Al rescate del ‘mejillón’ gigante
La mar de biodiversidad
Un pequeño protozoo ha puesto a la nacra, el molusco bivalvo más grande del Mediterráneo, al borde de su extinción
Granada/La nacra (Pinna nobilis) es una especie de molusco bivalvo endémico del mar Mediterráneo, aunque hay referencias en áreas del Atlántico. Su tamaño suele oscilar en torno a los 75 centímetros de longitud, aunque se han citado ejemplares que han alcanzado los 120 cm, y llegan a vivir más de 20 años. Suele habitar semienterrada (hasta un tercio de su cuerpo) en los fondos arenosos de las praderas de fanerógamas marinas como Posidonia oceanica y Cymodocea nodosa, llegando hasta los 40 metros de profundidad, con una clara preferencia por lugares protegidos debido a su sensibilidad a las turbulencias en zonas con fuerte oleaje. También puede aparecer en otros sustratos donde pueda adherir su ‘biso’.
La concha es triangular, frágil, con numerosas costillas radiales y escamas de pequeño tamaño que desaparecen en los adultos, destacando la extraordinaria capacidad de autoreparación de los daños producidos. El color exterior es oscuro con tonalidades marrones y el interior es anacarado, con tonalidades amarillento-anaranjadas e irisadas. Entre los moluscos, la nacra sólo es superada en tamaño por la ‘almeja gigante’, otro impresionante molusco que puede crecer hasta más de un metro de longitud, y sobrepasar los 200 kilos.
Importante papel ecológico
Este emblemático molusco desempeña un papel crucial en la biodiversidad marina ya que es un filtrador muy eficiente ayudando a mantener la calidad del agua al eliminar partículas en suspensión además de proporcionar refugio y sustrato para otras especies vegetales y animales del fondo marino. Sus depredadores naturales son el pulpo y algunos peces del grupo de los espáridos como la dorada.
Su ecología es muy interesante ya que filtra grandes cantidades de detritos, por lo que resulta un excelente indicador del estado del ecosistema litoral y de la calidad de sus aguas. También aporta un sustrato duro que puede ser colonizado por otras especies vegetales y animales del fondo marino. Se ha estimado la presencia de más de 80 especies asociadas a sus valvas. Dos especies de crustáceos decápodos viven en simbiosis con las nacras en su interior: Pontonia pinnophylax y Nepinnotheres pinnotheres.
Un molusco ‘multiusos’
Pinna nobilis es una especie que apareció en el Mediterráneo hace unos 5 millones de años, al final del periodo geológico conocido como Mioceno. Históricamente se ha enfrentado a diferentes amenazas como la sobreexplotación, la degradación de los hábitats marinos o la contaminación. Hasta ahora, nuestra especie había sido su principal peligro debido a los diferentes aprovechamientos que hemos realizado, destacando la de los largos y sedosos filamentos del biso que las nacras utilizan para adherirse al sustrato. Distintas culturas antiguas (egipcios, griegos, romanos) confeccionaban con estos hilos un tejido muy fino, liviano y cálido conocido como ‘seda del mar’, ya mencionado en la Piedra de Rosetta (196 a.C), al que sólo tenían acceso las clases más pudientes como señalaba en su Historia Naturalis, hacia el 77 d.C, Plinio el Viejo.
También fueron objeto de comercio las conchas (que se usaban para hacer floreros o fabricación de lámparas), el nácar, (para hacer botones, joyas o mangos de cuchillo) y las perlas de su interior como objeto de decoración. Por su espectacular tamaño y atractivo siempre ha sido objetivo de coleccionistas de conchas y de exposición, pudiendo encontrarse aún como adorno en bares y pescaderías y ‘casas del mar’.
El ‘gigante’ es golpeado por un minúsculo organismo
Tras haber resistido a todas esas amenazas empezó a finales del siglo pasado y principio del actual a entrar en declive especialmente víctima de embarcaciones deportivas y los barcos de arrastre, la recolección ilegal y el deterioro generalizado del Mare Nostrum. Pero la puntilla ha sido un evento de mortalidad masiva que hizo que, en apenas tres años, entre el 2016 y 2019, más del 90% de los millones de ejemplares de sus poblaciones en todo el mar Mediterráneo desaparecieran. La causa: un pequeñísimo protozoo esporulado, Haplosporidium pinnae, cuyo origen es desconocido y que podría haber llegado a través de las aguas de lastre de los barcos o por la acuicultura. Este protozoo provoca una enfermedad conocida como síndrome del colapso ya que impide la digestión y provoca la muerte de los ejemplares por inanición. Recientes investigaciones han revelado que también existen otros patógenos bacterianos (Mycobacterium y Vibrio spp.) que podrían actuar en combinación con este protozoo.
Esta reducción drástica llevó a la incorporación de la ‘Gran Nacra Mediterránea’ a la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza como especie “en peligro crítico”. También ha sido clasificada en la Unión Europea como especie de interés comunitario que requiere una protección estricta por la Directiva Europea de Hábitats y como especie en peligro de extinción por el protocolo sobre áreas especialmente protegidas y diversidad biológica en el Mediterráneo del Convenio de Barcelona, formando parte además del Anexo II del Catálogo Español de Especies Amenazadas.
En Andalucía, la especie se hallaba incluida ya en el Libro Rojo de Invertebrados Amenazados de Andalucía con la categoría de Vulnerable, antes de la mortandad masiva y su distribución ocupaba el litoral granadino y almeriense y puntos aislados de las costas de Málaga y Cádiz. La situación de Pinna nobilis en este listado deberá actualizarse al no haber citas en el territorio andaluz en los últimos años.
Situación actual de la nacra en España
En la actualidad, aparte de algunos ejemplares aislados dispersos, sólo se encuentran poblaciones de nacras sanas en el Delta del Ebro (bahías de Fangar y Alfacs) y en el Mar Menor, según datos facilitados por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Al parecer su diferente salinidad, les habría salvado de sucumbri completamente a la ‘plaga’. Esta salinidad, es más baja de la media en el Delta del Ebro por el aporte de agua dulce. En el Mar Menor, por contra, la salinidad es superior a la media del Mediterráneo, a pesar de que en los años 80, se realizara una conexión artificial con el mar.
Medidas de protección in situ de las lagunas costeras referidas y la cría en cautividad son las esperanzas para evitar la desaparición de la especie. Diferentes proyectos de investigación se encuentran en marcha al rescate de la nacra centradas en entender mejor su biología, ecología y los distintos factores de amenaza.
Todas estas medidas de protección se encuentran incardinadas en la Estrategia de Conservación de la Nacra que coordina el MITECO y en la que participan las diferentes Comunidades Autónomas implicadas así como diferentes centros de investigación que trabajan con esta especie. Dicha Estrategia recoge las líneas básicas de actuación y medidas para la conservación de Pinna nobilis,sirviendo como referente para la elaboración o revisión de los Planes de Recuperación que corresponden a las CCAA.
Una esperanza se ha abierto recientemente para la preservación de la nacra con la localización de nuevos individuos en las praderas de Posidonia del Cabo de Creus y en las Islas Baleares. Estos ejemplares supervivientes habrían resistido el envite de la amenaza biológica y están siendo monitorizados y objeto de un seguimiento minucioso para conocer cómo han superado los efectos del parásito.
Otros trabajos científicos se están dirigiendo al seguimiento del cruce natural entre la gran nacra y su ‘prima’ la nacra de roca (Pinna rudis). Parece que este mestizaje ha proliferado por tener resistencia al microorganismo aunque se desconoce aún si, como sucede con otros cruces genéticos, los ejemplares son estériles o no.
Pero de nada servirían todas estas iniciativas si no se produce una mejora en la gestión ambiental de los hábitats y se desarrollan acciones de educación ambiental sobre la necesidad de conservar los ecosistemas marinos.
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