Una vida reflejo del último siglo de historia de Granada

El granadino Juan Guerrero acaba de publicar a sus 93 años un libro de poesía con el que recuerda su juventud en Montefrío · Su vida es todo un ejemplo de superación

S. Vallejo / Granada

28 de julio 2012 - 01:00

'Marino de guerra fui / labriego de casta soy'. Con esta autopresentación biográfica comienza el granadino Juan Guerrero su nuevo libro de poesía Campesino en el mar. Una publicación que dedica a su pueblo Montefrío y que en 42 poemas supone el regreso a la adolescencia de su autor, una persona hecha a sí misma gracias a su inquietud vital y que a sus 93 años es toda una mina de experiencias, recuerdos y vivencias que bien merecen una reseña y hasta una biografía.

Juan quiere en este libro "regresar a mi adolescencia" y recordar los 17 años que pasó en el pueblo, desde que nació en 1919 hasta 1936, cuando estalló la guerra y tuvo que salir. Y su etapa de juventud es un auténtico reflejo de la Granada de la época, de la realidad de los pueblos, de la vida con la guerra, de las opciones ideológicas y sobre todo del deseo de superarse y de ser algo más de para lo que uno puede estar predestinado desde la cuna. Y, afortunadamente, su edad no le impide mantener una lucidez admirable y relatar una tras otra sus vivencias.

Juan nació en Montefrío el 1 de junio de 1919. Se quedó huérfano de padre a los ocho años y su madre lo dejó temporalmente con su tía, con la que se crió en el pueblo en un ambiente que lo avocaba al trabajo en el campo, la religiosidad -su tía incluso quería que se hiciera sacerdote- y poco más. Pero pronto vio que había más cosas. En el pueblo vivió la República y se afilió a Juventudes Socialistas Unificadas. Se convirtió en un habitual del Casino liberal del pueblo, donde había una biblioteca con todos los libros de la Enciclopedia francesa, Emilio Sola o Blasco Ibáñez. "Todo eso lo leí y cambió mi vida. Pasé del capillismo a tener inquietudes", relata. De esa forma entró en contacto con el ambiente liberal que se apoderó del pueblo hasta que estalló la Guerra Civil, cuando tuvo que salir del pueblo "porque venían a por nosotros".

Esa inquietud, que él define como "la reacción ante la vida religiosa" y que comenzó a forjar desde niño, le llevó incluso a solicitar su inscripción en la Marina de Guerra en Motril con sólo 15 años porque creía que así podría viajar, salir y conocer otras culturas, otras gentes, otras formas de vida. "Quería salir del terruño pero llegó la Guerra Civil y como estaba en zona roja no pude". Durante la contienda estuvo en el grupo de transmisiones en Jaén como voluntario.

Cuando terminó la guerra estaba en Baza y regresó a Granada "en un tren de animales". "Nos trajeron a unos 50 hasta el apeadero de Andaluces y los guardias civiles nos escoltaron para llevarnos a una especie de campo de concentración en la primitiva plaza de toros del Triunfo. Pero me pude escapar porque entre la gente que nos aplaudía y saludaba vi a una conocida y me salí de la fila y los despisté y me fui a buscar a mi madre".

Tras la guerra comenzó a trabajar en el famoso Café Royal de la Plaza del Carmen porque un primo segundo de su abuelo era el dueño del edificio y le dieron trabajo "ya que al no ser adicto al movimiento no encontraba". Allí comenzó una nueva vida. Siguiendo con su afán de superación compaginó su trabajo como camarero con los estudios de perito mercantil. "El café era el punto de encuentro de todos los famosos de la Granada de los años 40. Venían políticos como 'Pepiniqui' Rosales, Juan Luis Trescastro, artistas como Pepe Tamayo -amigo íntimo de su mujer, la cantante de ópera Laura Montabes- cantantes como Antonio Machín, los mejores futbolistas así como periodistas y la gente pudiente de la ciudad. Allí se hablaba de todo, se escuchaba de todo y se decidían muchas cosas, pero eso será para otro libro", dice. Un edificio que después se vendió al Banco Vizcaya, un cambio que le vino bien ya que acababa de terminar sus estudios y pasó de camarero a empleado de banca, donde trabajó varios años.

Juan estaba bien posicionado con su trabajo en el banco y tenía un buen sueldo pero veía que quedándose en Granada no saciaba su interés de conocer el mundo, así que aprovechó que su hermano vivía en América para irse a Caracas. Allí comenzó también como camarero pero pronto entró en el mundo empresarial. Después saltó de nuevo al sector bancario y estuvo trabajando para Banco Unión de Caracas. Su 'sueño americano' duró 13 años. Pero se dió cuenta que "política y económicamente Venezuela se puso mal mientras que España se estaba animando", por lo que decidió volver al inicio de la década de los setenta.

Pero no se quedó en Granada. "La ciudad había cambiado pero seguía siendo muy cerrada", dice. "No me gustaba. Como había vivido tan bien y con otros aires veíamos que aquí había una mentalidad distinta". Así, pensó con su mujer incluso en irse de nuevo a Venezuela pero su amigo José Hernández se fue a Sevilla y le ofreció irse allí. Desde ese momento vive en Sevilla.

Ahora, su edad y su experiencia vital le hacen contar que se siente "orgulloso" de haber sido liberal, de salir del pueblo por su "ansia de cambiar". Una situación que vivieron muchos granadinos y que ahora, con un contexto político totalmente diferente, se puede volver a repetir entre la juventud, que busca una evolución y un futuro lejos de su tierra y de la imposición de clases, creencias o dogmas.

Juan puede dejar un legado de un hombre hecho a sí mismo, que arriesgó y dejó en varias ocasiones su nivel de vida por perseguir siempre algo mejor para él y para su mujer, con la que lleva casado ya 60 años.

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