La Media Maratón Ciudad de Granada, por dentro: la carrera más bonita del mundo es por quien la corre

Fernando, María, Íñigo, Roberto, Carlos, Pablo... La competición que desborda la ciudad cada primavera, desde dentro

Las mejores imágenes de la Media Maratón Ciudad de Granada 2025

Atletas en la calle Real de la Alhambra con la Puerta de la Justicia al fondo
Atletas en la calle Real de la Alhambra con la Puerta de la Justicia al fondo / Fermín Rodríguez / GPmedia

Granada/No pensaba escribir este año sobre la Media Maratón Ciudad de Granada. Dos años ya estaba bien, pensaba. Qué iba a contar este año que no hubiera hecho antes, me decía. Y en el fondo es algo así. Decía Ely García, compañera de fatigas en zapatilla, en una story de Instagram, que esta carrera era "la más bonita del mundo por quien la corre". Y es una de las verdades de esta competición. No es el recorrido, que ya justificaría ese lema (pero ojo, hay que cuidarlo y que no se malgaste de usarlo), ni mucho menos la organización (aprobado sin más), sino por la gente. La de dentro y la de fuera, que el sábado se volcó en abarrotar las calles como ni siquiera el año pasado, cuando coincidió con las Cruces y tenía el lleno asegurado. Esta crónica va más por ahí, más por las historias de otros que no son la mía y que han hecho que este 2025 haya vuelto a repetir en vez de haberme ido a Madrid con Elvira, Cris y Anita, que era la idea.

Todo se torció en enero, cuando al volver de las vacaciones de Navidad me llegó Fernando Herrero con un recorrido de Strava en WhatsApp. Así, por la cara. Y de esa forma acabé salpicado por un pique entre hermanos. Fer no había corrido en su vida nada más que dentro un 40x20, que diría Paco Caro, y el sábado no bajó de las dos horas en su primera Media por muy poco, precisamente, por ejercer de buen hermano con Íñigo. También se torció en enero cuando, aún no sé de qué forma, acabé hablando con María Fernández, compañera del Huelva Información, de la Media de Granada, y aún sé menos cómo acabó entrando aquella caótica mañana de las inscripciones a la web, pagando y apuntándose, aun sin haber subido una cuesta en carrera en su vida. Mucho menos en una de 21 kilómetros.

Un grupo de atletas, antes de la salida
Un grupo de atletas, antes de la salida / Jesús Jiménez / GPmedia

Fer y María

Fer fue entrenando poco a poco. Su primer recorrido tenía un ritmo de tacataca. Le dije de salir a entrenar juntos y él me dijo que ni loco. Por aquel entonces yo me preparaba la San Antón de Jaén e iba fino y no se veía preparado. Cada vez que salía me iba mandando sus registros. Y fue siguiendo el guion establecido: ganar tiempo primero, distancia después. Me iba preguntando circuitos porque, aunque ya lleve unos cuántos años en Granada, el cantabrón ha salido poco del roal Playmobil-Bar Soria. El 13 de febrero ya se animó a salir conmigo y precisamente fue para hacer su primera tirada larga, 12 kilómetros por la parte inicial de, precisamente, la Media de Granada. El orden lógico dictaba que al poco me iba a vacilar: que si "vaya ritmo llevo", que "Medinuca, que voy a acabar delante tuya con solo tres meses corriendo". Le va por dentro. Loja, la Ave María, varios Planes de Iguala en misión de reconocimiento, stories de Pitufollow y fotos de las Vomero. Así se plantó el sábado con Íñigo en los Alminares. Convertido al run.

María se apuntaba y desapuntaba de la carrera, exagerando, dos veces cada semana. Hubo incluso una vez en la que no habían pasado ni 24 horas entre la zozobra y la motivación. Y esta última era verdad verdadera. Yo me reía. Me divertía saber que, pese a estar tan convencida de todos sus miedos y sus dudas, al final iba a venir a correr la Media, la primera de su vida y nada menos que aquí. Y que se iba a volver al Portil afirmada en sí misma en que su camino sigue para adelante, y que no solo va bien, sino que irá a mejor. Es cierto que me preocupaba verla hacer tiradas cortas, de más, pero nunca se lo dije. El mejor ejemplo de su preparación fue una caída entrenando a finales de marzo, y cinco días después, plantarse por la cara 18 kilómetros yendo a Punta Umbría. Y caerse otra vez. Y volver a levantarse. Más de cinco horas de coche, y el top de las tres tiras de Adidas que tan familiar era en su Strava tocaba a la puerta de casa. Así se plantó en el sábado en los Alminares.

Alegría pese al esfuerzo
Alegría pese al esfuerzo / Jesús Jiménez / GPmedia

Sojo, Íñigo, Jorge y muchos Pablos

También era la primera Media del ilustre Roberto Sojo, la de Pablo Sanz, otro Pablo de estirpe rugbística como la de los Rubio... También andaban por ahí los picantes de Seven Run Club, con Pablo Maldonado o Carlos Moleón, que pilló dorsal a última a hora, aunque me escribiera a las tres y media del mismo sábado por si sabía de alguien que lo vendiera. "¿Podré colarme?", llegó a preguntarme casi desesperado. Como días antes Jorge Ruiz, que solo sabe él lo que tuvo que correr para salir del Palacio de Deportes a tiempo, y con una victoria bajo el brazo ante Manresa, para llegar a la línea de salida.

Siete y cuarto. Hay que buscar los cajones de salida y aún estamos en la puerta de los Escolapios. Tengo que agarrar de la mano a María para arrebatársela a Laura Cano y a Chema. "¿Nos tenemos que ir ya? Que Marta no ha llegado aún", me dice. "Ya vamos al límite", le digo. Efectivamente, no se puede entrar en el cajón. La organización pone una avenida larga y ancha para salir pero apenas deja puntos donde entrar. Me agobio. No quiero salir desde fuera de las vallas y le echo cara. Vuelvo a coger de la mano a María y empujando poco a poco cogemos un sitio entre la aglomeración, mucho mayor que los dos años anteriores. Fer e Íñigo no me pueden seguir. Me da coraje que no estén, pero en cuanto se abrió la cinta, pudieron pegarse. Está a punto. Pancarta. ¡Salida!

Momento de la salida de los cajones populares de la Media Maratón Ciudad de Granada
Momento de la salida de los cajones populares de la Media Maratón Ciudad de Granada / Fermín Rodríguez / GPmedia

"Empápate"

Bajamos la inédita salida de los Alminares rodeados de una algarabía estruendosa. Vigilo que estemos siempre a la vista de los Herrero Andreu y de la Fernández Montiel. "Escucha a la gente, quédate con cada segundo desde ya. Empápate de cada momento, María", le digo poco antes de llegar a Puente Blanco. Sobre él, le doy un beso en la cabeza y cumplo con mi palabra de dejarla en su carrera, a su ritmo, en la soledad de su pensamientos y sus metas. Esa es su competición. Me voy con Fer y su hermano. Esquivamos como podemos las estrecheces del Paseo del Salón, tanto que casi me como un árbol mientras saludo a Laura Megías, Javier y a su peque. En el puente de Las Brujas estaban los míos: mamá, la nena, y las nenas. Papá estaba sufriendo en Los Cármenes.

Como siempre, por detrás llegó Pablo Rubio. Como en la Padre Marcelino, se queda con nosotros mientras un gentío que no había visto nunca nos anima en calles donde otros años apenas había una hilera de gente. Hay del orden de tres filas pegadas a la calle en Pablo Picasso, avenida de Dílar, y avenida de Barcelona. Ya por Jardín de la Reina se dispersaba algo más la masa. Los ritmos son muy buenos, clavando los ritmos de carrera entrenados a 5:15 y menos. "Vamos muy bien", dice Fer a Íñigo remarcando el "muy". Pablo y yo, como mucho, vamos metro y medio por delante. A Pablo le tengo algo especial. Conozco a su padre, a Tato, desde que empecé a seguir el rugby para el periódico. Y fue él, su hijo, con quien primero tomé amistad cuando empecé a ir a entrenar con Bosones Rugby Club por primera vez a mis, por entonces, 38 points, que diría el Máquina.

Pablo Sanz, exjugador del Universidad de Granada de rugby, en la Media Maraton de Granada 2025
Pablo Sanz, exjugador del Universidad de Granada de rugby, en la Media Maraton de Granada 2025 / Fermín Rodríguez / GPmedia

Bar Soria Ranin Club

El cuerpo me empieza a pedir algua muy pronto, y mira que había bebido antes. Tanto que la sensación de querer ir al baño la tuve que controlar mucho mentalmente. Pero tenía sed y quedaba aún kilómetro y medio para el primer refresco en los Agustinos. Está en el kilómetro 6 cuando años antes era el 5. Sigo teniendo a giro de cuello a los Herrero Andreu. Se les veía fácil: solo ellos pueden hacer una Media Maratón con la camiseta de un bar (créditos a Manu Ruiz). Es la del Soria, por si alguien tiene dudas. "¿Ha venido Fran al final?", le pregunto a Fer. "Si ha venido se habrá puesto el último, ya sabes".

Llega la cuestecita de La Chana. Es la primera pequeña pendiente de la carrera y pienso en María y su falta de costumbre a las cuestas, por pequeñas que fueran. Pablo me toma dos metros pero afloja para esperarme. Quiere ir a mi ritmo para llegar bien a las subidas. En Carretera de Málaga, como en la Marcelino, un tractor llamado Pablo Sanz nos adelanta. Sin adornos. Ni reloj, ni móvil ni cascos. Atletismo rudo, sin pensar, solo correr para disfrutar. "Corre como jugaba al rugby", le digo a Pablo Rubio.

Espectacular paso de los atletas bajo la Alhambra
Espectacular paso de los atletas bajo la Alhambra / Jesús Jiménez / GPmedia

Perdón por lo de siempre

De nuevo se hace dura la subida a la gasolinera de Villarejo. "Ya mismo empieza lo bueno", me avanza Pablo. A Fer y a Íñigo les había perdido de vista en La Chana y me preocupaba que Fer le siguiera mucho tiempo si es que iba mal. Quería que bajara de las dos horas por todo lo que llevábamos encima. Él más: 350 kilómetros desde enero. Y también para callarle la boca a Huguito Durán, que ya le dará a él por correr en la crisis de edad correspondiente. Perdón por lo de siempre.

Empiezo a tomarme el gel en el 9, más por quitarme un poco de peso del pantalón que otra cosa. Alargo su ingesta y hago malabares para sostenerlo en una mano, mientras que con la derecha vuelvo a coger agua del avituallamiento de Camino de Ronda. El 10 está poco antes de Einstein y la estrategia de geles cambia por completo por culpa del recorrido improvisado a semana y pico vista. El gentío hacía rato que había dejado de ser noticia, pero el giro hacia Méndez Núñez nunca defrauda. Y empieza la primera cuesta. Al contrario de lo que pensaba, Pablo se queda a mi tiempo. Luego me enteré de que en Fuentenueva, en ese mismo punto, Fer dejó a su hermano para hacer su carrera. Íñigo se estaba empezando a quedar sin fuel.

Me vuelvo a preguntar por María cuando sufro el repecho del subterráneo de la avenida de Madrid, que siempre, siempre, siempre va a picar. En todas las cuestas me venía al pensamiento. La avenida de Pulianas parecía hasta llana. En ella siempre me acuerdo de David Contreras porque ahí fue cuando le vi en 2023, mi primera Media. Este año me acordé mucho más aún. Estarán orgullosos de él.

"Uf, cuando vea esto"

En una suerte de alineación de astros en el Paseo de Cartuja nos cogen Sojo y Pablo Maldonado a la vez. Charlamos todo lo que pueden hablar cuatro seres humanos a 5:35. Lo que no faltan son los ánimos entre todos. Eso sí, la de poner charangas, DJs y fiesta por parte de la organización ha decaído demasiado esta edición. Por Cartuja, kilómetro 13, tampoco hay mucho público. Es donde más se escuchan las zapatillas, el trote y los pasos. Hasta que llega el inicio de la Carretera de Murcia. Como en una ceremonia ya pactada o ensayada, lo preceptivo ahí es lanzar soflamas para que todos los que corremos nos mentalicemos. "Empieza el espectáculo", me atrevo a decir con voz radiofónica.

Seguimos haciéndonos de liebre Pablo y yo en la parte inicial de la subida. Alzo la mirada y veo la curva del Tambor con la serpiente multicolor que forman los cerca de 2.000 atletas que me anteceden. Es la primera vez que tengo esa perspectiva y tomo conciencia de todo lo que subimos en esta carrera. Y de nuevo me acuerdo de mi compañera: "Uf, cuando vea esto...". Sin embargo, ahí Granada se desparrama ante tus pies en el primer gran atardecer de la primavera. A lo lejos se ven aún los focos de Los Cármenes. Habíamos empatado a uno. Se lo había escuchado a uno del público no sé ni cómo un rato antes.

La participación de Policía Local y efectivos sanitarios es fundamental para la Media Maratón
La participación de Policía Local y efectivos sanitarios es fundamental para la Media Maratón / Fermín Rodríguez / GPmedia

Sigo sin entender al tío descalzo

Me echo una esponja de agua encima al coronar en el Ave María de San Cristóbal y me pregunto aún cómo el tío descalzo de hace dos años pudo correr así por el empedrado del Albaicín. A mí, que se me estaban empezando a dormir de nuevo las plantas de los pies hasta el dolor. Pero lo banco. Ya a esas alturas era consciente de que estaba siendo la edición más dura de las tres que había hecho. Ya fuera porque antes de subir habíamos hecho más kilómetros o porque el ritmo que llevábamos Pablo y yo era muy grande, era la primera vez que descontaba con ganas los kilómetros que quedaban. Incluso en el Albaicín.

El barrio estaba atestado. En las terrazas de plaza Larga hay una bulla muy albaicinera y por primera vez en el Arco de las Pesas me tengo que frenar en seco porque patino con la tarima. Esprintamos por separado para quitarnos el Callejón de San Cecilio. Me vuelvo a quejar en voz alta del empedrado y una voz anónima a mi lado completa la frase. "Es horrible". Hay un fleje de gente animando en el Mirador de San Nicolás y entonando "oé, oé, oé" en un momento que tampoco antes había vivido.

El público no puede evitar cruzarse con la Media Maratón
El público no puede evitar cruzarse con la Media Maratón / Jesús Jiménez / GPmedia

Lo de Gomérez...

Vuelo por el Callejón de las Tomasas y el Carril de San Agustín, siempre peligroso por el agua en el suelo que cae del avituallamiento. Aunque Pablo me recuerda que tuviera cuidado en la bajada, los dos vamos igual por debajo de cinco minutos el kilómetro. El descenso por la Cuesta del Chapiz saca los móviles de dos atletas que inmortalizan la vista frontal del Generalife que tienen. 16 kilómetros. El Paseo de los Tristes se hace alegre a 4:43. "Vamos Juanjo", me dice Damián Campana desde la puerta del Bar Ras.

"Vamos a levantar un poco para entrar con brío en plaza Nueva y la Cuesta", advierto a Pablo, que concede. Y el momento por el que merece la pena sufrir todos los años. Plaza Nueva y Cuesta Gomérez como jamás corrimos antes en la Media. No era una carrera popular, era un estadio. No cabía un alma. Ensordecedor, emocionante, conmovedor. Es imposible regular ahí. Aunque las piernas ya duelan tras 17 kilómetros, aprietas. Es la manera de agradecer el apoyo, hacer ver que te creces. Deseo mentalmente que María llegue a este punto y lo viva.

También me acuerdo de ella al pasar la Puerta de las Granadas, que es donde de verdad empieza el muro. Como si pudiera mandarle la instrucción telepáticamente, dije: "No dejes de correr, marcha si eso, pero no camines". Me sacan del pensamiento los hermanos Kike y Dani Cano apostados en una barandilla tras la Puerta. Me dio aire verles. Es gente que siempre que la ves acabas riendo mucho.

La compañera de Huelva Información, María Fernández, en el Paseo de los Tristes, kilómetro 16
La compañera de Huelva Información, María Fernández, en el Paseo de los Tristes, kilómetro 16 / Jesús Jiménez / Photographerssports

¿Cuenta como gestito?

Pablo tira de mi. Me alegro de verle correr en los Jardines de la Alhambra. El año pasado no pudo con la subida y hoy va como un toro. Ferminius me hace la foto de milagro frente a la Puerta de la Justicia. "¡Estamos ya, va!". Nos quedaban 200 metros para empezar a bajar. En teoría se acaba el sufrimiento pero no. Kilómetro 18. Quedan cuatro hacia abajo y luego llanos donde no puedes hacer otra cosa que vaciarte. Pero dudo en que pueda ir tan fuerte como al principio. Me equivocaba.

Giro la cabeza y creo ver a Fer, pero no era. Mientras tanto, María creía ir por el 18 pero al preguntarle a "un señor mayor" y decirle que iban por el 16 se alarma: "¿Todavía?", resonó en su cabeza. La Cuesta del Caidero hace honor a su nombre. Ya no hay dolor, solo dejarse caer. Hollamos el ritmo de 4:45 en la bajada y Pablo y yo luchamos por estar debajo de 5:00 en el llano de calle Molinos. Esta vez no hubo gestito al número 64. O puede que este texto sirva.

Fernando Herrero, un señor mayor, y Jorge Ruiz Olmo con las medallas de 'finishers'
Fernando Herrero, un señor mayor, y Jorge Ruiz Olmo con las medallas de 'finishers'

La medalla son los abrazos

Fortuny, Pavaneras. El olor a taberna del Candela golpea unos pulmones a compuerta abierta. Plaza Isabel la Católica. Y gritos, aplausos, cánticos. Nos expandimos en calle Reyes. No hablamos, solo tiramos con todo lo que no creíamos tener. Es todo para abajo, solo nos queda un kilómetro. Puerta Real alienta tanto que sales de la curva de Acera del Darro llorando por dentro, ya que por fuera no tienes fuerza. 700 metros. Me grita mi hermana Mariluz, que graba con el móvil, están las peques saltando, mi madre grita. Oigo "¡Medina!". Así no me llaman en casa. Son Collina, Ana Santaella y lo que se viene.

Y a mi lado, Pablo. Llevamos juntos desde el kilómetro 2. "¡Ya está!", gritamos los dos en la curva del Humilladero. Va a ser nuestra mejor carrera y la hemos compartido desde el principio. 100 metros. Esprinta. Esprinto con lo que ya no me queda. Veo el tiempo: 1:56 y cruzo la meta eufórico. Nos abrazamos largo y tendido. Rubén Casamitjana captó el momento. No sé si lloré porque por dentro lo estaba haciendo. Estaba vacío.

Y la medalla...
Y la medalla...

Cojo la medalla y agua. Veo a Jorge Ruiz Olmo y nos fundimos en otro abrazo. El baloncesto no le deja apenas tiempo de hacer carreras, ha dejado de hacer muchas por el trabajo, pero luchó hasta el final para poder estar en el Palacio de Congresos haciendo la Media y ahí estaba, acabando como un valiente. Tardo poco en ver a Fernando Herrero, que llega justo en las dos horas clavadas. Otro abrazo pero tarda poco en lamentar "por un minuto, tío". Pero se le pasa pronto. No hace ni cinco meses a los cinco minutos de correr ya estaba tosiendo. Aparece el gigantón Pablo Maldonado, contentísimo por acabar su primera Media. Un poco más adelante, me alegro de ver a Carlos Moleón con su dorsal en meta. Veo a Toni Nogueras con Ely García. Ella tiene razón. La Media Maratón de Granada es patrimonio de quien la corre.

Pero falta algo. Me voy a la meta a esperar a María. Estaba seguro de que la iba a terminar. Además, ni me había escrito ni llamado, así que a pesar de que ya me estaba enfriando, aguardé. No mucho tiempo. Con 2:14 en el reloj aparece bajo el arco por el lado derecho, pegada a la valla. No sé qué grité para llamarle la atención pero aún tuvo fuerzas para correr otros veinte metros a donde estaba para levantarla en brazos porque, de las muchas victorias que hubo el sábado cruzando esa meta, una de las más importantes fue la de María Fernández Montiel. Podías, pudiste y puedes. Esto solo acaba de empezar.

Ya solo nos quedaba uno. Fer esperaba a Íñigo mirando el tracking directo de la app. "Iba por el Corte Inglés, no le debe quedar mucho", decía expectante y nervioso. Su hermano no estaba yendo bien y creía que no iba a acabar cuando lo vemos aparecer con su medalla y su bolsa. Las piernas le habían jugado una mala pasada, era una alcayata humana el pobre, pero ahí estaba, tan triunfante o más como el que entró mucho rato antes en meta. Había venido de Santander a la Media Maratón Ciudad de Granada, la más bonita del mundo, para esto. Ganar, siempre, es luchar por conseguirlo. Y lo consiguió. Lo conseguimos.

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