La moción de la vergüenza
La sentencia del caso Gürtel, la primera de las muchas que están por llegar, dinamitaba la legislatura poco después de haber aprobado los Presupuestos Generales del Estado para 2018, justo cuando se abría un periodo de estabilidad para favorecer la economía y los efectos derivados de ella. Unos presupuestos en los que no voy a profundizar ahora pero que daban respuesta a muchos sectores y a la clase media de nuestra sociedad; unos presupuestos a los que, por nuestra parte, solo cabía la tacha de las cesiones del PP al PNV. Todo el mundo daba prácticamente por seguro el agotamiento íntegro de la legislatura, algo a lo que había contribuido Ciudadanos, siempre pensando antes en el país que en nuestros intereses como partido. Pero llegó la corrupción y dinamitó tan buenos propósitos, algo que ya nos pasó en Granada tras la detención de la UDEF a nuestro exalcalde y otro nutrido grupo de personas más. La solución parecía fácil y coherente: convocar elecciones. Era algo que podíamos haber realizado ahora pero que no era posible en el ámbito municipal, aunque también hubiese sido deseable.
Hay quienes dicen que la política es cosa de listos -la mala política añadiría yo, estar en el sitio justo en el momento adecuado-, pero lo que ha sucedido estos días ha desbordado la pillería y la falta de escrúpulos políticos. Por una parte, Pedro Sánchez y el PSOE, introduciendo una moción de censura casi antes de abrir el registro y con el único objetivo de conseguir que Pedro Sánchez fuese presidente a costa de lo que fuera, aunque para ello debiera contar con la imprescindible colaboración de su socio en el bipartidismo, el expresidente Mariano Rajoy, que podía haber actuado para evitar el bochornoso final de su mandato y dejar España en manos de un Gobierno débil cargado de hipotecas con partidos independentistas y populistas. A pesar de lo que quería Rajoy, su mandato será recordado por la inacción permanente, por la corrupción que ha desbordado la política y su tarde gloriosa en la que un país entero estaba pendiente de la moción contra él, viendo en su escaño un bolso y sorprendidos de no saber dónde estaba el presidente de todos los españoles. Imagino a los votantes, militantes y cargos públicos del PP sintiéndose totalmente huérfanos y desamparados por la huida de su líder.
Como bien dijo Albert Rivera en su intervención, nuestro país está sumido en tres crisis: una de confianza en las instituciones, producto de la corrupción; otra crisis constitucional por el reto independentista que añora romper lo que tantos años hemos tardado en construir juntos; y otra crisis económica de la que estamos saliendo pero nos queda corregir muchos de los daños causados.
España necesita un Gobierno fuerte que busque que todos los constitucionalistas nos demos la mano, que rememos juntos por el bien de nuestra sociedad, que dejemos a un lado diferencias ideológicas estériles para la resolución de problemas, que respete y haga respetar la Constitución y las leyes sin puntos muerto en ningún lugar del Estado español. Necesitamos desarrollar una España de ciudadanos libres e iguales, que apoye a las personas comprometidas que se levantan cada mañana para sacar adelante a sus familias y a este maravilloso país que es España. Los españoles merecen un buen gobierno, pero eso, gracias a la pillería de Pedro Sánchez y a la inacción de Rajoy, tendrá todavía que esperar.
La solución política no pasa por volver a las dos Españas que quiere representar el PSOE ni puede sustentarse en la corrupción que ha promovido que el partido de los ERES se sume al del 3% para echar al de la Gürtel. La política debe de unir a todos buscando sacar de cada uno de nosotros lo mejor para contribuir al bien común.
El PSOE y el PP han sido vencidos por la corrupción, el miedo a las urnas y la falta de asunción de responsabilidades; el bipartidismo estaba herido de muerte y Pedro Sánchez acaba de enterrarlo con su decisión de permitir que los verdugos humillen a las víctimas, que los que quieren romper España puedan seguir recortando los derechos a los que en Cataluña se sienten españoles, que los vascos del PNV también anhelen recorrer esa aventura y que los populistas de Podemos, con sus anticapitalistas, antisistema, revolucionarios y marxistas, condicionen la economía y el modelo de convivencia de nuestro país cuando sus modelos de referencia son Venezuela, Irán o Grecia. El PSOE se ha vendido por un plato de lentejas, por un ser Pedro Sánchez Presidente, pero es la gota que ha rebosado el vaso de la paciencia de muchos de los que se sienten de centro-izquierda. Rajoy, por su parte, ha puesto el epitafio más cobarde al final de su mandato, confundiendo el enemigo en Ciudadanos.
Los españoles somos un pueblo inteligente y estoy seguro que tomará buena nota de aquellos que no están a la altura de lo que representan en una de las naciones más importantes del mundo: España. PSOE y PP, no tengan miedo a que los españoles se manifiesten y voten, tengan miedo al independentismo, el populismo y la corrupción, no a Ciudadanos.
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