La monja que engañó a Fray Luis de Granada
Ayer y hoy
¡Qué peligro tienen los iluminados!
Sor María de la Visitación engañó con sus inventadas llagas al bueno de Fray Luis
¡Qué fácil resulta engañar a los granadinos de buena voluntad!
Granada/Ese fraile que vemos en la plaza de Santo Domingo, obra del granadino Pablo Loyzaga (1910), es Luis de Sarria, el hijo de una lavandera del Realejo vilmente engañado por una monja portuguesa; una iluminada que al final fue descubierta y condenada. Se cuentan por docenas los engaños que los granadinos hemos venido sufriendo hasta hoy. Los más espectaculares son los referidos a los famosos Libros Plúmbeos, aquellas doscientas y pico planchas de plomo que aparecieron en el Sacromonte a finales del siglo XVI; un intento de los moriscos de buscar raíces cristianas y así evitar ser expulsados; dos moriscos fueron los artífices: Miguel de Luna y Alonso del Castillo.
Años antes, en 1588, se desenterraron los falsos restos de reliquias bajo la Torre Turpiana en la mezquita mayor de Granada cuando se hacían obras para la construcción de la catedral. Aparecieron unos pergaminos, una imagen de la Virgen y algunas "reliquias" más. Y es que estaban de moda las reliquias y las mujeres mentirosas (Felipe II llevó en 1597 a El Escorial 7.500 reliquias rebuscadas por Europa y mandó condenar a la visionaria soñadora Lucrecia de León).
Otro de los listillos que nos quiso engañar fue el pícaro Juan de Flores, hijo de peluquero y nieto de vendedor de peines y bobinas en el Zacatín, artículos que solían vender precisamente los charlatanes callejeros. Juan de Flores, que de monaguillo llegó a canónigo, enterraba planchas, pergaminos y vasijas en el Albaicín y luego mandaba hacer excavaciones para descubrirlas como reliquias antiguas. Murió arrepentido de sus supercherías en 1775. (Ver mi artículo Granadinos falsificadores y mentirosos, en Granada Hoy, 2011).
Una de las preocupaciones de la Inquisición en el siglo XVI fue la aparición de los "iluminados"; generalmente monjas y beatas que se creían las más cristianas del mundo; fingían acercarse lo más posible a Dios adoptando comportamientos extravagantes: visiones celestiales, apariciones, llagas sangrantes, exaltaciones místicas, etc. Una de estas iluminadas fue María de la Visitación, priora del Convento da Anunciada en Lisboa (1583), tras la muerte del rey don Sebastián y cuando Felipe II aspiraba al trono de Portugal.
Esta monja decía tener llagas en su cuerpo como las de Cristo, los dolores de la corona de espinas, visiones milagrosas y hasta cinco gotas de sangre en forma de cruz que le brotaban los viernes. Al final fue sentenciada a cárcel perpetua en 1588 después de haber confesado las mentiras.
Pero el ingenuo fray Luis y hasta el propio papa Gregorio XIII la creyeron firmemente. El monje granadino escribió una Historia de Sor María de la Visitación en donde afirmaba que efectivamente la monja llevaba en el costado las llagas de Cristo; para ello había pedido datos a Fray Pedro Romero, confesor de la monja, por lo que los testimonios parecían fiables. Luego se demostró que las llagas sangrantes se quitaban fácilmente con agua y jabón. El hecho inspiró a Mira de Amescua para escribir su obra La vida y la muerte de la monja de Portugal.
Empezó la monja a perder credibilidad por ciertas acusaciones de sus propias compañeras del convento; pero lo que hizo intervenir a la Inquisición fue la inclinación que tenía a tomar partido a favor de Antonio prior de Crato y en contra de Felipe II y sus aspiraciones al trono portugués, considerando la monja al rey español como a un usurpador.
Al final, el desengañado Fray Luis reconoció su error entonando un mea culpa en su obra Sermón contra los escándalos en las caídas públicas. Murió en 1588 muy arrepentido de haber caído en aquellos escandalosos fraudes. No fue el último engaño a un granadino ni a Granada; basta recordar las reiteradas promesas de los que, sobre todo en tiempos de elecciones, nos pueden prometer y prometen.
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