La rebelión de los catetos

Historias de Granada

En 1983 el PSOE de Granada sufrió un verdadero cisma al rebelarse un grupo numeroso de alcaldes y concejales de la provincia que pedían menos oficialismo y más democracia interna

La Diputación granadina fue regida durante cuatro años por diputados que habían sido expulsados del partido

Juan Hurtado toma posesión como presidente de la Diputación en 1983. / Juan Ortiz
Andrés Cárdenas

13 de febrero 2022 - 05:17

Granada/En el año 1983 se modifica significativamente la intrahistoria de Granada al perder tres de sus referentes: cierra el periódico Patria, el estadio de Los Cármenes es vendido para hacer pisos y suprimen la Capitanía General. Tres golpes que recibe el orgullo del granadino en el mismo año, tres bofetadas en la mejilla de la dignidad autóctona.

El día 13 de febrero, tal día como hoy, salía a la calle el último número del diario Patria. Había pertenecido a la Prensa del Movimiento y en ese momento era de la cadena de Medios de Comunicación Social del Estado. Los responsables del periódico lo consideraron deficitario y lo cerraron. Ese día cayó en domingo de Carnaval y quizás fue una treta del destino por eso de que había llegado el tiempo de quitarse las caretas. Años después su rotativa, que tenía la Universidad para formar parte de un futuro museo, fue vendida por una vicerrectora irresponsable a un chatarrero de Linares. Con ella, con la rotativa, se perdería una parte de nuestro patrimonio industrial y de nuestra memoria periodística.

En cuanto a Los Cármenes, aquel campo en el que se perdía el balón en el patio de la cárcel cada vez que un futbolista le arreaba un patadón, fue vendido a una inmobiliaria para ser convertido en viviendas. Ese año el Granada estuvo a punto de bajar a Tercera por un supuesto tongo en Lorca, pero luego ascendió a Segunda A al empatar con el Algeciras a mediados de mayo. Aunque el 23 de noviembre se fijaría en las páginas lamentables del club a consecuencia de una batalla campal que se organizó cuando un árbitro dio por bueno un gol dudoso al Cartagena. El encuentro se suspendió y se clausuró el estadio, que años después desparecería bajo varios bloques de pisos.

Y hablando de fútbol, 1983 fue el año en el que le metimos 12 a 1 a Malta y España consiguió la clasificación para la Eurocopa. La selección necesitaba once goles para pasar y metió doce. Qué casualidad.

Y por perder ese año, Granada también dejó de ser sede de la IX Capitanía General debido a la puesta en marcha del Plan Meta, organizado por el ministro Serra. A pesar de ser histórica la presencia militar en Granada desde el siglo XV, la reducción de mandos y las nuevas estrategias justificaban esa pérdida. Años después, en compensación lo más probable, se ubicaría en sus instalaciones el MADOC, el Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército de Tierra.

En 1983 también se le dio el Premio Nacional de Narrativa al escritor Francisco Ayala por su libro sobre los recuerdos que había tenido de niño en Granada. Ese año José Luis Garci recogió en Los Ángeles el primer oscar de la historia del cine español por la película Volver a empezar y el gobierno de Felipe González expropió el complejo Rumasa.

El cisma del PSOE

También 1983 fue el año más movido de los que ha tenido el Partido Socialista Obrero Español en Granada. Los alcaldes y concejales de este partido en los pueblos se dieron cuenta del enorme granero de votos que suponía para la organización política sus demarcaciones locales y se rebelaron contra las directrices de la capital y de la Junta de Andalucía. Fue la llamada rebelión de los catetos, según la expresión que acuñó el periodista del Diario de GranadaFrancis Romacho. El alcalde de Almuñécar Juan Carlos Benavides hizo de Espartaco en esta película al conseguir que muchos ediles de la provincia lo siguieran en su lucha contra un poder que para ellos no era representativo del socialismo andaluz. Pedían menos oficialismo y más democracia interna. Los periodistas tuvimos tema para muchos días porque la pugna entre los catetos y el aparato (nunca llegué a comprender esta expresión) duró varios meses, incluso años.

Reunion de la ejecutiva provincial del PSOE con Benavides como secretario general. / Juan Ortiz

A ver, la cosa venía arropada con broncas internas desde el Congreso de Almuñécar, en donde fue elegido secretario provincial del partido Javier Torres Vela, que era apoyado por la presidenta del partido María Izquierdo Rojo (con esos apellidos no podía ser de derechas). Aparecen entonces tres frentes: los elegidos en la asamblea, los críticos con Juan Carlos Benavides al frente y el de la capital, encabezado por Antonio Jara. Tres maneras de ver cómo se debe llevar un partido. La fractura del PSOE en Granada ya empezaba a evidenciarse.

En la Junta tampoco la cosa iba como la seda pues José Rodríguez de la Borbolla, más conocido por Pepote, se había hecho con el poder tras la renuncia de Rafael Escuredo, que dimitió por no estar conforme con la actuación de su partido en el tema del traspaso de las competencias. Eso hizo que en el PSOE granadino hubiera 'escuredistas' y 'borbollistas'. Otra división más que ofrecía una imagen caótica de un partido que no digería bien el gran éxito que les daban las urnas. Los periodistas por entonces teníamos tal cacao mental que no sabíamos si un representante socialista pertenecía al aparato, estaba con el sector crítico, era jarista, o si era de la cuerda de Escuredo o de Rodríguez de la Borbolla. Un lío.

Ante tanta inconsistencia socialista, Javier Torres Vela dimite de su cargo y propugna el que haya un nuevo congreso para saber qué es lo que quieren los militantes de base. También el teniente de alcalde almuñequero Juan Carlos Benavides quiere un congreso extraordinario para acaba con el continuismo y porque ve muchas posibilidades de ser el nuevo secretario provincial. Se fija para el nueve de enero de 1983 y a celebrar en Santa Fe.

Los prolegómenos del congreso están salpicados de puyas que se tiran unos y otros. Los periódicos toman partido. Diario de Granada, que había sido creado por un grupo empresarial afín al PSOE, apoya al aparato. Ideal, por entonces de la Editorial Católica, está más con los críticos y los rebeldes. Al frente de ambas opciones estaban los dos periodistas más representativos y señeros del momento en el tema político: Francis Romacho en Diario de Granada y Miguel Martín Romero en Ideal. La guerra estaba servida.

Sesión para la elección de los nuevos diputados. / Juan Ortiz

El abogado Jerónimo Páez publica en Diario de Granada un artículo contundente en el que denuncia graves irregularidades urbanísticas en dos localidades costeras con alcaldes socialistas críticos: Almuñécar y Salobreña. Le contesta airadamente el arquitecto municipal y director de los planes de urbanismo de dichas localidades José Millán, que a la vez es socio mayoritario y administrador de una empresa con intereses en el área de la construcción en la zona. El alcalde de Granada Antonio Jara, recién elegido para el segundo mandato, también pide a la Ejecutiva del partido una investigación a fondo sobre las supuestas irregularidades urbanísticas en la Costa. Benavides le dice a Jara que se meta en sus asuntos.

Así hasta que se celebra el congreso extraordinario de Santa Fe. En él participaron ochenta y seis agrupaciones de la provincia. El candidato que apoyaba el sector oficialista era Ángel Díaz Sol y el que apoyaban los críticos era lógicamente Juan Carlos Benavides. Este último presenta una extensa ponencia titulada Por el cambio en la que dice que el PSOE debía de hacer una política más cercana al ciudadano, a la vez que exigía una mayor democracia interna.

El pulso lo gana el alcalde almuñequero, que es elegido secretario general del partido en Granada. Obtiene el 55 por ciento de los votos y el apoyo de trece agrupaciones socialistas en diferentes comarcas de la provincia. La rebelión de los catetos se había consumado. El cisma en el PSOE granadino era ya un hecho.

La guerra por la Diputación

Pero el conflicto no queda ahí. Va a más, sobre todo cuando se tiene que nombrar un presidente para la Diputación que sustituyera a Gerardo Esteva. La Ejecutiva regional propone a Javier Torres Vela, pero a estas alturas de la película los catetos eran ya demasiado fuertes y tenían otro candidato: Juan Hurtado Gallardo, que venía por la demarcación de Baza.

Bancada con los nuevos diputados tras la conocida rebelión de los catetos. / Juan Ortiz

El día 30 de mayo fue el día fijado para nombrar al nuevo presidente de la Diputación. Casi todos los informadores de Granada estábamos presentes. Los periodistas somos como los calamares, que vemos donde hay peligro y soltamos un chorro de tinta. Había tema del que hablar y escribir. La tensión se cortaba con un cuchillo, que en este caso no era un tópico sino la realidad más pura y dura.

Desde el comité federal de Madrid se había ordenado mano férrea contra los rebeldes. Quien quería hacer carrera en el PSOE tenía que ir con Torres Vela, que era el candidato oficial. Benavides había dimitido previamente como secretario provincial del PSOE, pero mantenía el pulso con los oficialistas no retirando su apoyo a Juan Hurtado Gallardo. Madrid había designado una gestora presidida por Curro Valls, que tenía la misión de hacer entrar en razón a los rebeldes. Pero no hubo manera.

La cita para dirimir quién sería presidente de la corporación provincial se celebra en la Audiencia Provincial, como si fuese un juicio ordinario en el que todos esperaban que se impartiera justicia. Estaba la lista oficial elaborada por la ejecutiva regional con nombres de peso en la política local y la elaborada por los catetos, con nombres de alcaldes y concejales de pueblos de la provincia. Curro Valls reparte papeletas con los nombres de los candidatos oficiales pero los catetos las sacan de los sobre y las cambian por las suyas. Las urnas hablan y resulta ganadora la lista de los catetos.

Ernesto Molina aplaude a Juan Hurtado Gallardo a ser nombrado nuevo presidente de la Diputación. / Juan Ortiz

El día nueve de junio se celebra el acto de investidura de Juan Hurtado como presidente de la Diputación. Es cuando Rodríguez de la Borbolla, secretario general en Andalucía, amenaza con expulsar del partido a todos aquellos diputados elegidos anti estatutariamente que no presentaran su dimisión y que no se sometieran a la disciplina del partido. Pero nadie lo hace -al menos al principio- y el Comité Federal de Conflictos ordena la expulsión del PSOE de los doce diputados que piensan seguir adelante en sus cargos públicos. La mayoría de ellos eran simples concejales en sus pueblos y ahora eran nada menos que diputados provinciales. Tenían el poder y un sueldo que no habían tenido antes ni en sus mejores sueños. La purga sin embargo no afecta a los más de doscientos concejales que habían apoyado a los diputados electos. Como consecuencia se disuelven algunas agrupaciones y algunos catetos rebeldes se cambian la chaqueta y vuelven al redil.

Pero el resultado en las urnas que permiten que Juan Hurtado sea presidente ya no hay quién lo cambie. Rodríguez de la Borbolla es entrevistado en un periódico local y exclama: "La Diputación de Granada ha caído en manos de la derecha". Le contesta con un artículo en prensa José Luis Medina Izquierdo, portavoz de los catetos, titulado: "Obediencia ciega no, Pepote". Los expulsados del PSOE forman después un partido llamado Partido Socialistas del Pueblo Andaluz (PSPA), que incluso se presentaría en las siguientes elecciones.

Luego, como escribe el periodista Antonio Mora, la Diputación de los catetos fue un desmadre. "Algunos no solo perdieron el partido, sino también la vergüenza", dice Mora. Pero eso da para otra historia.

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