1968: El año en el que se le salió una teta a Claudia Cardinale cuando cenaba en el Sevilla
Granada año a año
En el Ayuntamiento se va Manuel Sola después de 15 años de mandato y le sucede como alcalde José Luis Pérez-Serrabona
Unas inundaciones en el Barranco de la Zorra provocan la muerte de un anciano y de su nieto
Miguel Ríos compone 'Vuelvo a Granada', Sabina se matricula en Filosofía y Letras y se suicida Pablo del Águila
Granada/EL mes de mayo de 1968 tiene unas connotaciones especiales en el mapa emocional de los que por aquel año eran jóvenes y se sentían revolucionarios. En París los estudiantes salían a la calle para pedir lo imposible. Francia quedó sumida en el caos: la protesta de amplios sectores de la población francesa contra la situación económica y social provocó graves enfrentamientos en todo el país entre civiles y fuerzas del orden. Pero en Granada apenas nos enteramos de lo que estaba pasando en Francia. Nuestras protestas eran mucho más domésticas. Aquí, el verdadero mes revolucionario fue junio, pues en lo que duró este y el siguiente se llevó a cabo el relevo de mandamases en todas las instituciones granadinas.
Empecemos con la Universidad. El Consejo de Ministros sorprendía a todos, incluso al interesado, al designar rector de la Universidad de Granada a Federico Mayor Zaragoza, un joven catedrático de Bioquímica de 34 años desconocido aún en círculos políticos y tercero en la terna propuesta para ese nombramiento. Mayor Zaragoza era un protegido del responsable de Educación José Luis Villar Palasí, jurista, economista y destacado miembro del Opus Dei, que fue ministro entre 1968 y 1973. Él fue quien quiso que el joven catedrático fuera nombrado rector de una de las universidades más importantes de España. Ese mismo año, apenas un mes antes del nombramiento de Mayor Zaragoza, fueron expulsados de sus cátedras García Calvo, López Aranguren y Tierno Galván, con lo que el régimen quería reorganizar el control en el ámbito universitario, acentuar la represión y purgar al estamento de elementos nocivos para la buena salud de la juventud española. Y ahí estaba Mayor Zaragoza como adalid de este proyecto. De todas maneras, este hombre ya dejaba escuchar y se le percibió como un soplo de libertad dentro del estamento universitario.
En el Ayuntamiento también habrá relevo. Se va Manuel Sola después de 15 años de mandato. Le sustituye José Luis Pérez-Serrabona, abogado, jurista y catedrático de la Universidad de Granada. Lo primero que va a hacer el nuevo alcalde es revisar el plan general de ordenación urbana, que, según su equipo de gobierno, ya no corresponde a la realidad actual. Perez-Serrabona quiere contemplar en ese plan la incorporación de muchos pueblos circunvecinos en el área de la capital y prever lo que pasaría si se aprobara el ansiado polo de desarrollo que había prometido Franco para Granada.
Igualmente, en la Diputación hay relevo porque a partir de ese año se hace cargo de la misma Enrique Martínez. El Arzobispado también tiene su cambio ya que Rafael García y García de Castro está mal de salud y es nombrado arzobispo coadjutor Emilio Benavent Escuín, del que Granada guarda un buen recuerdo por su sensibilidad y cercanía al mundo del trabajo y su apoyo a los curas obreros y a los sacerdotes sancionados por las homilías de carácter social y de oposición al régimen, frecuentes en los años finales del franquismo.
Pero es que en el Gobierno Civil también hay recambio. Viene desde Murcia Antonio Gómez Jiménez de Cisneros, un periodista que había sido alcalde de esa ciudad y que durante la guerra había sido detenido por pertenecer a la CEDA. Pasó los tres años del conflicto construyendo carreteras en La Alpujarra. Se fue como preso y volvió a Granada años después como gobernador civil. Lo que son las cosas.
Asimismo, los militares quieren que haya renovación en Capitanía General y a partir de ese año se hace cargo de la misma Luis Ariel Urbez. Por último, hay relevo en la Delegación de Información de Turismo. El 10 de octubre de 1968 deja el cargo Antonio Gallego Morell y lo sustituye el pontevedrés José Luis González Sobral, hombre de confianza de Fraga, que cae bien a la prensa por su "llaneza y simpatía" pero que durará menos en el cargo que un pastel en la puerta de un colegio, que era el símil que por entonces se utilizaba para designar lo precario.
Así que nunca antes se había dado en Granada un baile de nombramientos en las principales instituciones tan importante como el que se dio a mediados del año 1968. Los periódicos tuvieron durante el tiempo que duró el mismo la primera plana asegurada. Lo de París quedaba lejos.
Derribo de El Rastro
Para ordenar la Acera del Darro era necesario derribar un patio interior parecido al de una corrala con unas cuantas casuchas alrededor, la mayoría en ruinas. Era lo que llamaban El Rastro. Aquel recinto, que había sido parada de La Motrileña y había acogido un 'circo gallístico' (para peleas de gallos), estaba todavía ocupado cuando se proyectó su demolición en octubre de 1968. Entre sus inquilinos había un taller de soldadura, la oficina de la línea de viajeros Granada-Dílar y una tapicería. Estaría de pie un par de años más. Seguro que muchos granadinos se acuerdan de este corral de vecinos en cuyo solar se construyó tiempo después Galerías Preciados.
Como se acordarán, como lo hace el poeta Antonio Carvajal, de que la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Granada cambiaba cada mes el anuncio luminoso de su edificio central en el que especificaba el aumento de las cifras de ahorro de las familias. Habla el poeta alboloteño en un escrito sobre ese año de un soneto satírico anónimo que circulaba por la ciudad en el que dialogaban el Genil y el Darro. Comenzaba así: "Dígame señor Dauro, ¿qué hay de oro?/-Un Sacro Monte de Piedad lo guarda./-Más ¿qué fue de vuestra agua, tan gallarda?/-Se gastó en bautizar a un niño moro".
Para consolidar el auge de la Cruz de Mayo, el delegado de Turismo Antonio Gallego Morell hace que venga a Granada en 1968 Rosa Zumárraga, que había conseguido una importante fama en toda España por ser la ganadora del concurso de televisión Un millón para el mejor. Dice José Luis Entrala que la llegada a Granada de Rosa Zumárraga "fue todo un acontecimiento digno de recordarse". Renfe el pagó el tren, el hotel Nevada Palace la estancia y varios restaurantes de la ciudad se dedicaron al condumio. La bilbaína era toda una celebridad y cuando salía a la calle las personas se arremolinaban en torno a ella porque querían verla de cerca. En unas declaraciones que hizo a la prensa muchos años después, dijo que era tanta su popularidad que, en Granada, recordaba, se le había acercado una mujer con un niño enfermo en brazos y le había pedido que los sanara. "¡Cómo si fuese la Virgen de Fátima!", dijo.
Otro acontecimiento que congregó a cientos de personas fue la boda de la cantante granadina Gelu con el también cantante Santi. Fue en la Virgen de las Angustias y en torno al templo se concentraron miles de personas que querían ver de cerca a los novios. Gelu se retiraría poco tiempo después de los escenarios.
Otra visitante ilustre ese año fue Brigitte Bardott, la sex simbol del momento. Vino a Granada con su marido en aquel tiempo Gunter Sachs. Llegaron al hotel Alhambra Palace en donde iban a pernoctar, pero la actriz se molestó cuando unos clientes del hotel le pidieron un autógrafo y se fue con su marido al parador de San Francisco. Allí no había habitaciones y, al final, se alojaron en el hotel Washington, donde encontraron la tranquilidad que pedían. Enterado el Ayuntamiento de que la famosa actriz estaba allí hospedada, le envió un ramo de flores. Mala idea porque la Bardot se lo tiró a la cara a la camarera que fue a entregárselo. Así se las gastaba la francesa.
El cine Olimpia de la Gran Vía cierra en 1968, precisamente el año en el que más películas se ruedan en Granada: 15 en total. La más famosa de todas y la que más dinero proporcionó a los productores fue Hasta que llegó su hora, protagonizada por Henry Fonda, Jason Robards, Charles Bronson y Claudia Cardinale. La película la dirigía Sergio Leone y el guion correspondió a Bernardo Bertolucci. Todos grandes del cine. Para la película Leone hace construir un enorme plató en la margen contraria a la estación del tren en La Calahorra. Una noche de rodaje vinieron los actores principales a Granada a acompañar a Claudia Cardinale, que había sido invitada para presidir una corrida del Corpus. Después de la corrida se fueron a cenar al restaurante Sevilla. Y allí sucedió una anécdota que no me resisto a volverla a contar. Estaban cenando en la pequeña terraza del restaurante cuando, de pronto, salió de una alcantarilla cercana una rata. Fue todo un espectáculo ver a todos los actores subirse a la silla en la que estaban sentados para evitar la cercanía del roedor. Menos mal que no había por allí cerca un paparazzi porque la fotografía de los considerados 'duros' del cine subidos a la silla y asustados hubiera dado la vuelta al mundo. Al final fue Claudia Cardinale la que acabó con la rata de un sillazo. Por cierto, cuenta Carrasco Soto en su libro Granada y el cine que esa noche la actriz iba deslumbrante con un vestido rojo de tirantes y sin sujetador. En ese brusco ademán de acabar con la rata, se le quedó completamente al aire uno de sus pechos. Aquello sí que debió de ser un espectáculo.
Dos suicidios
El rodaje de Hasta que llegó su hora estuvo lleno de malentendidos y malas noticias. Por lo pronto, el periodista granadino Tico Medina difundió en el periódico Pueblo, en el que por entonces trabajaba, que se había suicidado en Guadix Jason Robards, uno de los actores principales de la película. Robards era por entonces muy perseguido por los periodistas de las revistas de cine porque estaba casado con Lauren Bacall, la ex mujer de Humphrey Bogart. La noticia se difundió por las agencias y causó un enorme revuelo.
Pero no. Quien en realidad se suicidó tirándose al vacío desde la habitación del hotel Brasilia, donde se hospeda, fue el actor canadiense Alan Mulock, que estaba pasando una mala racha personal tras haber muerto su esposa de un cáncer cervical. En el momento de saltar llevaba el traje con el que debía rodar su escena del encuentro en el apeadero de la estación junto a Jack Elam, Woody Strode y Charles Bronson. Mickey Knox y Claudio Mancini, uno de los productores de la película, fueron testigos del suicidio de Mulock. El actor sobrevivió a la caída, pero una de las costillas rotas le perforó el pulmón durante el traslado, que se hizo en el coche de Mancini. Murió en el hospital Ruiz de Alda. Dicen las crónicas que Sergio Leone, más preocupado por el desarrollo del rodaje, exigió que se recuperara el traje de Mulock antes de que se lo llevaran.
Otro suicidio más doméstico, pero igual de trágico, fue el del joven poeta Pablo del Águila. Tenía 22 años y con el tiempo se ha convertido en un poeta de culto, "una voz brillante, heredera de la mejor tradición hispánica de posguerra, a punto de encontrar su tono verdadero antes de irse de este mundo", ha escrito sobre él Miguel Ángel Ortega. El cantautor Joaquín Sabina, que desde Úbeda vino a Granada para estudiar Filosofía y Letras (aunque en realidad su cabeza estuviera llena de otras letras, las de las canciones), ha recordado alguna vez su deuda literaria con el joven suicida, que fue el que le introdujo en el mundo de la poesía. "Un día me dio Los versos del Capitán, de Neruda, y Poemas humanos, de san César Vallejo. Entonces me volví loco, pero absolutamente loco. Cambió mi visión del mundo y de la vida. Además, Pablo cantaba y lo hacía muy bien".
Y para no dejar la música, ese año en el que Massiel gana Eurovisión con su canción La, la, la, Miguel Ríos ficha por Hispavox y edita un disco con dos temas que son ya clásicos en su historial discográfico: El río y Vuelvo a Granada. El primero compuesto por Fernando Arbex y el segundo por él mismo, como un homenaje en su tierra y recordando la vez que, ante la falta de oportunidades en la capital de España, estuvo a punto de coger las maletas y regresar a la ciudad que le vio nacer. Menos mal que no lo hizo porque entonces todo habría sido diferente.
Y, para terminar, recordemos una tragedia. Fue la noticia triste del año. En el Paseo de la Fuente de la Bicha hay una escultura de una bola de acero con dos manos que abren una grieta de la que sale un chorro de agua. Se levantó hace unos años en homenaje a un anciano y su nieto que murieron tras unas terribles inundaciones sucedidas en junio de 1968. Seis casas que había en el barranco de la Zorra fueron arrastradas por la riada y se llevaron la vida de Salvador Enguix y de su nieto Pepito, un bebé de apenas diez meses. Alguien dijo que había que investigar el suceso porque en los alrededores de las cuevas se había permitido una escombrera que retuvo el agua y que fue la que permitió se inundaran las viviendas. Pero en aquellos años de puro franquismo pedir una investigación para depurar responsabilidades era como encerrar un alpargate en una jaula y esperar a que cantara. Además, nada que rascar teniendo en cuenta que Salvador Enguix había luchado en el bando republicano durante la guerra.
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