Una pista inesperada
La hispanista relata sus nuevos descubrimientos y su hipótesis sobre el paradero de los restos de Lorca en este artículo, extractado del original.
Lorca no tiene tumba. Sobre su muerte y entierro ha aparecido gran cantidad de mitos y rumores. Es sorprendente cómo una realidad reciente se queda rodeada de mitos, que crecen con la misma rapidez que las hiedras trepan un árbol.
Se ha establecido que el poeta fuese fusilado el 17 de agosto con la edad de 38 años en la Sierra de Víznar, a la derecha de la carretera que lleva de Víznar a Alfacar, conocida como el Camino del Arzobispo. En los años 40 -50 todavía era un tabú hablar de este lugar y la carretera estaba transitada por la Benemérita. ¿Por qué fue un secreto? Según Claude Couffon y Agustín Penón, los primeros investigadores de las circunstancias de la muerte de Lorca, debido a que el régimen de terror quisiera borrar de la memoria pública las huellas del crimen, para que todo cayese en olvido.
Los datos de Yan Gibson, expuestos en el libro El asesinato de García Lorca, estaban basados en su viaje a Alfacar en el año 1966, en compañía de M.C. un preso de apodo Manolo el comunista, uno de los enterradores de Lorca. Según esta información, los restos del poeta se encontraban en un olivar a la derecha de los chalets edificados junto al camino que lleva de Alfacar a Viznar, al lado de la Fuente Grande, actualmente Parque García Lorca. Tras las excavaciones emprendidas por la Junta de Andalucía para buscar los restos de Federico, sabemos que ese no fue el lugar del enterramiento. Abrieron la tierra y no encontraron nada.
En noviembre de 1977, Fernando Nestares, el hijo del coronel José María Nestares Cuéllar, jefe del sector militar de Víznar responsable de las ejecuciones, le enseñó al periodista granadino Eduardo Molina Fajardo otro sitio preciso en el que él creía que estuviera enterrado el cuerpo de Federico García Lorca. Guiado por un croquis, le llevó al campo de instrucción de las tropas a un kilómetro y medio de Víznar. Allí había unos calvos de tierra en el lugar de los pozos abiertos, a los que tiraban los cuerpos de los fusilados. Según el testimonio recogido en el libro de Fajardo Los últimos días de García Lorca, "a Federico se le enterró en el tercero, a la izquierda, el situado más en dirección a la Fuente Grande".
Una versión distinta sobre el lugar de enterramiento aporta Agustín Penón, recogida en el libro Miedo, olvido y fantasía: crónica de la investigación de Agustín Penón sobre Federico García Lorca, Granada-Madrid (1955-1956): "Si viniendo desde las Colonias se sigue por el camino que va a Alfacar, en la primera revuelta se encuentra uno con el Barranco", el lugar en donde la mayoría de los fusilados están enterrados". Estaba convencido el investigador norteamericano de que debe ser ese el sitio donde pudiera estar enterrado Federico. Esta tercera versión coincide con la recién publicada en la prensa, versión oficial del régimen franquista sobre la muerte del poeta.
En un artículo mío de agosto de 2003, Antonio Fernández Díaz, un vecino de Víznar, testigo ocular de los trágicos sucesos en su pueblo en verano del año 1936, comunica que el poeta fuese fusilado entre Víznar y Alfacar en un olivar por los guardias de asalto. Antonio desveló por primera vez los nombres de los asesinos y comentó que a los muertos no los tiraron al pozo, sino que los dejaron, dónde cayeron. Los ejecutores no enterraban: luego vinieron los enterradores para llevar los cuerpos al barranco, dónde tenían ya las zanjas preparadas.
Desde el año 2006, ante la desilusión de encontrar restos óseos de García Lorca, empezaron a correr los rumores cada vez más insistentes sobre el desentierro del cuerpo del poeta que barajaban dos posibilidades: por las propias autoridades con la intención de borrar toda huella del crimen y el desentierro realizado por los familiares del poeta, incluso se ha situado su sepultura en la Huerta de San Vicente.
El 20 de agosto de 2014 dos vecinos de la Casa Nueva, A.R y J.H. que han preferido anonimato, se ofrecieron a enseñarme la tumba de Lorca. Subiendo y bajando los cerros con sus laderas cubiertas de olivares, en unos minutos llegamos al cementerio de Valderrubio, antes Asquerosa, situado en lo alto de un solitario monte que domina la vega. Nada más entrar por la puerta, nos acercamos a un monumento funerario de planta rectangular sobre un basamento de mármol rojo, paredes blanqueadas y una cúpula azul, escondido en la sombra de altos, pensativos y dolientes cipreses. Veo una especie de columbario con nichos dispuestos en líneas horizontales en forma de planchas de mármol sobre las cuales están grabados los nombres de los difuntos, la fecha de su muerte y en algunas, inscripciones y bajorrelieves funerarios. "Éste es el sitio, donde está enterrado García Lorca; está en uno de los nichos", comentaron mis informantes.
Este sepulcro monumental al estilo romano es un claro exponente del alto estatus de la familia Mazuecos, al que pertenecía el panteón, construido a principios del siglo XX.
La información de la que disponen mis acompañantes proviene del recuerdo de una familiar, que en el año 1936 siendo todavía una muchacha joven, tuvo la ocasión de asistir, según sus datos, a la tradicional costumbre de amortajar a un difunto. En este caso, Federico Gracia Lorca. Había que prepararlo urgentemente para darle sepultura de noche en el cementerio de la aldea. Según este testimonio oral, el desentierro y sepultura del poeta estaban organizados por Eloy Mazuecos, amigo del padre del poeta y una de las personas más influyentes y adineradas de Asquerosa de aquel entonces.
Se trata de un pueblo, con el que estaba entroncada, al igual que con Fuente Vaqueros, la familia de Federico. Allí transcurrió su infancia y buena parte de la juventud y madurez, allí iba desde Madrid todos los veranos con su familia hasta la compra de la Huerta de San Vicente en 1926, a descansar y trabajar "en esta tierra maravillosa" en sus libros de poemas y obras de teatro "de forma nueva y de estéticas nuevas". En Asquerosa vivían sus tías Matilde e Isabel con sus hijos, primos de Federico. Y según el epistolario, en él Federico "estaba muy querido por todos los obreros". Con algunos vecinos tenía su familia firme y duradera amistad y con otros "se llevaba bien, pero se guiñaba mal". Y por desgracia, de allí, según varios estudios de los últimos años, salió la fatídica denuncia que contribuyó a que se cortara tan injustamente temprano una vida tan ilustre.
El padre del poeta don Federico García Rodríguez no dejaba de ir nunca a Asquerosa para controlar las cosechas en los pagos de tierra que tenía en su propiedad.
Es muy duro perder a un hijo en la edad florida, pero no menos amargo es irse sin darle una sepultura digna a su posición social, cultural y humana. Es comprensible que aparte del intento de salvar la vida a Federico, pudo haber el intento de sacarlo de la inhóspita y pedregosa tierra de la fosa común.
La información sobre el entierro en Asquerosa puede ser tomada como una hipótesis más y objeto de reflexión y enfoques comparados. Si fuera cierto, y estuviera realmente desenterrado el cuerpo de Federico, sería mucho menos peligroso, en lugar de transportarlo a la Huerta de San Vicente, como afirma F. Guijarro, llevarlo a un sitio fuera de los puestos de vigilancia que había a la entrada a la ciudad de Granada, a un tranquilo pueblo de la Vega y enterrarlo allí de acuerdo con el rito popular. A un pueblo conocido, dónde no faltaban personas de confianza que saben guardar silencio por años, ni mujeres acostumbradas a preparar un cuerpo humano para la vida eterna para que en paz descanse. El hecho de albergar los restos de una persona condenada a muerte por parte del dueño del mausoleo, si en realidad tuvo lugar, es de por sí un acto civil de gran valor y dignidad.
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