El muerto al hoyo de hace un siglo
Ayer y hoy
Requisitos y precios para ser enterrado hace años
El cementerio quedaba lejos y era muy caro
¡Ojalá te pasen por La Mimbre! decía la maldición popular
A finales del siglo XIX un anuario local les recordaba a los granadinos las condiciones en las que estaba el cementerio, los requisitos para ser enterrado y los precios según fueras rico o pobre.
Así se expresaba. El cementerio se encuentra en buen estado por los últimos arreglos llevados a cabo por el Municipio. Allí vive el capellán y el conserje encargado de su buen uso; pero las oficinas están en el Ayuntamiento con horario de 10 de la mañana a 4 de la tarde. Los requisitos necesarios para el enterramiento son el certificado de empadronamiento en el registro civil y la certificación del fallecimiento firmada por el médico; el juez facilitará de forma gratuita la papeleta-autorización que se presentará al conserje para el entierro.
Los católicos presentarán una certificación del cura de su parroquia para que sean enterrados en el cementerio católico; los demás serán enterrados en el cementerio civil. Todos habrán de presentar la carta de pago después de haber satisfecho los derechos de inhumación en las oficinas del Ayuntamiento. Los que no lleven este documento se entiende que son pobres y serán sepultados en la fosa común. Los pobres tienen derecho a ser conducidos de forma gratuita con solo avisar a la cuadrilla sin más formalidades.
En cuanto a las tarifas, así se decía. Por cada fosa de 1,90 de largo por 60 de ancho, 150 pesetas. Por cada bóveda con cabida para 24 cadáveres, 1.500 pesetas. Si era solo para tres cadáveres, 300 pesetas. Los nichos dependían; si eran para adultos, 100 pesetas; para párvulos, 60. Las dimensiones estaban recogidas en el artículo 28 del Reglamento vigente.
Conducir el cadáver hasta el espacio de enterramiento en el cementerio tenía también sus tarifas. Si era en un sepulcro, 50 pesetas; si es en una bóveda, 30; si en un nicho, 25; y si es en el suelo con caja forrada, pintada o metálica, 8 pesetas; si es en un cajón sin forro, 5 pesetas; y para los pobres que no son de solemnidad y que van a un hoyo, 2 pesetas. Lo de “el muerto al hoyo” viene de lejos.
Para los cadáveres que se inhumen en un mausoleo, 40 pesetas; para los párvulos 15. Para los adultos pobres sin caja ni cajón y para los miembros de las hermandades, 2 pesetas. Cada tapadera lleva también sus precios, tanto para bóvedas, nichos o fosas, según sean lápidas o simples muretes de ladrillo, oscilaban entre las 10 y las 5 pesetas. Si la sepultura iba rodeada de una verja de hierro para cercar la tumba habría que pagar 25 pesetas.
Conducir el cadáver hasta el cementerio tampoco era muy barato. Un carruaje con 6 caballo salía por 25 pesetas; si era de dos caballos, 15 pesetas; si es coche con estufa, 10 pesetas. Cuanto mayor era el cortejo, más de fuste parecía el muerto.
En cuanto a la profundidad del enterramiento también había que distinguir. Si una familia quiere enterrar a su finado a mayor profundidad tendrá que pagar más. Entre 1,26 y 1,50 metros, vale 10 pesetas; desde 2 metros de hondo sube a 20 pesetas; y si pasa de los 3 metros, 30 pesetas.
Los derechos de exhumación a instancia de parte también quedan recogidos. Si la exhumación del cadáver es de un mausoleo, 25 pesetas; si es de una bóveda, 20 pesetas, y si es de una fosa, 5 pesetas.
Cómo han cambiado las cosas; las vueltas que da la vida, dice un precioso bolero. Pero lo que no ha cambiado es lo que cuesta morirse y todos aquellos que ya entonces lo hicieron hace un siglo llegaron hasta el cementerio subiendo por el Paseo de los Tristes para pasar luego por La Mimbre; de ahí viene la funesta maldición popular “Ojalá te pasen por La Mimbre”.
Hoy es una alegría recrearse en el Paseo de los Tristes y tomarse algo bajo las mimbreras de La Mimbre. El vivo al bollo. El cementerio queda lejos y no hay que tener prisa; además, es muy caro.
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