Siete siglos fabricando pólvora en Granada

Historias de Granada

Los hermanos Alastrué pretenden que los granadinos tomen conciencia de la importancia de la efeméride de la primera vez que aquí se elaboraron explosivos

En junio se cumple 75 años de la visita de Evita Perón a la fábrica de El Fargue

El baño de multitudes que recibió Evita en su visita al Fargue
El baño de multitudes que recibió Evita en su visita al Fargue / A. C.

La verdad es que yo no tenía ni repajolera idea de que fuera tan antigua la fabricación de explosivos en Granada. Tenía conocimiento, por supuesto, de la importancia de la fábrica de El Fargue, Santa Bárbara, la más importante en España en los menesteres relacionados con la munición y el armamento, pero, como digo, no sabía que en Granada lleváramos siete siglos ‘inventando’ la pólvora. Han sido los hermanos Alastrué, Pilar y Joaquín, los que me han hecho reparar en tal aserto. “En 2024 se cumplen siete siglos desde que se fabricó por primera vez pólvora en Granada. Creo que la efeméride bien merece una celebración. Y, sobre todo, merece poner en conocimiento de los granadinos que tenemos una industria puntera que está unida a la ciudad desde hace setecientos años y al recuerdo y cariño de muchas personas que trabajaron en ella”. Eso decía la misiva de los hermanos Alastrué, en un intento de que yo dedicara una de mis historias a su historia, y valga la redundancia. Enseguida me puse en contacto con ellos y me aportaron todo el material posible para este trabajo.

Posiblemente haya pacifistas o personas que no quieran saber nada de este producto que tantas muertes ha causado, pero no hay que olvidar que la pólvora también tiene otros usos que no son bélicos: se ha utilizado en canteras para extraer rocas con las que se han construido catedrales y otros edificios históricos, ha servido para trazar caminos, taladrar túneles, hacer puentes y todo tipo de obras públicas o en aplicaciones lúdicas como los fuegos artificiales. “La historia de los últimos siete siglos no se entendería sin tener en cuenta la pólvora”, dicen los hermanos Alastrué, que han abierto una página web titulada 700granadaylapolvora para que cualquier ciudadano o institución pueda aportar datos o informaciones sobre el evento.

Dicho esto, empezaremos esta historia diciendo que Alfred Nobel fue el que inventó la dinamita, pero la pólvora ya existía desde que la utilizaron los chinos en el siglo X. Además de la pólvora inventaron la brújula, la imprenta (mucho antes que Gutemberg), el disco de corte, las perlas artificiales, los mapas en relieve o el procesamiento de la seda. Pero ahora nos interesa la pólvora. Por lo visto, según dice Joaquín Alastrué, este invento que revolucionó la forma de guerrear, pasó a Egipto y Siria a través de la Ruta de la Seda, constituida por una amplia red de caminos con origen en China y pasando por el Medio Oriente. Llegó a Europa a través de los árabes, llamados entonces sarracenos. La llegada fue gradual, por etapas, desde principios del siglo XI hasta principios del XIV que llega al Reino de Granada y después a Florencia, Inglaterra y el resto de Europa. Según las crónicas de la época, Ismail I y los benimerines asediaron en 1314 la plaza fronteriza de Huéscar y utilizaron “un polvo negruzco de composición desconocida, pero con un olor a azufre, propio de los diablos”, escribe Ibn Al-Jatib. Ese polvo que tanto aterraba era la pólvora, es decir, la pólvora negra, la única que existió hasta finales del siglo XIX, y que siempre ha sido una mezcla de salitre (nitrato potásico), carbón y azufre, en proporciones diversas.

El primer escrito

Fue Ibn Al-Jatib (Loja, 15 de noviembre de 1313 – Fez, 1374) el primero que habló de la utilización de la pólvora en Granada. Además de ser un historiador coetáneo de la conquista de Huéscar, fue un gran poeta, escritor, filósofo y político. Según dice Alastrué en su libro Inventando la pólvora, a partir del siglo XV comienza una tímida industrialización de este producto utilizando batanes. Y un siglo después ya se contaba con molinos específicos que facilitaban la molienda de ingredientes y su homogeneización en húmedo. Unos y otros se movían hidráulicamente. Al ser un producto estratégico, los nazaríes montaron su molino al pie de la Alhambra, aprovechando una acequia que discurría paralela al río Darro, cerca de la Puerta de los Tableros, cerca de lo que hoy se conoce como el Puente del Cadí. Pero en 1492, cuando los Reyes Católicos entran en Granada, toman posesión de su joya más preciada, la Alhambra, dotándola su nuevo gobernador, el Conde de Tendilla, de lombarderos, afinador de salitre, tiradores y herreros, es decir, de todo el personal necesario para continuar con la fabricación de la pólvora.

Tanto durante la época nazarí como tras la conquista, el molino y la fabricación de la pólvora dependían directamente de la Alhambra. Todavía se conserva, junto a la Torre de la Vela, la llamada Torrecilla de la Pólvora, que se utilizaría como polvorín. Pero el 18 de febrero de 1590 el molino, entonces conocido como la Casa del Polvorista, explotó. Según la denuncia de su propietario, Juan Real, hizo al Corregidor, el incendio había sido intencionado. No solo la carrera del Darro resultó dañada, “la Alhambra se vio afectada por valor de 6.000 ducados, destruyendo vidrieras y carpintería, desprendiendo alicatados y causando daños estructurales que persistirán a lo largo del tiempo”, dice Alastrué.

Trabajadoras de la fábrica en plena faena.
Trabajadoras de la fábrica en plena faena. / A. C.

El molino destruido no podía reconstruirse en el mismo sitio y había que buscar un emplazamiento más seguro. Resultó ideal la alquería de El Fargue, ya que distaba legua y media de Granada y pasaba la acequia de Aynadamar. La acequia, que nace en Fuente Grande (Alfacar), llega hasta el Albaicín, situado a unos 14 km, y al pasar por El Fargue lo hace por una pronunciada cuesta, lo que permitiría mover la rueda de los molinos con la suficiente fuerza.

Y en esa ubicación permanece desde 1624, según las escrituras que la Fábrica posee, y que se corresponden con la compra de unos terrenos al morisco Juan Ciycy. Y es desde allí, primero con un molino y luego con tres, desde donde se mandaba la mejor pólvora para las Indias.

La fábrica fue quemada por los franceses en 1812, en su retirada hacia Murcia, y fue revitalizada bajo la dirección del cuerpo de Artillería en 1850, surtiendo de pólvora para la guerra de Marruecos de 1860, las guerras carlistas, y las de Cuba y Filipinas. Fue el 14 de junio de 1897 cuando, por primera vez en España, la fábrica completó el primer lote de pólvora sin humo, es decir, pólvora a base de algodón nitrado o nitrocelulosa. El hecho fue inmortalizado por el joven director de la Banda de Obreros Polvoristas, el Gran Maestro Alonso, creando el pasodoble que se llamó, precisamente, Pólvora sin humo.

Durante muchos años, existió en Granada el Refino de Pólvoras, que estaba en la calle Ventanilla, cercana al Instituto Ángel Ganivet. Tomó ese nombre ya desde principios del siglo XVIII debido a que en un extremo de la pared del edificio fue habilitada una ventanilla para atender a las personas que iban a ese centro a solicitar permisos o adquirir pólvora para sus armas o para sus canteras. Allí incluso se tramitaban los permisos de uso del explosivo. Esa decisión se tomó por motivos de seguridad, pues ya a principios del siglo XVIII no se permitía que nadie ajeno o sin autorización penetrase en el recinto. También pasaban por esa ventanilla los trabajadores de los tres centros de la Real Fábrica de Pólvora (El Fargue, Eras de Cristo y el Refino) así como los soldados adscritos a algún trabajo de apoyo de Artillería para cobrar sus sueldos. En un interesante trabajo publicado recientemente, el investigador Gabriel Pozo dice que la coletilla verbal “pasar por ventanilla” cuando alguien tiene la obligación de pagar imperativamente una cantidad de dinero, viene precisamente de cuando se instaló de la ventanilla de la fábrica del Refino de pólvora, donde había que ir sí o sí para retirar ese producto.

La fábrica de El Fargue

Sin duda, una de las personas que más sabe sobre la fábrica de El Fargue es Francisco González Arroyo, que se crío a escasos metros de sus instalaciones y que ha dedicado varios años de su vida a escribir una tesis doctoral centrada en dicha factoría. Paco González piensa que en Granada se fabrican explosivos antes de la fecha señalada por los Alastrué –desde 1230, señala–, pero, efectivamente, se tiene constancia escrita desde que lo hiciera Ibn Al-Jatib en 1314.

Esta fábrica llegó a tener hasta 1.700 trabajadores y en sus instalaciones había capilla, escuela, teatro y dispensario médico. Ha sido quizás la empresa granadina que más mandatarios han visitado. En 1904 y 1908 la visitó el rey Alfonso XIII, seguramente para agradecerle que la munición que empleaba para matar perdices en Láchar se fabricará allí. En junio de 1947 (ahora se cumplen 75 años), fue visitada por Evita Perón, en uno de los acontecimientos sociales más importantes ocurridos en Granada en el siglo pasado. ‘La Perona’, pues así era conocida vulgarmente, quiso hablar directamente con los obreros de la fábrica, los cuales le regalaron una cajita de taracea. Cuentan las crónicas que a la mandataria argentina, que era de poco comer, le encantó la tortilla de Sacromonte que probó en la comida con la que fue agasajada en los jardines de la fábrica.

Vista de Alfonso XIII en 1904
Vista de Alfonso XIII en 1904 / A. C.

Durante la Guerra Civil, Granada se convirtió en un objetivo estratégico de los sublevados, que trataron de garantizar los suministros desde El Fargue. González Arroyo tiene escrito que en los años de la contienda era la mayor instalación de explosivos y pólvora de España y una de las más grandes de Europa. Para el Ejército sublevado era fundamental apoderarse de ella pues se garantizaba el suministro bélico. “Es la única razón por la que se subleva la guarnición militar en Granada. La fábrica jugará un papel decisivo en el curso de los acontecimientos posteriores”, sostiene el investigador. La fábrica cayó en las manos de los partidarios del Alzamiento el 20 de julio sin apenas resistencia. Más de un centenar de trabajadores sindicalizados en CNT y UGT y acusados de sabotaje, fueron fusilados y enterrados en el barranco de Víznar.

De unos 500 trabajadores que había en julio del 36 se pasó a casi 1.700 en marzo del 38, la cifra más elevada de empleados en la historia de la fábrica. Otro dato significativo: antes de la guerra se fabricaban entre 200.000 y 300.000 kilos de pólvora y 50.000 de explosivos al año. Durante la contienda se llegaron a fabricar casi 1.000 toneladas de pólvora y 1.250 de explosivos. Después de la guerra, como es lógico, comenzó la decadencia.

Según Manfredo Monforte Moreno, ingeniero de Armamento, durante la década de los sesenta del pasado siglo, la fábrica sufrió un profundo declive cuando se transfirió del Ministerio del Ejército al de Industria. “Es entonces cuando se crea la empresa Santa Bárbara y se abandona la razón estratégica de su existencia para focalizarse en la cuenta de resultados”, dice el ingeniero. A partir de entonces se han sucedido los recortes de plantilla, incluida la cesión a la multinacional General Dynamics Santa Bárbara Sistemas (GD-SBS) quien, tras el compromiso de mantener la masa laboral durante unos años, inició un duro plan de ajuste.

Durante la segunda legislatura de José María Aznar, se privatizó el grupo armamentístico y se adjudicó a la estadounidense General Dynamics, lo que Monforte Moreno consideró un error. La decisión de la filial norteamericana de abandonar el negocio de la munición para centrarse en los blindados y la artillería colocó a la fábrica de Granada en una situación complicada hasta que en febrero de 2020 se transfirió la gestión de la recién creada sociedad denominada Fábrica de Municiones de Granada, FMG al grupo empresarial eslovaco MSM.

Hoy la fábrica cuenta con instalaciones diversificadas y con acuerdos de colaboración internacionales. Mantiene su capacidad para seguir elaborando pólvoras, pero además puede fabricar, entre otros, propulsores para motores cohete, cargas para desactivación de explosivos, proyectiles de artillería y misiles, como el anticarro Spike. Y ahí sigue, acumulando historia.

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