas y así hemos venido creyendo en nuestras explicaciones con alumnos y visitantes.
El trabajo que ahora se publica viene a poner en duda con sólidos argumentos tales creencias. Ya es chocante que se quede fuera del diseño el invierno cuando precisamente en Granada el invierno es estación muy productiva gracias a la cantidad de agua que se acumula en la Sierra; además la secuencia de los adornos vegetales no coinciden con las estaciones pues espigas, flores y vides corresponderían a verano, primavera y otoño, advierte el autor, con lo que el orden lógico estaría alterado. Esto además de que tradicionalmente las estaciones del año suelen estar representadas por figuras femeninas y no por viejos barbudos; y cita como ejemplo la representación femenina de las cuatro estaciones en el mosaico romano de Eros y Psique (Córdoba). Aunque es verdad que el pintor Arcimboldo (1563) representa a las cuatro estaciones con dos figuras femeninas (primavera y verano) y dos masculinas.
Pero tampoco parece estar muy de acuerdo el autor con la creencia en la representación de los tres ríos de Granada, porque en realidad son cuatro, si contamos el río Monachil que tiene tanto o más mérito que el Beiro. No parece que Machuca en su diseño estuviera pensando en los ríos de Granada, dos de los cuales tal vez ni conocía. Además de que las uvas se dan más en el valle del río Monachil, no en el del Beiro.
Analizando los rasgos físicos y las expresiones de los rostros de estos mascarones observa sus miradas estáticas, ausentes, propias de máscaras teatrales; por los adornos vegetales de sus cabezas más se asemejan a las diosas de la antigüedad clásica (Demeter lleva espigas, Flora, flores, Dionisos, uvas). No sería pues descabellada esta asociación a la que tan de forma documentada se refiere el autor. Y eso nos obliga a revisar lo hasta ahora escrito sobre estos tres simbólicos mascarones.
La obra hace un exhaustivo estudio sobre toda la interesante decoración simbólica basada en documentos, con ayuda de elocuentes ilustraciones y con el apoyo de un amplio repertorio bibliográfico.
Los amantes del patrimonio granadino felicitamos al autor de El Pilar de Carlos V al tiempo que invitamos a su lectura.
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