Las perlas incendiarias del prelado

Arzobispo de Granada

Francisco Javier Martínez ha levantado las críticas con sus últimas palabras sobre el paro · Desde su llegada a Granada ha politizado sus homilías con alusiones al aborto, el botellón o el sistema educativo

Francisco Javier Martínez fue nombrado arzobispo de Granada en 2003.
S. Vallejo / Granada

08 de febrero 2012 - 01:00

Las últimas declaraciones del arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, en las que censuraba la mentalidad de "pueblo subsidiado" de los españoles y la aspiración de los jóvenes a convertirse en funcionarios, algo que considera una "enfermedad social", todavía siguen teniendo consecuencias. Ayer, Europa Laica criticó el mensaje de la homilía del domingo del prelado y dijo que es la propia Iglesia católica la organización "más subsidiada" del país. Además de mostrar su "total repulsa" por sus palabras, la Asociación Granada Laica, integrada en Europa Laica, criticó que ante la crisis y los recortes impuestos por los gobiernos de uno u otro signo, la Iglesia no se esté viendo afectada por los mismos.

Estas declaraciones del prelado, en las que pide un "cambio de mentalidad" de la población para superar la crisis y abandonar la "tradición paternalista de que sean otros los que nos solucionen el problema", son sólo una incursión más del arzobispo de Granada en temas sociales y políticos de actualidad, que se cuelan en sus homilías en días de fiestas destacadas.

De hecho, Martínez Fernández ha hablado del aborto, de Educación para la Ciudadanía, de la crisis, del uso del preservativo, de pederastia, del botellón, de la unidad del país. Y todas sus palabras han generado siempre crispación y rechazo.

Sus 'perlas' han surgido casi desde su elección como arzobispo en 2003. En 2005 en la homilía del 12 de octubre habló de la unidad de España y se mostró "orgulloso de ser español" en un momento en que el "existe un egoísmo patológico y se da la corrupción más grande que es la mentira".

De la ruptura de España pasó a la asignatura Educación para la Ciudadanía. En noviembre de 2006 apeló a la desobediencia civil si no se salvaguardaba el derecho de los padres con la implantación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. "Es una verdadera invasión de un derecho fundamental de los padres. Estarían justificadas la objeción de conciencia y la desobediencia civil", aseguró el arzobispo, quien recibió las críticas de la propia Delegación de Educación y la Confederación Andaluza de Padres de Alumnos por la Escuela Pública (Codapa).

En 2009 tocó el turno al aborto en un texto supuestamente dedicado a la Navidad. El título de la homilía ya era revelador: La humanidad retrocede ante este genocidio silencioso. El arzobispo lanzó un mensaje totalmente politizado y comparó, por ejemplo, la situación de "miles de profesionales" con la vivida en las dictaduras de Hitler o Stalin. Pero hubo una frase que muchos calificaron de inaceptable: "Matar a un niño indefenso, ¡y que lo haga su propia madre! Eso le da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer porque la tragedia se la traga ella". Una frase que generó miles de críticas por las redes sociales e incluso la creación de una plataforma en su contra y hasta la convocatoria de una cacerolada.

Pero ha seguido. En 2010 habló de la persecución de la iglesia y de la pederastia y dijo que los ataques al Papa en esas fechas venían de los "medios de comunicación que sirven a los poderes del mundo". "En la iglesia hay pecados pero no delitos", defendió.

El año pasado en la homilía del Día de la Toma dijo que "la guerra para la conquista de Granada se hizo con una extremada humanidad y amor" y también con "exquisitez"; habló del cáncer y aseguró que había dicho a una mujer enfermera que "lo más complicado es que te mueras y la verdad es que en el cielo se está mejor que aquí" y aseguró que "el culto a la razón ha terminado en los botellones".

Además de palabras, ha tenido actos cuestionados como la destitución del párroco de Albuñol en 2007 por alojar a inmigrantes en su casa o la expulsión de dos aspirantes a monjas de India por dudar de su vocación.

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