Una montaña cubierta de leyendas
Excursiones y rutas para conocer los escenarios de las leyendas más singulares y famosas de Sierra Nevada podrían convertirse en una nueva y atractiva oferta turística
Es frecuente atribuir a muchos espacios naturales el calificativo de lugares de leyenda, pues en muchas ocasiones circulan alrededor de esos paisajes sobresalientes historias extraordinarias, y a veces curiosas y fabulosas, que se han convertido con el tiempo en atractivos adicionales para su visita. Estas leyendas sirven a los guías para adornar sus explicaciones sobre la flora, la fauna, la geología o la misma historia de dichos lugares y junto a la gastronomía, suele ser uno de los recuerdos que más perdura en la memoria de los visitantes.
Sierra Nevada es también, en ese sentido, un lugar de leyenda y de leyendas múltiples. Durante muchos años su inaccesibilidad y su aislamiento hicieron que apenas manzanilleros, pastores y neveros subieran a sus cumbres hasta que los viajeros románticos y naturalistas europeos la pusieran de moda en el siglo XIX.
Muchas de esas leyendas están basadas en su carácter fronterizo, refugio de moriscos y escenario de batallas y romances, entre moros y cristianos, aunque alguna como la del Castillo de la Caba (en la localidad de Aldeire) se remonte más allá de la llegada de los árabes y esté ambientada en el final del periodo visigodo con la hija del conde Don Julián por el rey Don Rodrigo, como protagonistas de lo que pudo ser una razón justificada de la traición que facilitó la entrada de los omeyas en la Península, que a su vez traicionaron al noble ceutí.
En ocasiones las leyendas son universales y pueden encontrarse similares historias en muchos sitios pero hay también una legión de leyendas endémicas de Sierra Nevada, bien por desarrollarse en el escenario único de sus altas cumbres, bien porque los protagonistas y acontecimientos (reales o imaginarios) son genuinamente nevadenses. Entre estas encontramos las referidas a los picos más elevados de la Sierra como el Mulhacén y el Veleta, a las numerosas lagunas y lagunillos o a la permanencia eterna de la nieve como la de La Escoba del Diablo.
PICO DEL MULHACÉN, PURA LEYENDA
Por ser el techo de la Península y por su imponente figura junto al otro coloso, la Alcazaba, el Mulhacén es destino de variadas leyendas, una de ellas quizás sea la más conocida y derivada del propio nombre de la cumbre -no se conoce una denominación anterior de este pico-, que paradójicamente no se hizo famosa hasta época relativamente reciente (en 1845 se publicó por primera vez recogiendo un manuscrito escrito 70 años antes. Hasta entonces tuvo más fuerza la idea de que Muley Hacén murió en su castillo de Salobreña y luego fue trasladado al cementerio real de La Alhambra).
Cuenta la leyenda que Muley Hacén, el misántropo rey moro, padre de Boabdil el Chico, con su primer matrimonio con Aixa (o Fátima), pidió a Zoraya, su segunda mujer (Isabel de Solís cuando cristiana) y a sus hijos que le enterraran en un lugar desierto en el que no hubiera ni vivos ni muertos, lejos de todo tipo de compañía humana.
Otra leyenda paralela sitúa en el Mulhacén un gran tesoro, que incluye tres extraordinarios diamantes negros, escondido por Al Hamar siglos antes, y que Muley-Hacén, en su lecho de muerte en el Castillo de Mondújar, encargó recuperar a su hijo entregándole un pergamino con el mapa de la cueva en la que estaba oculto. Ni el hijo, que fue atacado cuando se dirigía a la cumbre, ni su nieto que, al carecer del plano, pasó jornadas enteras escudriñando todas las grutas y recovecos de las cumbres, intentando en vano recuperar los diamantes negros que atribuían el poder de salvar el Reino y quedando finalmente atrapado por una tormenta y sepultado en el hielo.
Si hiciéramos caso a otra leyenda, otro gran tesoro, el de los Beni-al-Kazar, se encontraría todavía oculto en el conocido por esta razón como Cerro del Tesoro, en el valle del Río Monachil a la espera de que en una noche de San Juan, un mozo puro y honrado, conditio sine qua non, encuentre, "la mágica yerba de las herraduras", cuya flor tiene la propiedad de abrir el cerro y desentrañar el fabuloso conjunto de joyas y alhajas que hay en su interior.
Todo el entorno del Picacho del Veleta y la Laguna de las Yeguas está también entre los lugares preferidos para ubicar las más bellas e increíbles historias y leyendas como la de una población que se asentaba en el Corral del Veleta, destruido por una gran tormenta o por un terremoto según las versiones, o la más fantástica de la Laguna de las Yeguas.
LEYENDAS DE LA LAGUNA DE BACARES
Probablemente las leyendas más fabulosas de Sierra Nevada están ubicadas en esta laguna situada en el Valle del Trevélez a una altitud de 2.872 metros y muy próxima a la divisoria de cumbres. Tiene forma circular debido a su morrena en forma de media luna. Misteriosa se decía que no tenía fondo que era un "ojo de mar" que conectaba con el Mediterráneo, y en la que habitaban enormes peces de formas extrañas y ciegos.
Quizás se hayan concentrado aquí una serie de leyendas por su lejanía, aislamiento, por su profundidad (está entre las tres más hondas de Sierra Nevada junto a La Caldera y Laguna Larga), por las corrientes de agua o por los extraños sonidos que pueden oírse en sus proximidades.
Cuenta la conocida como Leyenda del pájaro blanco que en la Laguna de Bacares vivía una ondina (sirena de agua dulce) que durante la noche se aparecía en forma de pájaro a los viajeros. Cuando se aproximaba, se transformaba en una hermosa mujer que seduciendo a los desdichados los llevaba hacia el borde de la laguna, los sumergía en el agua y… Hasta que llegó uno del que se enamoró y lo convirtió en su amante.
El afortunado descubrió lo que les había pasado a los anteriores y huyó y contó lo sucedido. Los bramidos que escuchaban pastores, cazadores y viajeros que llegaban a estos recónditos parajes y que atribuían a aquél ser misterioso despechado, quizás tengan su origen por la ocurrencia de repentinas corrientes de aire y vientos huracanados motivados por las diferencias térmicas entre las dos caras de la Sierra.
La leyenda de la princesa Cobayda es la historia de una bellísima princesa, cuyo padre, el rey moro de Granada, la sometió recién nacida al estudio de los sabios, mandándoles descifrar su destino con tan mala fortuna que el oráculo anunció que la princesa moriría al conocer el amor, para lo que su padre, queriendo desafiar la fatal sentencia, construyó un palacio con bellos jardines en el sitio más inaccesible de la Sierra.
Cuando la niña se hace mujer, aparece un príncipe azul casualmente perdido en la montaña. Surge el idilio entre ambos que al ser descubierto por el padre se desata la tragedia. El rey moro desenvaina su alfanje damasquino, y la cabeza del caballero rueda mientras se convierte en una piedra negruzca que algunos todavía aciertan a identificar.
La princesa, del susto, queda convertida en hielo, y de sus ojos brotaron tantas lágrimas que bastaron para llenar el valle y convertirlo en la laguna que cubrió el palacio, el valle y el jardín. El padre, aterrado por la desesperación de su hija, quiso huir, pero quedó convertido en una enorme roca, que también puede reconocerse en el borde de la laguna, con lo que esta leyenda cumple con otras encontradas en otros espacios naturales que explicarían el origen y formación de esta singular laguna de alta montaña.
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