Un mosaico de auténtica filigrana

TARACEAS ISIDRO

Hoy en día apenas quedan en Granada cuatro talleres de taracea frente al centenar que llegó a contarse hace unas décadas Es una técnica propia de la provincia que todavía sigue siendo un reclamo para los turistas

OTRO producto que es seña de identidad de Granada junto a la cerámica de Fajalauza es la taracea, una técnica minuciosa que combina trozos y láminas de madera de distintos colores y formas hasta crear auténticas filigranas y obras de arte únicas. Aunque Granada llegó a contar con más de cien talleres de taracea, distribuidos principalmente por el centro de la ciudad y los barrios históricos como el Albaicín o el Realejo, en la actualidad apenas quedan cuatro talleres que siguen la producción original y artesanal de productos de taracea. Un oficio y un arte que hay que proteger para diferenciarlo de otras creaciones similares que ya le están quitando terreno.

Fueron los árabes los que introdujeron esta técnica en España, por eso taracea deriva de la palabra árabe Tar'sia, que significa incrustación.

Uno de estos talleres que todavía sigue fabricando las cajas y productos que después se ven en todas las tiendas de souvenirs es el de Isidro Pimentel, en Cájar. Su vida, y la de toda su familia, está vinculada a la taracea. De hecho, él empezó a los 15 años trabajando en un pequeño taller hasta que a los 25 creó uno propio. Y le ha ido bien. Empezó en una habitación de cuatro metros y ahora tiene una fábrica propia que, con la dificultad de los tiempos, mantiene por seguir dignificando el trabajo artesanal granadino.

Su mujer Rosario Barrales también está implicada en la fábrica y ella se encarga de dar el remate final a las cajas con el aterciopelado de los interiores. Pero también sus hijos María del Rosario e Isidro están ya en la empresa con proyectos de modernización y ampliación de productos.

Al entrar en la fábrica no parecería que después salen esos productos tan detallistas. Está llena de cajas de madera, listones, pegamentos y millones de estrellas y láminas con las que después se da forma a los productos. Y sale de todo lo que sea capaz la imaginación: bandejas, relojes de pared o de mesa, posavasos, cofres, tapones, lapiceros, cajitas para regalos de boda, cuadros, tableros de ajedrez, mesas, imanes, llaveros, sillas, ... hasta jamoneros. "Hay más de 120 variedades de productos", detalla Isidro Pimentel en la fábrica.

El proceso es sencillo contando por los protagonistas. Seleccionada la pieza, lo primero es pegar de fuera hacia adentro las tiras que previamente se han realizado con diferentes cenefas y grecas. Incluso las hay con incrustaciones de hueso o de metal. Se van pegando hasta hacer el dibujo y después se lija toda la pieza. Se barniza con distintas capas (hasta 3, entre las que hay un nuevo lijado). Al final, en el caso de las cajas, se da un tratamiento para que el interior parezca de terciopelo, se pone el espejo si lo lleva y se remata la pieza.

Los diseños son propios y la variedad depende de lo que marque la imaginación. No hay fin. Hasta han llegado a hacer un paso de Semana Santa en taracea para una cofradía de Melilla, su encargo más caro, que ascendió a los 60.000 euros.

Pero no todo es tan inaccesible. Hay productos desde 1 euro (tapones, llaveros, imanes, colgadores) hasta los bargueños y las mesas, que se elevan a 3.000 o 4.000 euros.

Las tiendas de souvenirs son las que más demanda hacen de estos productos ya que son muy turísticos. "No hay en otra parte del mundo que se haga la taracea. Hay otra artesanía similar en países árabes como Egipto o Damasco pero no es lo mismo y no se puede vender como tal", demanda Isidro.

Su fábrica se encargaba de llevar la taracea a todos los centros de España de una gran superficie pero han dejado de servirlo. Lo que sí hacen es cualquier tipo de encargo que pueda hacer un particular, empresa o institución. De hecho, también son muy frecuentes los encargos de placas o cuadros o algún producto especial para congresos, jornadas o actos institucionales. Además, si un particular tiene un diseño en mente, se puede plasmar sin problema.

Un producto curioso que siguen fabricando son los bastones de alcalde, lo que les genera encargos de toda España. Se trata de una pieza que hace cada alcalde a su gusto y ellos se encargan de darle forma. Los hay más clásicos, con grecas más elaboradas, con distinta tonalidad de la madera... "Lo hacemos como quieren y luego lo presentamos también en una caja de taracea que supone un recuerdo personal para toda la vida de esa persona", cuenta este artesano granadino, que factura unos 150.000 euros anuales y da trabajo a 8 personas, cinco fijos y tres autónomos.

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