Las primeras fotografías de Granada
Historias de Granada
Después de los viajeros románticos, un grupo de habilidosos fotógrafos granadinos se dedicaron a captar imágenes de la ciudad y de sus personajes
La historia gráfica de la primera mitad del siglo XX de Granada no sería la misma sin la obra de Manuel Torres-Molina
Granada/Se acuerda mi amigo Javier Algarra de que en el negocio de fotografías de El Guerry, en la calle Recogidas, que tuvo el primer fotomatón que se puso en Granada, había un rótulo que decía: "A las feas las hacemos guapas y con las guapas hacemos locuras". Granada siempre se ha prestado a que le hagan buenas fotografías y de su belleza se han hecho locuras, sobre todo en el siglo XIX y comienzos del XX, cuando los fotógrafos granadinos idearon mil y unas maneras de vender las mejores imágenes de la ciudad.
¿Quién de los que peinan canas no guarda en su memoria el nombre del fotógrafo que le hizo las primeras fotos? En mi pueblo era Espejo, un hombre que llevaba siempre una cámara colgada al cuello y que cuando la tenía en reposo la dejaba descansar sobre su barriga prominente. Casi todos los niños de entonces de Bailén tenemos nuestras fotos familiares y de la primera comunión hechas por Espejo. Eran los tiempos en los que casi nadie tenía una cámara fotográfica y estos fotógrafos ambulantes se ganaban la vida enfocando a todo aquel que estuviera dispuesto a estarse quieto durante unos segundos para no salir borroso en la fotografía.
En Granada había muchos fotógrafos callejeros que, según las crónicas de Juan Bustos, deambulaban por la Gran Vía, Reyes Católicos o Puerta Real para sugerirles a los transeúntes la instantánea que perduraría el recuerdo de ese momento fugaz. También estaban los fotógrafos estables, los que montaban sus modestos negocios en plazas, paseos y jardines como el Salón, Bibrrambla o los jardincillos de Hacienda, que tenían negocio seguro con todos aquellos soldados que salían de los cuarteles y querían enviarles a sus respectivas novias esas instantáneas que acompañaban a sus cartas de amor. Niños en sus cochecitos, parejas de novios y el personal endomingado, podían ser en cualquier momento inmortalizados por las cámaras de los retratistas granadinos, todos atraídos por esa magia sencilla de la foto que con el tiempo se amarilleaba encima de la cómoda, del mueble bar o de la mesita de noche.
La Alhambra, con su exotismo incluido, representaba ya a finales del XIX uno de los principales reclamos en el sur de España, por eso, con la comercialización de las primeras cámaras fotográfica, se acrecienta el interés por documentarla. Gautier y Alejandro Dumas vinieron a Granada con su daguerrotipo, por lo que pudieron ser estos los primeros en hacer fotografías de Granada. El británico afincado en España Charles Clifford hizo cientos fotografías de La Alhambra mediante calotipos con los que se podían hacer miles de copias. Si quieren ahondar sobre el tema hay un libro escrito por Javier Píñar Samos que habla sobre las primeras fotografías y los primeros fotógrafos de Granada en el que expone la gran cantidad de profesionales que fueron atraídos por el magnetismo de nuestra ciudad: Jean Laurent, Joseph Carpentier, Gumersindo Ortíz, Luis León Masson…
Dejando a un lado toda aquella caterva (sin sentido peyorativo) de viajeros románticos que pusieron en su visor la Alhambra, a partir de la aparición en Europa de los daguerrotipos, la fiebre por fotografiar Granada y en concreto el monumento nazarí, hizo que en torno a este arte surgieran hábiles y voluntariosos fotógrafos, sin cuyas instantáneas no podríamos saber cómo era Granada ni la historia gráfica de nuestra ciudad. De ellos vamos a hablar.
Los Ayola
Sin lugar a dudas, uno de los más reconocidos es José García Ayola, que contó con diversos estudios en el centro de la capital granadina. Además de la Alhambra, fotografió escenas callejeras o personajes populares, como Chorrojumo. En muchos casos incorporaba personajes a sus fotografías de la ciudad. Llegó a ser tan conocido que fue nombrado fotógrafo de la Casa Real y obtuvo premios en varias exposiciones. El Centro Cultural de La General le organizó una exposición retrospectiva en 1997 y algunas de sus fotografías se pueden encontrar en el Patronato de la Alhambra y en el Museo de la Casa de los Tiros.
José García Ayola compartió estudio durante un tiempo con su hijo, del mismo nombre, por lo que a veces no se sabe si una fotografía fue hecha por el hijo o por el padre. Aunque sí se sabe que el hijo no ejerció el oficio con la misma pasión e intensidad que el padre. Según Javier Píñar, a diferencia de otros fotógrafos granadinos que obtuvieron por aquella época más reconocimiento mercedes a sus intenciones fotográficas netamente comerciales (con ediciones de tarjetas, álbumes impresos o venta de originales), Ayola publicaba en la prensa especializada como Ilustración Artística o Panorama Nacional.
Ayola tuvo una gran rivalidad con otro fotógrafo que se llamaba José Camino y que tenía un estudio muy cerca del suyo. Pero eso era normal en aquella época en que había una gran competencia por ofrecer las mejores fotos y postales de los monumentos de Granada, sobre todo de la Alhambra. Así pasó con Rafael Garzón y Rafael Señán y González, que comenzaron a trabajar en un estudio juntos y terminaron como el rosario de la aurora. Lo que era una amistad a prueba de bombas terminó siendo una enemistad en toda regla. Tenían los negocios juntos y cuando se veían no se daban ni los buenos días. Según Píñar, Rafael Garzón es posiblemente el primero de los fotógrafos comerciales que instalan estudio en la Alhambra y se dedica no solo a la venta de imágenes, sino a hacer fotografía a la morisca y vender souvenirs. El éxito de su negocio le llevó a montar sucursales en otras ciudades como Sevilla o Córdoba. Garzón nació en Granada en 1863 y pudo formarse con Charles Mauzaisse, un fotógrafo francés que se instaló aquí, se casó con una granadina y vivió en la ciudad hasta su muerte a causa del cólera durante la epidemia de 1885.
Disfrazando al turista
Rafael Gazón y Rafael Señán, junto con los hermanos Abelardo y Enrique Linares, enseguida se dieron cuenta de la manera de ganar dinero con la fotografía. A los turistas les encantaba vestirse de moros y ser fotografiados en la Alhambra. Para eso llevaban a los patios alhambreños chilabas, velos y babuchas con los que disfrazaban a los viajeros para que se pudiesen llevar un recuerdo exótico de Granada. Javier Píñar dice que el que se inventó este modo de hacer fotos fue uno de los hermanos Linares y que, al ver el éxito, se apuntaron todos. El negocio era tan lucrativo que idearon montar falsos patios alhambreños en sus estudios con decorados de escayola y arcos mozárabes cubiertos con cristaleras para que recibieran luz natural. Alguno incluso tuvo un caballo disecado en su estudio en el que hacían subir a los turistas. Toda una carrera de creatividad para captar clientes.
"Una peculiaridad que tuvo la fotografía de Granada hacia el año 1900 es que se generó un nuevo tipo de comercio fotográfico enfocado principalmente al visitante. Esto, como consecuencia, conllevó que estos establecimientos no estuvieran ubicados en el centro de la ciudad, sino que se localizaron dentro del mismo recinto de la Alhambra. Vendían fotografías de los rincones y monumentos de Granada y de la propia Alhambra, además de tarjetas postales –ese nuevo producto que comenzaba a despuntar– y, como tenían laboratorio propio, lo alquilaban también a esos pocos viajeros y turistas que venían con sus propias máquinas de fotos", dice el fotógrafo Carlos Pascual.
Torres-Molina
A finales del siglo XIX (en 1883 exactamente) nació en Granada el que fue seguramente el mejor y más avezado fotógrafo de la época. Se llamaba Manuel Torres-Molina y seguro que son muchos los granadinos que lo recuerdan todavía firmando sus fotos en varios periódicos locales y nacionales. Se inició en la fotografía con su tío José Torres García, de la generación de los Ayola y los Linares. Era tal su aplicación, que en 1905 consiguió la concesión de la Primera Medalla de la Exposición de Bellas Artes, la primera de una serie de galardones que recibió a lo largo de su vida.
Durante un tiempo, siendo yo presidente de la Asociación de la Prensa de Granada, en 1992, estuve detrás de saber qué es lo que había pasado con la gran cantidad de negativos y placas de fotografías que hizo Manuel Torres-Molina. Hablé alguna vez que otra con Juan Torres-Molina, uno de sus nietos, el que regenta el heroico cine Madrigal. Pude averiguar que, efectivamente, en algún sótano o lugar apartado, está el gran legado fotográfico del que fuera el "gran notario visual" de Granada, como lo llama Ismael Ramos en un extenso reportaje que le dedica en la revista Alhóndiga. Miles de creaciones fotográfico que el llamado "alquimista de la luz" (también calificativo de Ramos) hizo de su ciudad. Pasados los años, no sé qué habrá pasado de ese legado, pero mucho me temo que siga en la misma oscuridad que el cuarto que utilizaba el fotógrafo para revelar sus fotos. Legado que, según Ismael Ramos, hasta se interesó por él el gran fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson y su nieta Melanie.
En 1905 Manuel Torres-Molina se casó con Purificación Díaz Alonso y al regresar de su viaje de novios –fueron a Toledo– inauguró su primer estudio en la Acera del Casino, el ya mítico Photo-Estudio. Sus primeros trabajos fotográficos se centraron en el retrato y en este campo hizo grandes aportaciones a la técnica, como el poner un gran espejo frontal en su cámara para que el fotografiado se viera de la manera que iba a ser inmortalizado.
Manuel Torres-Molina era un obsesivo de la fotografía. No podía concebir la mirada si no era a través del visor de una máquina fotográfica. Su nieto Juan Torres-Molina cuenta en Alhóndiga la anécdota de que sus abuelos tenían que recoger cada noche las negativos y placas que reposaban en la cama antes de irse a dormir.
A este hombre también se le debe que se creara en Granada la primera Escuela Oficial de Fotografía de España, al frente de la cual estuvo el fotógrafo granadino desde 1917 hasta su jubilación en 1953. En esa escuela estuvo el primer museo granadino dedicado a la fotografía.
Pero es que, además, Manuel Torres-Molina fue uno de los primeros fotógrafos de prensa en España. Primero fue reportero gráfico en el Defensor de Granada y más tarde, desde su fundación en 1932, del periódico Ideal. También publicaba en otros medios de tirada nacional como La Esfera, ABC, Blanco y Negro… Perteneció a la Asociación de la Prensa de Granada, a la Junta de Cultura Histórica, al Centro Artístico y a todas aquellas instituciones granadinas en las que tuviera que ver la vida cultural de la ciudad. Se cifra en casi 200.000 las fotografías que hizo de Granada. La retrató de todas las maneras posibles y tuvo en su objetivo a reyes como Alfonso XIII y Gustavo VI de Suecia, al torero Juan Belmonte (del que era amigo personal) y al duque San Pedro de Galatino. También fue el primero que hizo una foto aérea de Granada. Para ello, cuenta Ismael Ramos, se tuvo que subir en un biplano que hacía acrobacias aéreas y que había patrocinado la Asociación de la Prensa. La fotografía fue publicada en El Defensor en 1932. También fue un gran seguidor del Granada CF, cuyas primeras alineaciones fueron fotografiadas por él.
"Torres-Molina antepuso la pasión por su trabajo y la veneración hacia su ciudad a otros intereses, incluso a los económicos, situación que le acarreó algunos conflictos familiares. Su principal objetivo y casi obsesión fue realzar y divulgar y valor patrimonial y la belleza de su ciudad", dice Ramos. Además de ello era un hombre humilde. Cuando un periodista quiso hacerle una entrevista le dijo: "¡Pero si yo no soy nadie! ¿Quién me conoce? ¿Qué he hecho yo para salir en el periódico?". Lo dicho, todo un gran hombre, a pesar de ser de pequeña estatura.
Al morir dejó se hizo cargo del estudio su hijo Juan Torres-Molina Díaz, que siguió la saga e igualmente se labró un nombre en la historia de la fotografía de Granada. Conocí un fotógrafo que trabajaba con él llamado Juan Granados. Era un empleado suyo y muchas de las fotografías que están en la hemeroteca de Ideal firmadas por Juan Torres-Molina, eran de él. Ese era el acuerdo que tenía con el que era su jefe. Juanito Granados, como lo conocíamos, fue el 'inventor' del photoshop, que ponía en práctica cuando no había podido captar un gol en cualquier partido que se jugara en el viejo Los Cármenes. Juan recortaba un balón y lo pegaba en la fotografía simulando que entraba en la portería. Así salía en el periódico. Era entrañable, con una sonrisa y una predisposición a prueba de cualquier desaliento.
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