Un paseo en el 'Gallino': un día en la lucha contra la marihuana en Granada

Granada Hoy acompaña a la Guardia Civil en una operación contra el cultivo de marihuana, que termina con más de mil plantas incautadas en tres viviendas

Fotos: un día de lucha contra la marihuana en Granada con la Guardia Civil de Pinos Puente

Un agente custodia una 'narcocasa' con la puerta derribada después de la entrada de la Usecic
Un agente custodia una 'narcocasa' con la puerta derribada después de la entrada de la Usecic / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Pinos Puente/Está cascado ya. El embrague huele a poco que se le fuerce en una rampa, aunque el motor diésel ruja aún con el vigor del primer día. El Gallino ya es conocido en Pinos Puente como uno de los vehículos de incógnito de la Guardia Civil. De hecho, algunos agentes ni siquiera se ponen ya pasamontañas a la hora de acometer una operación como la de la mañana de ayer en la localidad metropolitana. “Si al final tienen que venir al puesto. Muchas veces me dicen que para qué lo pongo”, se justifica el sargento García. Eran, en este caso, poco más de las seis de la mañana, como podían ser las tres de la tarde o las nueve de la noche. Esta vez tocaba madrugar. El comienzo de un largo día que a las cuatro seguía en marcha, y que dio como resultado la entrada en tres viviendas de Pinos Puente donde cayeron tres plantaciones de marihuana en sendas casas de diferentes puntos de la localidad, con un total de 1.033 plantas de cannabis aprehendidas en diferentes estados de floración. “El ciclo de la vida de la marihuana”, ironiza uno de los agentes del dispositivo. Tres meses de floración en una mañana de intervenciones. La investigación sigue abierta. Habrá detenciones.

La noche aún se cierne sobre la Vega. Pero ni mucho menos es fresca. Todo lo contrario. Sobra hasta la chaqueta. El grupo de investigación de la Guardia Civil de Pinos Puente tiene indicios más que sobrados de tres viviendas que no solo cuentan con enganche ilegal a la red eléctrica, sino que en su interior alberga una plantación de marihuana. A la entrada al pueblo, la comitiva que partió desde un punto indeterminado, se empieza a dividir y dos Linces toman un camino diferente al de la carretera principal. El coche en el que viaja Granada Hoy acompañando a esta misión del área de investigación del Puesto de la localidad junto a la Usecic toma la cabeza para llegar al primer punto en cuestión, una calle del centro urbano. “Es importante que no se note nuestra presencia, No se sabe quién puede dar un aviso”, dice García. Cualquiera puede, aunque sea tan temprano. Basta con pulsar una aplicación móvil para apagar una plantación de marihuana. “Y calles enteras”. Y si no hay consumo de corriente, no se puede medir si una casa está enganchada o no.

Un técnico de Endesa desengancha conexiones fradulentas de la red principal en Pinos Puente
Un técnico de Endesa desengancha conexiones fradulentas de la red principal en Pinos Puente / Antonio L. Juárez / Photographerssports

"¿No ves que estábamos dormidos?"

En esa calle de la parte alta de Pinos Puente, de repente, el tono baja muchos decibelios. Las palabras son casi imperceptibles. El alba ni despunta y los gallos aún duermen. Un ejército de casi una decena de técnicos de Endesa, tapados con pasamontañas y ataviados con monos de trabajo azules, se mueve con agilidad a pesar de cargar con pesadas mochilas, cascos y escaleras. Toca ser sigiloso aunque los gestos del sargento García son tan enérgicos que suenan en el silencio. Señala la casa sospechosa y los expertos miden el amperaje. Lo normal para una casa es que consuma 5 con un aire acondicionado funcionando, por ejemplo. La primera medición da 40. “Hay picos incluso de 90”, comenta el sargento en voz baja. En pocos minutos han medido la calle entera y se llenan de argumentos para pedir futuras autorizaciones judiciales de entrada. Al juzgado hay que ir “con todo y más”. Son casas que suelen estar inhabitadas. Las plantas se cuidan furtivamente. Quien lo hace trata de pasar poco tiempo, relatan los agentes. “Vienen a una hora intempestiva, riegan, y poco más”.

La escena se repite en el segundo punto sospechoso, un edificio cercano al colegio, una vivienda social. Marcan, miden, comprueban y tocan a las puertas de las casas. No se toca al timbre, directamente se golpea varias veces. Suena como en las películas. Seco, con nudillos contundentes. Un vecino abre. “¿No ves que estábamos dormidos?”, suelta uno a los agentes, que les avisan del enganche ilegal por el que tendrán que pagar una sanción. Pero lo más llamativo es encontrar casas con consumo sin que haya personas viviendo. Los aparatos de aire acondicionado dan una pista, las ventanas tapadas dan otra. La medición de Endesa da casi la puntilla. Queda por revisar la última casa sospechosa. Ya hay dos patrullas custodiando las anteriores. En la tercera, el sargento García sonríe. Los 40 amperios medidos le hacen pensar que hay un buen alijo dentro. Pero hasta unas horas después no podrán comprobarlo. Toca el papeleo. El alba ya despunta.

Un agente de la Guardia Civil corta plantas de marihuana del interior de una vivienda en Pinos Puente
Un agente de la Guardia Civil corta plantas de marihuana del interior de una vivienda en Pinos Puente / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Granada, paraíso de la marihuana

El negocio de la marihuana tiene Granada como capital inequívoca del sur no de España, sino de Europa. El comandante Ruiz muestra un “mapa del calor de la marihuana”. Granada aparece en el cogollo, y nunca mejor dicho, nuclear de la distribución de la droga. Como tentáculos o una red de carreteras, llega a Toledo y se extiende por toda la Costa levantina. El huerto de Europa, pero en otro sentido, parece.

De media, las estadísticas hablan de que una planta tarda tres meses en madurar y que, para ello, el consumo de la ‘narcocasa’ es de entre 8 y 10 horas al día, un equivalente a más de quince casas, y que hacen un fraude eléctrico de 1.500 euros mensuales, dependiendo del tamaño, son las estimaciones, que no se quedan ahí. Por cada kilo de cogollo el beneficio es de 1.000 euros. Además, la instalación se amortiza en un año y, a partir de ahí, el beneficio puede subir a los 100.000 euros anuales. Esas suelen ser las cifras que más o menos se manejan.

La espera se hace larga. La Policía Nacional también ha ido al juzgado de guardia, ayer el de Instrucción 7 de Caleta, para pedir autorización de entrada en la zona Norte. Se han adelantado. “Nos van a dar las cuatro al menos”, valora uno de los agentes. No son ni las diez de la mañana. Endesa aprovecha el apoyo de la Usecic para emprender una cruzada contra los enganches y cortan medio centenar de ellos, de los que 21 contaban con autor.

Un agente corta plantas de marihuana durante la operación de la Guardia Civil en Pinos Puente
Un agente corta plantas de marihuana durante la operación de la Guardia Civil en Pinos Puente / Antonio L. Juárez / Photographerssports

"Si ahora me voy a enganchar cuando os vayáis"

Se han desplazado al barrio del Cerro. Algunos vecinos llevan a los niños al colegio. Otros se quedan viendo el show en la distancia. “Yo no tengo marihuana”, salía un vecino de la calle principal implorando a los agentes. Al irse cerro arriba, amenaza: “Si ahora voy a enganchar otra vez cuando os vayáis”. Otra familia se queja de que, sin luz, “ya no podemos comer en Semana Santa, vamos a tener que hacer una hoguerica”, lamenta con voz de clemencia una mujer. Casi toda la calle está enganchada de forma fraudulenta.

El Gallino se da una vuelta por el Cerro Fáquila. Los dos agentes se sorprenden de lo limpio que están los vertederos, obviamente ilegales, donde los cultivadores tiran los restos de tierra, químicos, focos, y ya puestos, la basura de casa. “Esto lo ha limpiado el Ayuntamiento”, dicen. Lo parece. Hay huellas de excavadora, la cual aparece en el último de ellos. Se apilan sacos terreros, botellas con líquidos de crecimiento, lámparas halógenas, macetas... Todo en el suelo, nada en el container que hay en mitad de ello. Estos desperdicios necesitan un tratamiento especial que no se lleva nunca a cabo. La impunidad es total, lamentan los dos agentes.

Sacos de tierra y desperdicios ilegal procedente de los cultivos de marihuana en el Cerro Fáquila
Sacos de tierra y desperdicios ilegal procedente de los cultivos de marihuana en el Cerro Fáquila / Antonio L. Juárez / Photographerssports

La Pepi, los Litris y los Churros

La secretaria judicial quiere acabar rápido con las entradas y por fin llega al pueblo. Son casi las dos de la tarde en esa calle del centro de Pinos Puente. Hay curiosos al final de la calle. Llevan mirando más de una hora. “Pueden ser los de la plantación, los dueños...”. El sentimiento es que, desde cualquier lugar, alguien observa.

La jerga benemérita es rica y variada. El uso de palabras clave y de apodos es de una maquinación sencilla pero inteligente. A la novata le llaman Pepi no por ser un diminutivo de su nombre, sino por el color verde propio del cuerpo. Como el de los pepinos. Los Litris, los electricistas. Este tiene solera ya. Nos explican cómo entran en la casa. “Se ponen los Churros”. “¿Cómo?”. Es la hilera de agentes de la Usecic preparados para intervenir. Llegan a la puerta y con el ariete, y tras tres golpes, la derriban. Entran en tropel al grito de “¡Guardia Civil!”. Otro se queda apuntando al balcón de arriba con la pistola. En cuestión de dos minutos, “todo despejado”. Así en las tres casas. Las tres, sin gente. Las tres, con marihuana.

Bolsas llenas de marihuana
Bolsas llenas de marihuana / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Tostada de jamón y aguacate

En la primera, cuatro habitaciones esconden más de 300 plantas. El suelo está teñido sustrato, como el de un vivero al que le falta un manguerazo. Llaman la atención de los focos, tipo led, que consumen menos, pero lo suficiente para disparar el contador. La marihuana tiene apenas un mes de vida y ya está florecida. Los cinco miembros de la brigada se aprestan a cortar las plantas. En menos de diez minutos salen de la casa cuatro bolsas cargadas.

También salen cuatro bolsas cargadas de la segunda. Estas ya tienen pequeños cogollos. Estaba habitada hasta hace poco. La televisión plana estaba quebrada. “¿Te has dado cuenta de que todas en las que entramos están rotas?”, le dice el sargento a la Pepi. En la cocina hay una bolsa de bollitos a medio consumir. En el baño, unas chanclas bien colocadas junto al plato de ducha, donde hay champú, gel y una esponja de red en el suelo, pero bien ordenada. Un contraste.

En la última, un corbertizo guarda la marihuana. De ahí salen 375 plantas y bastantes más bolsas. La Usecic se retira. La brigada de investigación termina la faena. El hambre aprieta, a pesar de la mezcla de algunos en el desayuno con jamón y aguacate. Encima de la mesa, documentación que puede ayudar a la investigación. Y es que el trabajo no ha terminado. Queda pillar a los malos. Será en el siguiente capítulo.

Una agente se lleva bolsas llenas de marihuana de una de las casas
Una agente se lleva bolsas llenas de marihuana de una de las casas / Antonio L. Juárez / Photographerssports
stats