El poeta Benítez Carrasco en la Avenida

Sólo falta que la figura de este poeta granadino llegue a las aulas, empezando por las que velan por la formación de maestros, que son los que hacen el milagro de multiplicar sus enseñanzas en las escuelas¿Y quién es este señor? Poeta de profunda formación, culto y popular, malabarista de la palabra y rapsoda espectacular · Solía decir: Soy tan albaicinero que en Plaza Nueva me siento extranjero

El poeta Benítez Carrasco en la Avenida
José Luis Delgado

08 de noviembre 2010 - 01:00

MURIÓ en noviembre de 1999 el autor de La Muerte Pequeña y hace unos días se nos fue también el que fuera presidente de la Tertulia Literaria Benítez Carrasco, el bueno de Fernando López. Ambos están ya juntos otra vez como buenos amigos que en vida fueron. Sirva este recuerdo en honor a su memoria.

Grande era mi ignorancia al preguntar quién era Benítez Carrasco. Y me entero, más por unos que por otros -y porque frecuento librerías, tertulias y hemerotecas- que se trataba de uno de los poetas granadinos más ignorado en su tierra, siendo que nació en el Albaicín, que tuvo una esmerada formación, Hijo Predilecto de la ciudad, Medalla de Oro de la Academia de Madrid, monumentos en México y una avenida en Sevilla. Hasta sus poemas sirvieron de libro de texto en otros países y la Universidad acaba de publicar sus Sonetos; y en Granada, ni enterarse.

¿Es que no fue 'poeta' en su tierra? ¿Por qué razón se le ignora? Tal vez porque no fue fusilado, murió en la Inmaculada; tal vez porque no fue exiliado, se marchó por su cuenta y a su cuenta en la década de los 50. Tal vez por ignorancia.

Su biógrafo, Rafael Delgado Calvo-Flores, dice: "Debemos situarnos en la España sin demasiados recursos de la posguerra, donde no tenían un hueco bien definido en la sociedad ni poetas ni recitadores que tratasen de vivir de su arte (acaso nunca lo tuvieron ni lo tendrán)".

Murió su madre cuando él tenía 15 años; se vio apurado, no era hijo de terrateniente, médico o abogado y tuvo que buscarse la vida sin becas ni herencias y como Dios le dio a entender. Viajó a América, residió en México, en Argentina y en Cuba pero se sentía tan albaicinero que él mismo decía "cuando bajo a Plaza Nueva me siento extranjero".

Ahora ya sí lo conocemos algunos y bastante bien. Nunca es tarde. Benítez Carrasco es uno de los poquísimos poetas que ha reunido dos características muy especiales: se ha podido ganar la vida con la poesía y sin subvenciones y sólo ha recitado la suya propia y de memoria.

Claro, que para eso se requieren ciertas habilidades que la naturaleza da a muy pocos: buena voz, correcta formación teatral, sentido del ritmo, dominio de la escena, gran memoria y buena presencia. Yo no conozco ningún caso semejante.

Y todo esto reunía este albaicinero de la Plaza de El Salvador: de virutas y pan casero / en esta casa nací / aprendí el Ave María / en la Cuesta del Chapí. Así es; mientras otros estudiaban en Riquelme o en los Escolapios, en Niñas Nobles o en los Maristas, él se formó con el Padre Manjón, tocando con sus manos los Montes de Toledo y navegando con su imaginación por las aguas del Guadalquivir.

Sus años en la Compañía de Jesús completaron su formación, por eso se permite escribir poesía culta, de alusiones clásicas, con frecuentes llamadas a San Juan de la Cruz o a Quevedo; y hasta recordarnos a Calderón en sus Autos Sacramentales.

Lo que no quita para venirse a la arena del pueblo con la facilidad del que sabe volar alto y acude a la tierra a tomar un vaso de vino para hacerle una letrilla a Marifé de Triana, un pregón taurino como el que hizo para la Real Maestranza de Sevilla en 1987 o para el Corpus de Granada en 1988.

Dice su biógrafo que las obras de Benítez se cuentan por docenas, entre libros y obra poética; buena parte de la cual se encuentra en los cinco tomos que conforman la Obra Poética Completa publicada por la Obra Social y Cultural de CajaSur entre 2000 y 2002.

Se lamenta igualmente Rafael Delgado Calvo-Flores de que semejante personaje permanezca todavía en la penumbra, pero sirva de consuelo que existe ya en Granada una muy asentada tertulia literaria que lleva su nombre; la reciente publicación por parte de la Universidad de la obra del inolvidable profesor Pedro Correa sobre los Sonetos de Benítez Carrasco, la biografía del aludido profesor Delgado y esa escultura popular del Paseo de Granadinos Ilustres, donada por Inagra y salida del taller del escultor Juan Antonio Corredor.

Ahora sólo falta que, dejándonos ya de sectarismos y recelos y aliviando la ignorancia con la lectura de su dilatada obra, la figura de este poeta granadino llegue a las aulas, empezando por las que velan por la formación de maestros, que son los únicos profesionales que hacen el milagro de multiplicar por mil sus enseñanzas en las escuelas.

Sería el mejor regalo para el inolvidable presidente Fernando López.

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