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Los residentes que fueron resistentes al coronavirus

Covid-19

El Hospital San Cecilio de Granada despide a partir de hoy a los Especialistas Internos Residentes que se enfrentaron a la mayor pandemia del último siglo

Los especialistas residentes de los hospitales de Granada acaban su formación / Archivo

Granada/Cuatro años de residencia de media con un examen final inesperado. Más que un examen, un máster, un curso intensivo y acelerado sobre algo que no se habían imaginado jamás que les sucediera en su carrera profesional: la pandemia global de un virus mortífero. Lo que sólo veían en series o películas se hizo realidad de un día para otro, y los Especialistas Internos Residentes (EIR) se han visto obligados a cambiar el chip y a vivir una experiencia que, más que profesionalmente, les ha enriquecido como personas.

En las próximas semanas finalizan su estancia en el Hospital Universitario San Cecilio, en el PTS, saliendo como la primera generación de médicos preparada para afrontar una crisis sanitaria como nunca antes se había visto. Algunos se quedarán porque siguen haciendo falta manos, como se dice, algo que sucede no sólo en el sector sanitario, si no en todos los que han mantenido su actividad abierta durante estos dos meses. Y todos los que lo hagan se lo habrán ganado con creces.

"Ojalá pudieran quedarse todos", ensoña Milagros Cruz, jefa de docencia del Hospital Universitario San Cecilio, quien se deshace en halagos hacia una generación de médicos y enfermeros que va a estar "preparada para todo" tras vivir la crisis del coronavirus. Y es que lo que "les ha tocado vivir nunca más, o eso espero, se lo van a encontrar".

Cruz ya advertía que la generación de EIR que está a punto de decir adiós a su residencia se estaba "formando bien como personas y como profesionales", pero en estos meses "lo han demostrado". "Son residentes y resistentes. Ha habido una disposición increíble. No se han quejado nunca. No nos ha costado cuando les hemos cambiado de guardias, de sitios de trabajo, de interrumpir vacaciones. Todo el mundo se ha volcado. Están preparados para gestionar cualquier hospital en un país con pocos medios", relata con orgullo la jefa de docencia del Hospital del PTS.

"Nos ha hecho mella y nos lo va a hacer mucho tiempo. Esa unión que se ha vivido entre ellos y el resto de profesionales sí que los va a marcar para siempre", añade Cruz como cicatriz que les va a dejar los residentes esta experiencia, en la que "por supuestísimo han rendido por encima de lo que esperábamos". "Y si han necesitado ánimos, no se les ha notado. Porque han tenido una entrega máxima, había quienes pedían más al final de una guardia".

Quien ha tenido también trabajo doble ha sido Susana Narbona, médico UCI y tutora de los residentes que más cara a cara han luchado contra el virus. Su labor es de apoyar y ayudar a los nuevos médicos, y complementar su formación allá en donde no alcance todo lo estudiado en la carrera. Esta función ha sido ahora más importante si cabe.

"La gente viene muy preparada y sabiendo, teniendo claro lo que les gusta", describe Narbona a sus cinco residentes, a los que "se nota que saben más, son muy trabajadores y no hay que empujarles a hacer las cosas, son muy echados para adelante. En estos dos meses eran como un adjunto más". "En Intensivo nos hemos enfrentado a una patología diferente día a día y hemos aprendido a ver que el trabajo no es solo tuyo, si no también de enfermeros y de otras especialidades".

A muchos de estos residentes se les ha podido ofrecer un contrato para seguir trabajando y a otros se está estudiando la posibilidad. Es de justicia tras el trabajo desarrollado en unas condiciones para las que no habían sido avisados. Una experiencia que sí podrán mostrar en una larga vida profesional que les espera. Aquí cuentan varios de estos EIR su experiencia final en el hospital.

Carranza, con varias compañeras en el hospital / G. H.

Antonio Carranza (intensivista UCI)

Cuando estaba en segundo de carrera oyó hablar del terrible brote de gripe de 2009, pero lo que nunca imaginó este médico de Cogollos Vega fue trabajar en una pandemia. "Es un milagro no haberlo cogido después de haber intubado a 15 o más coronavirus y haber estado todos los días en contacto", cuenta Carranza, que recuerda que un sábado en pleno pico de la pandemia intubó a cinco pacientes seguidos "porque una vez que te pones el mono, ahorras". También "pronamos y despronamos a otros cinco, hicimos muchísimos ingresos: pacientes jóvenes, pacientes difíciles de tratar, dormir con vías aéreas difíciles...". Y pese a todo, su vocación sale reforzada: "Asumes responsabilidades que nunca pensabas que ibas a asumir".

Carlos Cuenca, en un quirófano del San Cecilio / G. H.

Carlos Cuenca (dermatólogo)

De un día para otro, Carlos Cuenca tuvo que dejar su labor en dermatología para ponerse a disposición del hospital. La actividad del servicio se había parado hasta el punto de usar quirófano cada dos semanas cuando lo normal era tenerlo todos los días. Con esta crisis "te das cuenta de que pueden pasar cosas así y que sea cual sea tu especialidad tienes que estar en primera línea. Dar el callo, como siempre, pero de otra manera", sentencia este granadino de 29 años, quien recibía consultas diarias de los centros de salud cuando un paciente acudía con un problema y era sospechoso de Covid: "Las infecciones virales pueden dar muchas manifestaciones en la piel, y el coronavirus también las da, pero no tiene nada de especial".

Adolfo de Salazar, en el laboratorio del hospital / G. H.

Adolfo de Salazar (microbiólogo)

Ahora hacen falta microbiólogos como este sevillano de 28 años. Porque durante esta crisis ha tenido, literalmente, en sus manos al coronavirus: "Al día hemos podido llegar a hacer 400 o 500 PCR". De él y sus compañeros dependía dar buenas o malas noticias a los enfermos de Covid-19, que ocupó prácticamente el 90% de los análisis realizados en días de pico: "Estábamos con las muestras del virus, amplificándolo con termocicladores, y la PCR, y así dábamos el diagnóstico", explica De Salazar. "La verdad es que no pensé nunca en enfrentarme a una pandemia. Te hablaban del ébola, pero piensas que no te va a tocar nunca y de buenas a primeras te toca de lleno", cuenta este farmacéutico que se queda con que "a todo el mundo se nos ha puesto contra las cuerdas y hemos sabido responder".

Amparo Roa, frente la entrada del Hospital Universitario San Cecilio / G. H.

Amparo Roa (digestivo)

El ejemplo de que todas las especialidades han aportado su conocimiento para sacar adelante a los pacientes de coronavirus es este linarense de 28 años: cómo tratar a enfermos que apenas comen y que tienen síntomas digestivos por los tratamientos contra el SARS-Cov-2. "Ha sido una situación diferente y no ha sido el fin de residencia que me imaginaba", relata Roa, que recuerda cómo "se paralizó todo durante un mes y medio" y salir de su servicio para ayudar. "He hecho menos exploraciones de las que hubiera hecho en condiciones normales pero no siento que mi formación se haya visto afectada", añade esta médica que no se imaginó pasar por esto: "Es algo que he comentado con compañeros. Hay muchos sanitarios que no han vivido una pandemia y a nosotros nos ha tocado. A mí al final, a otros al comienzo, a otros a punto de jubilarse... Es algo que nadie podía imaginar".

Simón Sánchez, con el equipo de protección puesto / G. H.

Simón Sánchez (neumólogo)

"No hay comparación con lo que hemos vivido los dos últimos meses con lo de los años anteriores, porque ha sido algo totalmente imprevisto". Rotundo este venezolano de Caracas relata cómo se enfrentó mirando a los ojos al virus, que atacaba a su especialidad: "Desde el principio llevábamos a los pacientes de coronavirus". "Como es una enfermedad nueva, nadie tenía conocimiento y ha sido una oportunidad de aprendizaje tremenda", cuenta Sánchez, que recuerda para satisfacción personal el caso de Jorge, el primer paciente por Covid de Granada, al que atendió, y al que acaba de ver cómo le dan el alta: "Muestran mucho agradecimiento y fue un momento muy emotivo".

La matrona Alba Sola, durante uno de los turnos de trabajo / G. H.

Alba Sola (matrona)

Traer vida cuando todo el mundo habla de muerte. "Muchas veces decía que estábamos en un oasis en el desierto, en nuestra burbuja. Dentro del caos hemos atendido algo bonito", confirma esta enfermera especializada en obstetricia y ginecología. O lo que es lo mismo: matrona. "Fue caos, pero cuando nos fuimos adaptando, como se hacían test a las mujeres, teníamos la tranquilidad de saber si tenían el coronavirus, que han sido muy poquitas", cuenta esta almeriense de Vélez Rubio, que atendió una media de 6 partos al día. Su trabajo no se vio afectado, cree, ya que "es cierto que estás con una mascarilla, pero la atención en el parto es la misma", concluye.

Rocío Vázquez, en su despacho durante una jornada de trabajo / G. H.

Rocío Vázquez (anestesista)

"Si nos imaginábamos un final diferente, este nadie lo habría pensado. Pero forma parte de una formación que no pensamos tener en la vida y eso nos llevamos". Granadina de 28 años, ha tenido que sedar a pacientes de Covid "cuando no había nada que hacer", pero que también ha visto "salir" a otros del virus. Su planta fue completamente transformada en una UCI, lo que cambió lo que vio los cuatro años anteriores. "En un sitio donde estás acostumbrado a tener pacientes que se operan y se van a su casa en el mismo día, a tener que ver pacientes graves de una pandemia, imagínate", relata Vázquez, que llegó a tener ansiedad ante lo que se venía, pero "nunca miedo".

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