La seda en Granada y la España Vaciada
Ayer y Hoy
Es mejor llenar más los campos y vaciar un poquito los despachos
No estuvo mal cambiar en Granada los gusanos por cerdos y la seda por jamones
Antes abundaban los capullos y ahora los chorizos
Granada/"En la zona rural se puede vivir muy a gusto" dicen los jóvenes agricultores que han decidido repoblar los campos vaciados de Soria con ingeniosas plantaciones de frambuesas. Pero a nadie le ha dado, por ahora, por resucitar la agroindustria de la seda que tenía en Granada tanto prestigio por los buenos gusanos alimentados con las hojas de nuestras estupendas moreras y morales alpujarreños. Aquello ya pasó. Además, con tanto plástico ¿para qué queremos la seda? Si hasta en los más delicados pañales de los tiernos bebés aparece el plástico y milagro sea que no nos lo encontremos hasta en la sopa.
Hablan los que saben (el profesor Garzón Pareja) de aquellos miles de cultivadores de moreras y morales para la floreciente industria de la seda granadina en los siglos pasados. Aquella seda, que desde Almería se exportaba a todo el Mediterráneo y cuyos barcos volvían cargados de dinero para adornar los palacios de la Alhambra y para que las bellas mujeres nazaríes lucieran fina lencería, es cosa ya pasada.
La industria de la seda estaba extendida por toda la Península; se inició en Al-Ándalus en el siglo IX; en Córdoba, Granada y Almería sobre todo. Aunque en competencia con la seda valenciana. Pero la de Granada era la de mejor calidad, según los testimonios de Ibn-Al Jatib en el siglo XIV y de Jerónimo Münzer y Andrea Navaggiero en el siglo XVI, porque, a pesar de ser nuestras tierras más ásperas y montañosas, eran más propicias para estos cultivos y por lo tanto resultaban mejor alimentados los gusanos. Aquella España rural no estaba precisamente vaciada.
Fue una lástima que desapareciera la industria que en el siglo XVI contaba con más de 300 tornos que daban trabajo a miles de granadinos; de casi 40.000 habitantes, entre hombres, mujeres y niños que había en Granada hacia 1568, 4.000 tejían la seda, 300 se dedicaban a la compra-venta, a los que se unían los cientos de hiladores, torcedores, tintoreros, bordadores y sastres.
Dicen que Granada llegó a tener 15.000 telares de seda, dato que estimamos exagerado, porque quedaron luego reducidos a 600 ya en el siglo XVIII, y mucho tuvo que ver la expulsión de los moriscos en el siglo XVII, los intereses ganaderos en tener tierras de pastos más que de árboles y, para colmo, las posteriores y abusivas cargas fiscales mantenidas contra estos agricultores en los siglos posteriores, sin olvidar las talas indiscriminadas mandadas por los Reyes Católicos derribando molinos y quemando huertas en la Guerra de Granada.
Así lo dice el cronista de los Reyes Católicos Hernando del Pulgar: "E allende lo que los peones taladores facían, la multitud de las huestes no dexaba cosa inhiesta dos leguas en derredor de la tierra". (Ver mi artículo La seda de Granada era la mejor, en Granada Hoy, 8 de octubre de 2012).
Los nuevos repobladores cristianos eran más ganaderos que agricultores. Aunque no estuvo mal cambiar los gusanos por cerdos y la seda por jamones. Peor ha sido cambiar los capullos por chorizos. A nadie le da hoy por repoblar nuestra vega o nuestros montes con morales y moreras. Ni por plantar remolacha azucarera o tabaco, que tanto dinero dejó antes de ayer. Aquello pasó a la historia y la España rural se vacía, a menos que plantemos frambuesas para las tartas alemanas o yeros para las palomas del parque.
Si las administraciones, esas tan abundantes, estuvieran ocupadas por personas normales, facilitarían tierras hoy abandonadas y los servicios necesarios (escuela y hospital) a esas ingeniosas familias de emprendedores que revitalizarían los campos. Se acabaría la España despoblada. A lo mejor era más saludable llenar los campos y vaciar un poquito las administraciones; habría más praderas verdes y menos alfombras rojas: menos coches oficiales y más pavos para la Navidad.
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